La recomposición imperial sobre Nuestra América

Al margen de todo razonamiento ideológico que lo justifique a plenitud, Estados Unidos inició y mantiene una militarización generalizada en todo el continente americano bajo la excusa, primero, de la guerra contra las drogas y, posteriormente, contra el terrorismo internacional. No obstante, la propaganda a su favor no ha podido evitar establecer una relación entre la guerra contra las drogas y la escalada de violencia que se vive en cada país involucrado en la misma, además del alto consumo de drogas que se produce en el mismo territorio estadounidense. Con ello, el imperialismo gringo ha ido conformando en Nuestra América un colonialismo sin territorialidad, contando con el beneplácito de algunos gobiernos confabulados con sus intereses económicos, ideológicos y geopolíticos. Además, en la actualidad, se observa cómo Estados Unidos -en un ejercicio de malabarismo legal para eludir cualquier tipo de acusación respecto a la violación de sus propias leyes, especialmente en materia de derechos humanos- le ha permitido a sus grandes corporaciones transnacionales contar con ejércitos privados, autorizados para supervisar y perpetrar operaciones militares en reemplazo de sus tropas regulares; todo lo cual procura minimizar el impacto que esto podría causar entre la opinión pública interna.

Este sería el gran paso a dar por el imperialismo gringo para ejercer un dominio indiscutible en toda Nuestra América, salvada las situaciones planteadas por los gobiernos progresistas y/o izquierdistas surgidos, principalmente, en Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador y Venezuela, los cuales dieran muestras de independencia y, de uno u otro modo, deshicieron los propósitos hegemonistas estadounidenses contemplados en el ALCA, formulando en su lugar la creación de organismos multilaterales (ALBA-TCP, CELAC, UNASUR) que incluyeran sólo a naciones caribeñas y latinoamericanas. Controlado nuestro continente, Estados Unidos extendería su autoridad imperial al resto de los continentes, utilizando todos los recursos a su disposición, sean éstos militares, diplomáticos o económicos, como ya lo ha hecho y aspira hacerlo exitosamente respecto a China y Rusia; integrando con sus aliados europeos de la OTAN lo que ya algunos denominan un imperialismo colectivo, destinado a gobernar el planeta entero, sin la existencia de mecanismos arbitrales independientes que cuestionen y sancionen sus actuaciones en contra de gobiernos y pueblos, como ocurre con la ONU y, más cercanamente, la OEA.

En este sentido, como lo reseña Juan Pérez Ventura, "la idea de un gobierno mundial controlado por una pequeña élite financiera y económica es cada vez más aceptada por la sociedad. Con la última crisis económica se ha puesto en evidencia que no son los gobiernos los que controlan los países, sino organismos de rango superior a los propios ministros y presidentes. Las decisiones que se toman en cualquier país parecen estar continuamente influenciadas (directa o indirectamente) por entidades como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización Mundial del Comercio (OMC)… etc. Entidades cuyos líderes no han sido elegidos por la ciudadanía y, por lo tanto, están tomando decisiones decisivas sin legitimidad democrática". Para ello, explotan en su provecho el estado de incertidumbre y de indefensión en que se encuentra un porcentaje creciente de la población -ocasionado, entre otras cosas, por el ciclo de militarización (interna y externa), de ofensiva contra diversas regiones del mundo y las crisis económico-financieras protagonizadas y estimuladas periódicamente por las grandes corporaciones transnacionales- induciendo de esa manera la necesidad de elegir gobiernos más identificados con sus líneas económicas neoliberales y conformados, esencialmente, por funcionarios extraídos de sus nóminas; asegurándose de esta manera que sus inversiones no corran ningún riesgo a manos de gobernantes progresistas, nacionalistas y/o izquierdistas, respaldados por los sectores populares. En el caso de la recomposición imperial proyectada por Estados Unidos sobre Nuestra América, hará falta que se comprenda la necesidad perentoria de configurar amplios movimientos sociales y políticos revolucionarios decididos a luchar por el establecimiento de un nuevo modelo civilizatorio, a articular acciones de integración efectivas y a frenar, colectivamente, los procesos contra-revolucionarios actuales.-



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Homar Garcés


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