John Negroponte ha dicho que Venezuela hace gastos extravagantes, y que
eso preocupa a EE UU. Cuando el llamado Locoven (CAP) despilfarró unos 50
mil millones de dólares durante su primer mandato, las asociaciones
empresariales del Norte lo elogiaron y le encomiaron a que continuasen con
sus planes económicos, básicamente sustentados en proyectos neocoloniales;
Heny Kissinger lo felicitaba, el Congreso estaba encantado con este hombre
que se parecía cada vez más a Rómulo Betancourt; invitaciones del alto
gobierno norteamericano le fueron cursadas hasta para entregarle un
doctorado Honoris Causa en una de esas universidades progresistas y
altamente dedicadas al asunto de los negocios empresariales con América
Latina.
CAP estaba entonces que no cabía en su piel, visitaba un promedio de tres
a cuatro veces EE UU para recibir éstos y muchos otros honores, y en una
exclusiva zona de Nueva York le compró un bello apartamento. ¿Quién carajo
se iba a estar preocupando en el Departamento de Estado, cuando CAP compró
para Maracaibo recolectoras de nieve o cuando le regaló un barco a
Bolivia?
Venezuela se endeudó en esa época más allá de todo delirio y jamás hubo un
solo comentario por parte de algún funcionario de la Casa Blanca sobre
tamañas barbaridades despilfarradoras. Fue CAP quien inició aquello de la
Venezuela Saudita, el que inauguró la importación de exquisiteces y whisky
caro, que se conseguían por tres lochas en todas partes. Con él nació la
manía del “Ta´barato dame dos”, de la gente que se iba hacer mercado hasta
para comprar harina pan a Miami. Todo eso estaba muy bien para los
Negropontes de entonces, pero mejor aún la adquisición de armamentos para
nuestra FAN, porque lo que nos llegaba era pura chatarra y en ocasiones ni
siquiera a chatarra llegaba si recordamos los casos aquellos de la perra
de la guerra llamada Gardenia, amante de Orlando García (el de “ni una
navajita”) en el famoso affaire de la repotenciación de los tanques
AMX-30.
Todo aquello estaba muy bien porque se pagaban fortunas por equipar
nuestras Fuerzas Armadas, pero casi todos lo que llegaba eran inservible.
No sé si recuerdan lo que se decía durante el alzamiento del 27-F, que las
bombas que se lanzaron en Caracas desde los aviones, afortunadamente jamás
estallaron por malas. No se diga de aquellos cohetes israelitas que
recibió Arias Cárdenas en Maracaibo y cuyo Know How nunca llegó. Estafa
tras estafa en todos los órdenes, pero Venezuela era entonces una bella
democracia para el imperio. Eunuco tras eunuco se instalaba orondo en
Miraflores, pero EE UU jamás se llegó a irritar con ellos. Eran sus
honorables hijos puta, tan admirables y encomiables como los Somoza, como
los Chapita, los Duvalier, los Stroessner, los Pinochets. ¡Ah, si el
mandatario actual hubiese sido tan honorable como aquellos imbéciles
sometidos, para EE UU América Latina marcharía de maravillas, sin dolores
de cabeza, feliz y no existiría un solo manchón para incluirlo dentro del
eje del mal.
Con desesperación están ahora los Halcones buscando un pichón de asesino a
lo Pinochet para colocarlo en Venezuela; no lo encuentran y por eso han
descubierto que tenemos a un presidente extravagante que no respeta las
reglas del juego democrático. Qué vaina.