Me hacen llegar una extensa carta cuya autoría atribuyen al breve dictador Pedro Carmona Estanga. La misiva intenta explicar las razones y consecuencias de lo que allí se denomina “la crisis política del 11 de abril del 2002”. Sí: crisis. Diez años después del atentado contra la institucionalidad democrática revolucionaria bolivariana, hay quienes aún hablan de crisis aquella vez.
Sólo una cosa me quedó clara, luego de la tercera lectura: ¡qué grande es nuestro pueblo! De no haber sido por su coraje, una década después estaríamos bajo el lúgubre régimen de quienes quieren ahora aplicar metamorfosis al término progreso con la intención de confundirnos.
He aquí algunas de las perlas vaciadas por quien prefirió huir cobardemente, antes que dar la cara ante la historia patria. Júzguenlo ustedes, luego de cada punto y seguido.
El régimen gobernante, ante la proximidad de los comicios del 7 de octubre, se esmerará en convertir dicha fecha en un acto proselitista más. Vociferarán, siempre mirando hacia atrás, afirmando que se trató de un golpe de Estado de la derecha pro imperialista. Mal se ha dicho que se pretendió derogar la Constitución de 1999, pues mi juramento estuvo explícitamente dirigido a rescatarla, tras un brevísimo período de facto. El régimen, con su poder mediático sigue hablando de golpe, cuando se trató de un vacío de poder.
No había en ese momento otro propósito que no fuera restablecer el orden constitucional. Hoy rememoramos la masacre del 11A de manos de militantes oficialistas contra una marcha pacífica. El único dirigente de la sociedad civil que trató infructuosa pero insistentemente de impedir que la marcha llegara a Miraflores fue quien esto escribe.
Se perdió una oportunidad que a todos duele, pues la acción de la sociedad civil, del sector militar, de la Iglesia, de profesionales y venezolanos del común, no condujo a la salida deseable.
Si se perdió una importante batalla en abril de 2002, no se ha perdido la guerra contra el totalitarismo.
ildegargil@gmail.com
Repetimos, juzguen ustedes.
