Hace algunos años tuve un Volkswagen del año ‘67, el pequeño auto obra del ingenio alemán, que llegó a ser para 1937 uno de los vehículos más aerodinámicos de la producción mundial, es también conocido con el nombre de escarabajo. Se dice que esta maravilla, en algún momento, fue el carro del pueblo o el vehículo de los trabajadores.
Los domingos cuando solía ir de paseo con mis hijos, ellos al encontrarnos en la carretera otro automóvil parecido a nuestro escarabajo, enseguida decían con fascinación la frase: ¡Se parece igualito! A lo que yo respondía: ¡Más fino! Y me engreía con mi escarabajo año ‘67.
Lo mantenía muy cuidadito, incluso en mejores condiciones que el escarabajo que tiene el Presidente de Uruguay, Pepe Mujica, sólo que por el mío nunca me ofrecieron la cantidad de dinero que le han ofrecido a él.
En la universidad donde soy profesor, al estacionar mi pequeño auto, era la admiración de muchos estudiantes que anhelaban siempre que yo les vendiese mi maravilla alemana: ¿Profesor usted no vende ese carrito? No, les respondía. Y así seguía mi vida con mi reliquia automovilística. Aquel auto viejo representaba un tesoro para mis queridos estudiantes, no por el carrito en sí mismo, sino por lo que costaba para esos días, cualquiera podía tener un “Volkswaguito”. De igual forma, en muchas ocasiones era también víctima de sus chanzas, por lo "anticuado" de mi cacharrito.
Aquiles Nazoa nuestro querido poeta, también tuvo su escarabajo, y como él muchas celebridades.
El mismísimo Comandante Hugo Chávez Frías, en una de sus tantas victorias electorales, se presentó al centro de votación sorprendiendo a todo el mundo, conduciendo un escarabajo rojo rojito.
Recuerdo para aquel momento el grito de mis hijos que miraban la televisión y enseguida, al ver Presidente bajándose de su Volkswagen, me dijeron: ¡Mira papá, Chávez tiene un cucurucho igual al nuestro! Y luego nuevamente la frase: ¡Se parece igualito! De allí que adopté la frase esa de: ¡Se parece igualito! Para usarla en situaciones de la vida que se asemejen o sean casi iguales.
Por ejemplo, cuando vemos lo que está ocurriendo en la actualidad en Venezuela, con la guerra económica, los problemas de la escasez de productos, las colas, la irritación que causa la desaparición de papel sanitario, detergentes, toallas sanitarias, entre otros, utilizaré la frase ¡se parece igualito! Pero esta vez no para referirme a mi Volkswagen ‘67, sino a este texto extraído del libro escrito por Isabel Allende en su obra “La casa de los espíritus”.
En un pasaje de la misma, al describir los acontecimientos que ocurrieron en Chile durante el derrocamiento del Presidente Salvador Allende, en la década de los setenta en Chile, cuenta la escritora lo siguiente:
"El pueblo se encontró, por primera vez, con suficiente dinero para cubrir sus necesidades básicas, y comprar algunas cosas que siempre deseó, pero no podía hacerlo, porque los almacenes estaban casi vacíos.
Había comenzado el desabastecimiento, que llegó a ser una pesadilla colectiva.
Las mujeres se levantaban al amanecer, para pararse en las interminables colas, donde podían adquirir un escuálido pollo, o papel higiénico...!
Se produjo la angustia de la escasez, el país estaba sacudido por oleadas de rumores contradictorios, que alertaban a la población sobre los productos que iban a faltar, y la gente compraba lo que hubiera, sin medida, "para prevenir" el "futuro".
Sin coba, como dicen los chamos, ¡se parece igualito!
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