Fue el comandante Fidel Castro quien se refirió, por primera vez, a las bases militares instaladas en Colombia durante el ejercicio de gobierno del paraco y narcotraficante Álavro Uribe Vélez, como las “siete puñaladas” clavadas en el corazón de Nuestramérica.
Esas bases, pese a las presiones internacionales y la crítica elevada desde difernetes organismos internacionales y, especialmente del sur de Nuestramérica, jamás han sido desinstaladas. Ese hecho, pese a las promesas “pacificadoras” del jefe de polícía de Uribe -el señor Juan Manuel Santos-, durante el ejercicio de su mandato, y ahora elevado al estatus de presidente de aquella nación, confirma que en Colombia, desde hace una cuantas décadas, gobierna siempre “el mismo musiú imperial pero con distinto cachimbo”.
En Colombia gobiernan los Estados Unidos y sus políticas imperialistas, a través de serviles presidentes que pueden expresar estilos diferentes, pero una misma orientación en su tarea de contribuir a preservar los intereses del gran capital en la región y de servir -eventualmente- de plataforma militar para el “equilibrio”, cada vez que las circunstancias así lo requieran.
En los últimos días eso se ha hecho nuevamente evidente. El socarrón gobernante de Colombia, Juan Manuel Santos, dejó claro con sus últimas acciones y palabras hacia Venezuela, a qué intereses sirve y cómo su papel presidencial está a la justa medida de lo que quieren los Estados Unidos para Venezuela y los países del área, cuyos pueblos encabezan transformaciones revolucionarias que apuntan siempre hacia un cambio radical de sociedad y definición socialista.
Es obvio que a Colombia poco le importa que se dé la paz en su territorio. Nuestro Comandante Supremo, Hugo Chávez, así lo había detectado claramente y, por eso su contribución a la paz verdadera fue siempre indiscutible, como también lo es ahora, bajo la presidencia y liderazgo del camarada Nicolás Maduro. Chávez entendió y sostuvo siempre,que las Farc debían cambiar su estrategia y actuar incondicionalmente en una transición hacia la lucha política y alejados del uso de la fuerza militar que, finalmenmte, no conduciría a nada sino a brindar aval a las políticas y discursos imperiales, a través de los distintos gobernantes colombianos.
Lo que acontece en la presente coyuntura de nuevas hostilidades hacia Venezuela, en las que el imperio yanqui vuelve a utilizar al gobierno de Colombia para tratar de alentar una desestabilización en nuestro país y en el continente, es la misma práctica constante que suma unos 200 años de traiciones y tramperías al mejor estilo santanderista, activado contra el Libertador Simón Bolívar, contra su pensamiento y contra su legado que, sólo la Revolución Bolivariana ha logrado recuperar como vanguardia de pensamiento para la lucha por nuestra definitiva independencia y la construcción de la Patria Nuestroamericana y socialista.
Lo que acontece en este momento con las relaciones entre Colombia y Venezuela es más de lo mismo que hemos padecido desde hace un par de centurias. Por eso es importante no bajar la guardia ni un instante. Venezuela, la Revolución Bolivariana están en peligro permanente y el enemigo al que enfrenta es demasiado poderoso y es al que debemos vencer. Unidad patria, unidad de las y los revolucionarios, como única fórmula para perseverar y cumplir el legado de nuestros libertadores, Simón Bolívar y Hugoa Chávez.