La noticia de la semana que más recorrió al mundo fue el veto de Rusia y China contra una resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (CS-ONU) trabajada por Estados Unidos y algunos de sus aliados de la OTAN quienes, amparados en la “Responsabilidad de Proteger”, pretendían servirse de ella para legalizar sus crímenes y realizar sus acostumbrados bombardeos “humanitarios” que no discriminan entre población civil y militares, menos entre infraestructura civil y militar. Días atrás Rusia había admitido que “no volvería a repetir el mismo error cometido contra Libia” cuando se abstuvo de vetar la resolución 1973 que permitió el genocidio que hoy experimenta su pueblo.
La arrogancia y la prepotencia imperial de EE.UU. no se quedará de brazos cruzados frente a la oportunidad de intervención que se le presenta en Siria. Su conflicto interno, claramente promovido desde fuera, repite el mismo formato puesto en practica con “éxito” sobre Libia. Grupos mercenarios contratados por los servicios de inteligencia de Estados Unidos e Israel (la CIA y el MOSSAD) desestabilizaron ese país para servir de cabeza de playa a los “salvadores” de la OTAN, mientras que un grupo autodenominado Consejo Nacional de Transición (CNT) se establece, esta vez fuera de Siria, esperando ser reconocido como representantes “legítimos” de ese país.
El proyecto de resolución del CS-ONU era contrario a la búsqueda de una solución pacífica al conflicto en Siria. Rusia y China se han reivindicado ante el mundo, pero la sangre sigue corriendo en Libia.
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