Bush no es hombre de reflexionar. Sus neuronas viven súper-alteradas por
las corrientes de viento que entran y salen por las ventanas de la Casa
Blanca. Basta con que alguien muy allegado a su familia le meta
cualquier chisme empírico para que su ‘raciocinio’ actúe por
pragmatismo. Durante el día la emoción por su
egolatría le gana el mayor tiempo de sus movimientos. De noche se la
disfruta soñando por adelantado con la aproximación de los crímenes que
su orden de guerra pueda producir. Bush es de esos que pasan derecho a
la acción sin detenerse a conjugar el verbo. A Bush no lo componen ni
que le realicen la más sofisticada lobotomía que planifique el más
extraordinario y científico equipo de neurólogos del mundo. Nunca
dejará de ser hombre-lobo. Mientras un notable hombre de hacer el bien
suele identificarse por una actividad creativa –escritor, por ejemplo
en el caso de Lenin-, a un hombre-lobo –caso Bush- en su hacer el mal,
le gusta que lo reconozcan como ‘destinado por la providencia’ para
gobernar el mundo.
Todo
imperio que planifica una invasión necesita crear incertidumbre en la
víctima escogida. De eso se ocupa el monopolio de los medios de
comunicación del capital, denominándose siempre como ‘liberal’,
‘ilustrado’ y ‘objetivo’. Elabora y concentra la propaganda para lanzar
su veneno que vaya creando opinión pública de rechazo a la víctima
seleccionada y haga creer que la intervención armada del imperio es la
única alternativa de salvación para salir del “monstruo” pintado
subliminalmente por la desinformación, que es como la clarinada de
transición entre la amenaza teórica y la ejecución práctica.
Antes
de una invasión debe funcionar la maquinaria de la desinformación. El
imperio utiliza a sus ideólogos esenciales para desacreditar a la
víctima recurriendo a análisis de datos adulterados para calar en la
fibra de la intelectualidad que hace vida cotidiana en la lectura y
escritura para su esfera de influencia. En eso se centra gran parte de la propaganda del imperio. En esa misión
trata de comprometer a los voceros principales de estados y gobiernos.
Pero
igual utiliza al escritor vulgar que supone un lector vulgar. El
imperio cree que la masa de pueblo no piensa ni es capaz de pensar. De
allí arranca su política de agitación contra la víctima, confiado en
que dará a esa masa una sola idea para que acepte su intervención.
Un
imperio es capaz de asumir el riesgo de abrir varios frentes, si está
confiado en la debilidad de sus adversarios y en la fortaleza de sus
fuerzas propias. El imperio cree que las armas son un factor
determinante y, en manos de una respetable cantidad de hombres,
decisiva en una guerra. La propaganda y la agitación le acondicionan el
escenario apropiado para la orden de ataque. La misión de la propaganda
y de la agitación es crear el pánico de un pueblo a una intervención
armada foránea y el desmoronamiento, en extrema obediencia, de la
rebeldía que lo ha retado, es decir, la que no acepta ser su epígono.
Bush
no es ‘paciente’ y detesta la reflexión. Su entorno más allegado es
experimentado en eso de saber cuándo dar la orden de ataque. Visita
naciones dando explicaciones en busca de aliados. El mundo de hoy nos
conlleva, por sus contradicciones y necesidades, no a una guerra entre naciones imperiales por el reparto definitivo del mundo, sino entre
continentes por la salvación
del planeta y de la humanidad. Es la ventaja de los explotados y
oprimidos aunque mucho dolor se tenga que pagar por ella.
Bush
es belicoso por dentro y por fuera. Tiene herencia de sangre y de
ejemplo familiar. Su periplo termina dentro de poquitos años. Está
convencido que fue elegido por la divina providencia para dejar huellas
imborrables como el sucesor de Dios en la tierra. Todas las ideologías
que se pronuncian por el exterminio de varios pueblos para ocupar sus
territorios por el imperio, le caen como anillo al dedo. Lleva el
espíritu de la venganza en las pezuñas. Y a éstas, hay instantes en que
no las controla, se le escapan de las manos.
Chávez
no se le va a ir liso. Si no actúa por la hipotenusa, lo hará por la
tangente. En la Casa Blanca se han estudiado las opciones suficientes
para tocar la puerta venezolana y entrar aunque no se la abran o cueste
abrirla. Si no lo ha hecho hasta ahora, es porque todavía permanecen
intactos los intereses de la economía imperialista en nuestra economía
nacional. Bush, mejor dicho su entorno selectivo, cree que Chávez ha
ido un poco más allá de la raya donde es prohibitiva la tolerancia del
imperio. Evo anda nacionalizando hidrocarburos. Un gobierno de derecha,
como el de Ecuador, asustado de caer recupera parte de su recurso
energético que estaba en manos de una empresa gringa. Se le aleja la
posibilidad de rasurarle la barba a Fidel. Ahora en el corazón de la
monarquía puede un ‘forastero’ expresar el
sentimiento antiimperialista. El gobierno más aliado en Latinoamérica
con Estados Unidos vive escándalos que comprometen a la Casa Blanca en
conspiraciones desde Colombia hacia fuera. Los inmigrantes explotados y
oprimidos reclaman justicia en Estados Unidos. El ALCA, antes de nacer,
demostró su felonía antilatinoamericana. El socialismo del siglo XXI ya
no es una broma en la boca de un marxista que cambia el “del” por “en
el”. Crecen las protestas de calles donde antes parecía dominar el
miedo y el silencio. Los gobiernos títeres del imperio sin tapujo
demuestran su contaminación incrementando violación de derechos
humanos. Bush genera repudios masivos con sus discursos de guerra. Han
resucitado los mártires que luchan por la vida de los que les
sobreviven. Los republicanos buscan al mejor demócrata para que los
represente en el poder cuando Bush en desgracia no quiera ser recordado
por ninguno de los que le aplaudieron sus atrocidades.
Bush
tiene preparada su estrategia y su coartada. El hombre-lobo no se
arrepiente de las presas que devora. Bush no consume sopa de gallina,
porque cree que el muslo cubre un hueso de
explosión instantánea. De que intentará cobrársela, téngase por seguro.
Considera a Chávez como un perturbador del verbo, pero en Latinoamérica
ya se están dando unos hechos que preocupan al bolsillo de los
monopolios económicos del capitalismo desarrollado. Los pendejos son
para los vivos, lo dice un dicho y lo confirma el hombre-lobo. A Bush
le gustar estar en el estrado juzgando y condenando y no en el
banquillo de los acusados. Bush se propuso el objetivo de hacer creer
al mundo que Chávez representa un peligro para la paz del hemisferio.
La paz es la garantía del monopolio gringo disponiendo del destino de
otros pueblos. Para eso tiene el mercado mundial y sus soldados de la
muerte.
Bush,
antes de entregar su mandato, intentará dejar vivito el ejemplo de su
poder y servilismo al capital imperialista. Por cualquier vía activará
la caída de Chávez y el rendimiento del proceso bolivariano. Sólo un
pueblo organizado, consciente de su papel y armado –con los componentes
de poder que en nuestro país estén a su favor-, podrá aplastarse el
intervencionismo imperialista en nuestros asuntos internos. Por el
derecho a la paz con dignidad, cumplamos el deber de prepararnos para
la guerra. Sólo las víctimas unidas y dispuestas a emanciparse hacen posible que el
hombre-lobo entienda el momento de su rendición.