“Escritores de izquierda respaldan al gobierno y se manifiestan contra la injerencia gringa en Venezuela”, dice un largo comunicado publicado por diferentes medios. Antes era habitual que un comunicado
tuviese como título, “escritores de izquierda condenan la conducta servil del gobierno ante la injerencia imperialista”. Lo que avala un cambio sustancial y cualitativo.
Sucedía y podría suceder que en lugar de la palabra escritores fuese sustituida por la de “intelectuales”.
Es bueno resaltar que, en buena medida aquí quien edita, es el Estado; aunque es digno reconocer que desde que Chávez llegó al gobierno las editoriales oficiales han reventado todas las marcas. Las editoriales privadas no se arriesgan a publicar a todo el mundo porque, está de por medio la lógica del capitalismo. En cambio en Librerías del Sur, de las editoriales del Estado, se venden libros de escritores de todos los niveles, especialidades y muy buena calidad en lo que respecta a impresión y presentación a precios que producen asombro.
En el pasado, quien firmaba esos comunicados contra gobierno adeco o copeyano, dentro de una lista de artistas, intelectuales, escritores o lo que fuese se rayaba.
Nunca olvidaré como Sanín o Alfredo Tarre Murzi, siendo Ministro o Director de cultura – no recuerdo bien el rango de entonces – a todo intelectual o escritor que se le pusiese por delante para llamarle la atención le publicaba, subvencionaba y hasta a unos cuantos enviaba a Europa con beca a estudiar o alcanzar sus sueños en una sinecura como Agregado Cultural en una embajada.
Por eso, en esos tiempos, no abundaban muchos “los intelectuales, escritores y artistas” dispuestos a firmar esos comunicados, “aunque fuesen de izquierda”. Nunca olvidaré a un camarada economista, profesor de la UCV, con suficiente rango académico como para no temer por su seguridad laboral, que me dijo “voy a marginarme de la militancia porque quiero acceder a ciertas informaciones para escribir un libro donde haré graves cuestionamientos”; no sé si escribió ese libro; creo que no, pues el tsunami que pudiera causar su libro, según su expectativa, después de tantos años, no se ha producido. Lo único de lo que sé es del “Caracazo” y el “Por ahora” de Chávez.
Por cierto que, antes en la IV, cuando salían esos comunicados, que de alguna manera censuraban al gobierno de turno, lo que implicaba que estábamos en oposición, solíamos aparecer. Eso se pagaba con mucho y se pagó, por lo menos, con no tener acceso a esas “bondades” de las cuales hemos hablado, incluyendo el ninguneo a la información.
Pienso que esto sucede por muchas cosas. Claro, uno incompetente para llegar al meollo del asunto o la causa de la modelación de la conducta, empieza por una vieja pregunta que nos hacemos desde hace años, pese a que las respuestas parecieran estar en el diccionario.
¿Quién es escritor?
El DRAE trae cuatro acepciones; veamos:
1.- Persona que escribe
2.- Autor de obras escritas o impresas
3.- Persona que escribe al dictado
4.- Persona que tiene el cargo de redactar la correspondencia de alguien.
De acuerdo con eso, el número de escritores es mayor de lo que uno habitualmente cree porque aplica acríticamente la acepción segunda.
Si queremos ser estrictos o exigentes, la primera acepción también deberíamos tenerla dentro del juicio anterior. Pues sería como infantil tomar a alguien como escritor a partir del momento que su obra aparece impresa. Vean que el diccionario habla de “escritas o impresas”, lo que significa darle el mismo valor o significado a las dos palabras. Pero admitiendo que no es así, sino que es suficiente haber escrito y que de eso haya constancia, para que a quien escribe se le tome como escritor. Esto tiene un defecto, la persona sería escritor, no habiéndosele publicado nada, si hay quién o quiénes le avalen, lo que lo haría prisionero de un cogollo. Pero también podría suceder como aquellos muertos que votan.
Pero todavía así, el número de escritores sigue siendo muy grande, más de lo que muchos piensan. Claro, puede haber buenos, muy buenos, excelentes y hasta malos escritores, en donde uno supone está. Lo supone porque eso es obvio. Pero cualquier calificación de esas no le niega a quien escriba “obras”, que es escritor. Por eso no es incongruente, por lo menos, decir “fulano es mal escritor”. Así como hay malos peloteros o albañiles. Hay quienes no nos preocupamos si no logramos ser buenos, con tal de intentar decir más de lo posible con las palabras habituales. Lo que si queremos resaltar que somos escritores porque en eso nos la pasamos todo el día.
Obra, para lo que nos interesa es “producto intelectual” y “particularmente de alguna importancia”.
Nadie tiene que ir a la UCV para ser escritor. Simón Rodríguez no fue a ninguna universidad; Andrés Bello, tampoco. Aquiles Nazoa, menos; aunque por su obra, la UCV creó una cátedra con su nombre. Abundan los grandes escritores que fueron humildes maestros.
Pero en lo de la “importancia”, ¿quién tiene la varita de virtud o licencia para decidir eso? No haber ganado concurso alguno no le niega a nadie su condición de escritor, si ha escrito y, además goza “de alguna importancia”. Pues no hay manera de negarle a quien ha escrito que lo suyo no tenga “alguna importancia”; eso sería demasiado mezquino.
Lo último, me hace recordar como en la década del sesenta, en sus comienzos, si mal no recuerdo, había como un cogollo que decidía quienes eran escritores o no. Así hubo quienes decidieron que Renato Rodríguez no lo era; como tampoco Argenis Rodríguez. Hoy no es difícil percatarse que aquello fue más que una falacia; una maldad.
De donde uno ha llegado a la conclusión que para algunos es escritor o artista, sólo aquél que goza de la anuencia de un cogollo; los demás, aunque escriban, solamente son cagatintas. Hay quienes hasta pudieran pasar de tales sin haber escrito nada pero están dentro de las tribus. ¡Eso no sería nuevo!
En los inicios de la década del sesenta, cuando había nacido el MIR, Domingo Alberto Rangel solía usar esa palabra cagatintas para referirse a los articulistas de opinión de la derecha. Si bien la palabra se usa despectivamente para referirse a un oficinista, rellenador de formas y formularios, Rangel la utilizó para apostrofar como malos opinadores a quienes aquella palabra aplicaba. Pero todavía así, seguían siendo escritores; pues nada avala a nadie para pedirles el título académico, ni existe una instancia que determine, tiene derecho, para decidir si lo que se escribe es importante o no; eso es muy relativo.
Lo que pasa, es que como los cogollos de los partidos, esos que un amigo académico les llama tribus, existen cogollos de escritores que deciden quienes son sus colegas y quiénes no.
Desde tiempo atrás, se sabe que entrar a un concurso literario, con pretensión de ganarlo, sin tener vínculos con alguna de esas tribus, es como intentar conseguir un boleto de avión de hoy para mañana. Es decir, lo fue ayer y todavía sigue siéndolo. No hay universidad que dé títulos de escritor, es cierto; pero si hay alcabalas por pasar para que a uno le admitan como tal.
No sé cuál es la cábala, santo y seña para que a uno le publiquen un libro. Porque si uno no está en el cogollo, aunque gane un concurso, habrá alguien, quien tiene la llave, cerrará imprenta para que ese libro no salga. Saldrán muchos y muchísimos libros, uno les ve, no lo niega, pero otros no saldrán porque carecen de la bendición y santo y seña.
No vaya usted a creer amigo que esto lee, que tal comportamiento lo asumen los de un lado. ¡No! En los lados de la costa se comportan igualitos.
Por eso, pese a que alguien cumpla con lo dispuesto en la acepción segunda del DRAE, que es escritor el “autor de obras escritas o impresas”, por debajo de la mesa alguien alegará que su trabajo carece de importancia; y lo que es más grave y agresivo, optarán por ignorarlo; no existe o nunca ha escrito nada y si acaso, lo que ha escrito no es importante. Salvo que forme parte de los círculos de los gurúes que se mueven en los espacios de la cultura y giran alrededor de los tocados por los dioses.
Por eso, quienes estamos amparados por la acepción dos del Drae o “autor de obras escritas o impresas”, pero no formamos parte de tribu alguna y no pensamos meternos en ninguna, mucho menos rendirle pleitesía a nadie, manifestaremos nuestro respaldo al gobierno de Maduro y rechazaremos la injerencia gringa por nuestra cuenta. No importa no nos metan o mejor no nos ofrezcan lista o carta apetitosa. Pero eso sí, si cambiaren las circunstancias, los gringos y la derecha se tomen el coroto, estamos dispuestos a firmar cualquier documento y escribir por nuestra cuenta, seamos o no escritores, contra aquella adversidad.
Seguiremos en la misma actitud; no aceptaremos nos metan en lista para gozar como en la época de Sanín.