Con el apoyo de las monarquías del Golfo, Turquía e Israel, el imperio estadounidense inició la desestabilización de Siria, aplicando el mismo modelo que utilizó en Libia, en su afán de controlar los yacimientos de gas y petróleo del oriente medio y del mediterráneo oriental, a través de la imposición de gobiernos subordinados a sus intereses.
Infiltraron un ejército de mercenarios desde Turquía, cuyos actos terroristas en contra de la población, fueron endosados al gobierno de Bashar Al-Asad. Crearon un escenario mediático de “guerra civil”, para justificar la aplicación de la doctrina imperial de la “seguridad humana”, con la excusa de “proteger a los civiles” a través de “medidas humanitarias”, como las que ensayaron en Libia, con su más de 20.000 “bombardeos humanitarios”, provocando decenas de miles de muertos.
Tal como ocurrió en Libia, también en Siria Al-Qaeda -bajo el mando de Abdelhakim Belhaj, lugarteniente de Osama Bin Laden- ha tenido un rol protagónico. Se confirma la tesis según la cual Al-Qaeda fue promovida por la CIA para enfrentar a la URSS en Afganistán y pone a valer la opinión de algunos expertos, que consideran el ataque a las torres gemelas como una operación encubierta, ejecutada para justificar las sangrientas guerras imperialistas que emprendió EEUU contra el “terrorismo” en Afganistán, Irak, Libia y ahora Sira, para sembrar el terror y provocar la muerte de millones.
Ni la OTAN, ni la UE ni la Liga Árabe respaldaron la iniciativa del “nobel de la paz” de realizar un “ataque limitado” a Siria. Tampoco fue acompañada por más del 60 % de los estadounidenses. Enredado en sus falacias, Obama tampoco pudo convencer a la mayoría del Congreso de su acusación contra Bashar Al-Asad por el uso armas químicas contra su pueblo. Mientras tanto, se fortalece la versión que señala a los “rebeldes” como ejecutores de la masacre. Ante un escenario de aislamiento, Obama aceptó la propuesta de Rusia de “congelar el ataque” con el compromiso de Siria de suscribir la Convención contra las armas químicas y eliminar su arsenal bajo la supervisión de la ONU, reafirmando con ello su voluntad de buscar un acuerdo político que detenga la injerencia que desangra ese país y le dé un chance a la paz.