Ciertamente, es evidente que en estos quince años de la Revolución Bolivariana hay una constante que hay que reconocer: el afán y los esfuerzos permanentes y sostenidos de los EE.UU. y de los sectores internos que le sirven de apoyo, dirigidos a recuperar la factoría petrolera favorita, que se les fue de las manos producto del proceso bolivariano.
Durante estos años han ensayado todo tipo de estrategias para recuperar el poder en Venezuela, pero el resultado ha sido más bien contraproducente; el pueblo se ha radicalizado, y no solamente esto, en casi toda la región se han producido fenómenos que replican la experiencia revolucionaria iniciada en Venezuela, robusteciendo así, el proyecto bolivariano.
Los pueblos latinoamericanos han logrado vislumbrar el carácter imperialista de los EEUU y la corporación militar que gobierna a esa unión de estados.
Pero a pesar de que estos aspectos indican una altísima evolución en los niveles de conciencia de una gran parte del continente, hay que reconocer que los efectos de los ataques a la economía y las mismas debilidades de factores internos del proceso revolucionario, han debilitado el avance de la revolución y la han colocado en una situación que pudiésemos considerar como complicada.
Desde mi punto de vista, muchos de los voceros del proceso han realizado críticas incorrectas a la oposición, al insistir “que la democracia necesita una oposición seria”. La oposición siempre ha estado centrada en su propósito antinacional y entreguista, ésta es la más seria de sus posiciones, y en este respecto, considero que una democracia revolucionaria no necesita este tipo de oposición.
Por el contrario, la oposición venezolana es un estorbo para la construcción de una verdadera democracia popular y para la constitución de un verdadero bloque hegemónico, que no sólo mantenga el poder político (cosa sumamente importante), sino que también asuma la tarea histórica de luchar contra el sistema capitalista, ésa debe ser la verdadera esencia de un proceso revolucionario. Que exista o no oposición, o que ésta esté dividida, no es nuestro problema; para ser sincero, ojalá no se pongan nunca de acuerdo, eso le haría un gran favor a nuestro pueblo. Pero la política no es un problema de deseos, es la ciencia de la razón y la fuerza.
Ellos saben que en estos momentos el gobierno y las fuerzas populares están unidos, la fórmula razón y fuerza están en equilibrio, por tanto, su táctica en la actualidad es romper dicho equilibrio, y persiguiendo este objetivo, usan todo tipo de estrategias para poder romper la unidad popular. La oposición por ahora no hará mayor presión debido a que son ellos directamente la cara visible de las fuerzas que luchan contra la revolución. Ahora su táctica ha cambiado, el análisis de sus fracasos los lleva a plantear acciones que exacerben a la población, es decir, buscan producir las mayores incomodidades posibles, a fin de causar irritación en la gente e ir generando desgaste en las fuerzas populares.
Su táctica está velada, “buscan una implosión en el seno de la revolución”, pues saben que ellos en sí mismos carecen de identificación con los sectores del pueblo, incluso diríamos que, en lo inmediato no están interesados en tomar el poder político o “tumbar al gobierno”, están conscientes de que este objetivo no lo pueden lograr sin el concurso de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana y el apoyo popular. Saben que no tienen proyecto más allá de aplicar un paquete neoliberal que les permita rescatar su anhelada factoría petrolera, para ponerla de rodillas nuevamente a los intereses del capital internacional, en función de ello, juegan a la desesperanza y al desencanto emocional del pueblo hacia la Revolución Bolivariana.
Los sectores revolucionarios tenemos la responsabilidad y el deber de hacer una clara lectura del momento: el llamado a paro –del cual nadie se hace responsable- no es el camino tomado por gran parte de la oposición, ellos bien saben que de esa manera no tomarán el poder o por lo menos el pueblo no se los permitirá. Lo que sí tienen claro es la táctica de generar malestar, para estratégicamente ir desgastando la voluntad del pueblo a favor de la Revolución. Los escuálidos están claros de que en este momento lo estratégico no es tumbar el gobierno, lo que al final buscan es detener la Revolución, o lo que es lo mismo, frenar el primer ensayo de liberación iniciado en este joven siglo XXI. Ése es su verdadero objetivo.
¿Qué debería hacer la Revolución y los revolucionarios para evitar tales pretensiones de la burguesía parasitaria y plutocrática?
En primer lugar, todo el pueblo organizado debe participar en las comunas que permiten la gestión eficaz del gobierno, utilizando los recursos que poseemos para garantizar el abastecimiento de la población.
Además, se debe declarar la emergencia económica acompañada de las expropiaciones a aquellos sectores comprometidos con las campañas de desestabilización, tocándole con ello el mayor de sus intereses: la propiedad. Esto es a lo que realmente le temen y lo que les puede hacer retroceder.
También es importante, fomentar en la población la comprensión del significado que tienen los grandes avances que en todos los terrenos ha tenido esta revolución y el pueblo. Se trata de demostrar que todos estos logros sólo han sido posibles en revolución.
Igualmente, se deben fortalecer las alianzas internacionales, no sólo en el ámbito político, sino también en la cooperación para el logro del abastecimiento en todas las áreas de la economía, lo que permitirá bajar los niveles de angustia causados por la guerra económica.
El mensaje del Presidente Nicolás Maduro ante la Asamblea Nacional, fue acertado en la mayoría de los aspectos que hay que atacar en la coyuntura, sin embargo, no está de más que todos los actores y sectores involucrados en este proceso nos preguntemos: ¿Qué haría el Comandante Chávez en una situación como la que está atravesando el pueblo y el Gobierno Revolucionario?