El triunfo electoral de Donald Trump ha terminado de exponer los males ocultos en la caja de Pandora de la civilización occidental, descubiertos hace rato por los pueblos víctimas de todos tipo de agresiones “civilizatorias” mas sólo presentidos o lejanamente divisados por los ciudadanos estadounidenses, canadiense y de la Europa Occidental atrapados en la red institucional urdida por el gran capital y sus dictaduras democráticas.
Trump ha retado a la otra cara del estatus estadounidense. Ha desatado un tsunami de miedos nuevos entre ciudadanos acostumbrados a la violencia cotidiana inherente a los modelos dominadores de organización social impuestos por el patriarcado desde la época del esclavismo no pago.
Trump se ha convertido en una especie de encarnación del mal. Ahora resulta ser el único misógino, racista, clasista y sexista en el imperio basado en el individualismo, la desconfianza, la explotación y hasta el exterminio del otro. A pesar de ser el producto lógico de un sistema depredador a la defensiva, es cuestionado y temido por quienes critican ese mismo sistema.
El triunfo de Trump tiene locos a miles de ciudadanos pro -estatus de ese y este lado del mundo quienes, inmersos en la farsa mundializada por los capos capitalistas, están más dispuestos a aceptar la pronta llegada de los extraterrestres, la transformación de la especie humana vía la robotización y la manipulación genética, los castigos divinos, etc. que el triunfo político de un personaje como Trump, ubicado en el imaginario colectivo sólo como millonario excéntrico.
Sin embargo, no ocurre lo mismo entre quienes sí saben lo que están haciendo y van a tratar de aprovechar este triunfo para sus propios intereses.
Si bien, en palabras de Chomsky, Trump ha sido muy hábil a la hora de incitar el miedo entre quienes habían perdido toda esperanza de mantener la supremacía blanca, tanto o más hábiles lo son quienes a lo largo de la historia han sabido utilizar el miedo como elemento civilizatorio, persuasivo y justificativo de la violencia institucional.
Así, las reacciones apocalípticas de figurones políticos y mediáticos norteamericanos y europeos parecen estar destinadas más a justificar una mayor represión en nombre de la libertad y la democracia que a agredir a Trump quien, además de ser caimán del mismo pozo, tendrá que actuar dentro de límites establecidos por la élite fina y los halcones.
Finalmente, confieso que como ciudadana del mundo me alegra tanto la pérdida de la guerrera Clinton como que Trump haya puesto al descubierto ante los ojos asombrados de muchos las contradicciones de clase contenidas en la caja de Pandora.