En el año 1620 un grupo de calvinistas puritanos abandonaron a Inglaterra huyendo de las persecuciones de Enrique VIII y arribaron a Massachusetts en búsqueda de la nueva Tierra Prometida.
A partir de allí y basados en un designio bíblico, tanto los colonos como los capos de la economía, los representantes de la iglesia, los militares y los gobernantes, auto identificados como “pueblo elegido”, utilizaron y siguen pretendiendo utilizar la fe para justificar un supuesto destino manifiesto: enriquecerse, expandir su poderío y dirigir el mundo.
Veamos las afirmaciones de algunos de los prohombres del monstruo del norte, citados por Roger Garaudy en su “Breve Historia de los Estados Unidos”:
- George Washington: Cada paso que hace avanzar a los EEUU en la Vía de la independencia nacional parece llevar la marca de la intervención providencial.
- Herman Melville: … somos un pueblo elegido, el Israel de nuestro tiempo, llevamos sobre nuestros hombros el arca de las libertades.
- Nixon: Dios está con América. Dios quiere que América dirija el Mundo.
Así los demás…
Obviamente este imperialismo providencial requería desde sus inicios la imposición de un pensamiento único basado en los mitos de la Tierra Prometida y del Pueblo Elegido e inoculado por los grupos dominantes en la población llana para argumentar inicialmente el exterminio de los indígenas y la explotación de los negros esclavizados en nombre de Dios. Y posteriormente, para justificar los crímenes cometidos contra otros países y pueblos en nombre de ese destino manifiesto supuestamente divino y civilizatorio.
Respecto a la profunda penetración del “espíritu americano” en el pueblo, ya en 1840 Alexis de Torqueville señalaba: En EEUU el soberano es religioso y la hipocresía común… No conozco un país donde haya tan poca independencia de espíritu y tan poca discusión como en los EEUU. Veinte años después y en ese mismo sentido afirmaba Thoreau: Nadie tiene necesidad de una ley para controlar la libertad de prensa. Ella misma se encarga de controlarse, incluso más de lo necesario.
La cultura y el modo de vida derivados de los mitos de la Tierra prometida, el pueblo elegido y el destino manifiesto, sintetizados en la inscripción que aparece en los billetes de dólar: En Dios confiamos (In God We Trust), han servido para defender la propiedad privada, la preeminencia de los intereses individuales sobre los colectivos, el dominio y explotación de los no elegidos, el papel del mercado como ente regulador natural, la dupla esfuerzo individual - éxito empresarial, así como la expoliación de países foráneos a través de distinto tipo de intervenciones y guerras.
John Rockfeller: Dios es quien me ha dado la fortuna… El poder de ganar dinero es un don de Dios…Habiendo recibido este don, estimo que es mi deber es ganar todos los días más dinero y emplearlo para la humanidad según el modo que me dicte mi conciencia.
Afortunadamente la hegemonía cultural también está en crisis. Ya no les está resultando tan fácil a las clases dominantes venderse como modelos ideales ni calificar de perdedores (looser) a quienes, por no contar con un canal directo de comunicación con Dios, solo cuentan con su fuerza de trabajo. Menos aún convencerlos de que son ellos y no el sistema los responsables de sus limitaciones y fracasos.