Quienes suponen exageradas y desfasadas las declaraciones de advertencia emitidas por el Presidente Hugo Chávez sobre los planes en marcha del gobierno de Estados Unidos para invadir a Venezuela, ignoran –quizás de modo inconsciente o condicionado- que la política exterior de Washington, desde la declaración unilateral e interesada del Presidente James Monroe, en 1823, siempre ha estado signada por su carácter intervencionista e imperialista, cuyas huellas se hicieron sentir en gran parte de nuestra América, desde mediados del siglo XIX hasta el presente, de manera atroz y abusiva. No debe sorprender, por tanto, que ante la agresividad verbal de la camarilla neoconservadora que controla el poder en EE.UU. y su predisposición en hacer de la guerra preventiva su principal instrumento de dominación a nivel mundial, el gobierno venezolano esté dando la voz de alerta y prepare a su pueblo para resistir los ataques imperialistas. Aún más cuando las líneas maestras de su política internacional están dirigidas a promover la integración latino-caribeña y un mundo multipolar que elimine cualquier tipo de subordinación neocolonialista en nuestros países.
Además, quienes critican las advertencias de Chávez olvidan adrede que el proceso revolucionario bolivariano, inspirado en el ideario del Libertador Simón Bolívar, está llamado a ser un proceso antiimperialista por antonomasia, dado que proclama el derecho que tienen todos los pueblos a su libre autodeterminación, a la paz, a la justicia y a un orden económico internacional que borre para siempre la explotación y las desigualdades económicas creadas por el sistema capitalista; cuestiones todas que, forzosamente, plantean un enfrentamiento con el imperialismo yanqui, ya éste defiende todo lo contrario. Ello tiende a agudizarse también, cada día más, si tomamos en cuenta cuáles son los intereses vitales de EE.UU., sobre todo, en materia de hidrocarburos, se podrá entender –simple vista- el por qué de las preocupaciones de Washington por la evolución política de Venezuela, cuyas reservas petroleras probadas sugieren ser las mayores del mundo.
Con el arma del petróleo en mano, el gobierno chavista prueba que sí es posible adoptar una política independiente respecto al imperialismo yanqui y de sus aliados del Grupo de los Ocho (G-8), lo que genera toda una serie de situaciones totalmente adversas al tutelaje que éstos le impusieran a los países tercermundistas a finales de la Segunda Guerra Mundial y, con mayor énfasis, desde la implosión de la Unión Soviética en la última década del siglo XX; primero, con el cebo del desarrollo capitalista que algún día alcanzarían y, ahora, con sus tropas desplegadas en cualquier punto del planeta donde crean vulnerados sus intereses imperialistas, pisoteando impune y abiertamente el Derecho Internacional y las recomendaciones de la ONU.
Creer que Venezuela no será un blanco del intervencionismo de EE.UU., con la complicidad de sus socios europeos y, hasta, latinoamericanos (recuérdese el Plan Patriota en Colombia) es harto ilusorio. Las perspectivas muestran otra cosa. De ahí que sea fundamental que el pueblo venezolano disponga de una concepción antiimperialista más profunda que una simple proclama, ya que requiere ahondar más en la visión continentalista de Bolívar y de otros luchadores antiimperialistas para superar la contradicción existente entre lo que se afirma y lo que se hace, por ejemplo, en la industria petrolera, permitiendo la instalación de transnacionales directamente vinculadas al gobierno neoconservador de Bush. Lo otro es el carácter anticapitalista que esta posición ha de tener porque no es posible desvincular al capitalismo del imperialismo, ambos íntimamente ligados, siendo ésta la parte más débil del diseño de la Venezuela antiimperialista que se quiere levantar.-
¡¡Hasta la Victoria siempre!!
¡¡Luchar hasta vencer!!
¡¡¡REBELDE y REVOLUCIONARIO SIEMPRE!!!