La primera vez que entré a un burdel lo hice rodeado de las más absolutas medidas de discreción. Si me ponía bocón, aún hoy arrastrara el retruque que dejan los chalequeos hirientes y acertadamente confeccionados en nuestros barrios. Lo peor de todo, es que jodedores y jodedoras se hubieran coleteado la razón laboral de aquel estreno porque, en efecto, lo hice obligado por una misión de trabajo. Era lector de medidores en la Electricidad de Caracas y en la ruta que me fue asignada ese día, estaban dos de esas casas que seguramente aportaban buenos ingresos a la compañía visto el constante “servicio” carnal que ofrecían las 24 horas del día.
Aquel recuerdo, de hace 35 años, me llega con toda lucidez a raíz del encuentro que con un diplomático gringo sostuvo la derechista Gaby Arellano, según se observa en un video mostrado por Jorge Rodríguez, Tareck El Aissami y Diosdado Cabello el jueves pasado.
La Arellano, tan dada a hacerse la paisa cuando de desestabilización la inculpan, no ha fijado posición en torno al asunto. No ha dicho si su encuentro de esa vez con el consejero político de la embajada de EEUU fue para jugar dados, tomar té, leerles las cartas o armar la quiniela del Mundial de fútbol, lo que da pie para creer que sí era “para orquestar planes golpistas en contra del gobierno del presidente Nicolás Maduro” como afirmaron esa noche Cabello, Rodríguez y El Aissami, integrantes del Alto Mando Político de la Revolución.
Como hace 35 años, esta vez también me gustaría ser precavido. Quiero pensar que la perpetua autodirigente estudiantil no ha empleado su acostumbrada alharaca porque prefiere hacerlo este martes 17 de junio en el Sebin, a donde fue citada por el Ministerio Público para que declare en calidad de testigo.
Como se nota, tienen rasgos comunes nuestros cuentos en materia de casas de citas. La diferencia es que, en el mío, nadie podría pensar que estuve cerquita de traición a la Patria.
¡Chávez vive…la lucha sigue!