Las viciadas visas de una mafia imperial

Al más rancio e hipócrita estilo de los Pram de las cárceles venezolanas el gobierno forajido de los Estados Unidos nuevamente hace honor a su descarada desvergüenza. Los últimos señalamientos sobre establecer sanciones a altos funcionarios venezolanos por, supuestamente, violar los Derechos Humanos durante las jornadas de protestas de 2014 resultan francamente estúpidas, más cuando últimamente en sus propias narices, y a pesar del cerco mediático, pululan enardecidas manifestaciones de repudio sobre la manera como la Fuerza Pública veja y asesina a ciudadanos simplemente por su color o raza, sin mencionar los desmedidos métodos de represión que utilizan para aplacarlas, de cuya brutalidad y excesos incluso el propio Obama abogó fueran algo más discretas.

Las décadas y sistemáticas torturas y violaciones a los Derechos Humanos cometidas por el gobierno sionista de Israel en contra del pueblo palestino, el desangrado y desaparecido Estado de Derecho mexicano, no solo a razón de los 43 normalistas desaparecidos, y la enorme lista que sobre su haber lleva EEUU más que preocupar debería de reanimar al pueblo venezolano por estar siendo verdaderamente calificado por el gobierno más descalificado del mundo.

Nuevamente, con el gran despliegue de sus asfixiantes aparatos mediáticos a los que nos tienen acostumbrados, pretenden acorralar al pueblo venezolano para que sus pares connacionales, tan apátridas como desmoralizados, reaviven su estrategia de desgaste mediante la Guerra Económica. No cabe duda que vienen con todo, la pérdida en los precios del petróleo, el saqueo a la nación vía contrabando, la feroz arremetida contra el salario de los venezolanos a través de la especulación, son amenazas que indiscutiblemente recrudecerán en el próximo año, y solo podrán ser abordadas y vencidas bajo la vanguardia de nuestro Proceso Revolucionario: El Poder Popular.

Hoy más que nunca resultan oportunas las palabras de Ignacio de Loyola cuando afirmaba que “en una fortaleza sitiada cualquier crítica resulta una traición”. No se trata de desterrar la crítica, se trata de que ésta no sea la que nos termine desterrando. La unidad resulta la primera condición para afrontar esta batalla, y mantener en alto el espíritu revolucionario será la primera prueba para vencerla. Será en el campo de las ideas donde, indiscutiblemente, se decidirá nuestro destino. En la capacidad que tengamos de multiplicar los verdaderos valores que formaron y engrandecieron, ante la Historia, nuestra Patria. Solo así podremos deslastrarnos de todas esas viciadas visas de corrupción y pillaje que nos proponen y nos impone el putrefacto accionar de este Imperio.


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Waldo Munizaga


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