Con su palabra, en muchas ocasiones Bolívar quería que la oligarquía comprendiera que estaba equivocada en su manera de ser y pensar, que su comportamiento no era de cristiano sino todo lo contrario, por cuanto Cristo fue todo amor con el prójimo y más cuando éste era una persona que necesitaba lo auxiliara por padecer un mal físico, o que lo ayudara económicamente para resolver alguna necesidad esencial. Por ello, cuando Bolívar dijo "El talento sin probidad es un azote" esa frase tenía destinatario. "Moral y luces son nuestras primeras necesidades" tenía más de un destinatario. Bolívar como Cristo hablaba a la gente metafóricamente con la finalidad de no personalizar ese reclamo, sino que sirviera para el presente y futuro. Pero todo fue inútil en ese presente, porque el plan de la conspiración contra la persona de Bolívar, su bandera social y política, y contra su proyecto de la Gran Nación de Repúblicas, estaba en marcha y era dirigido desde Washington por el Secretario de Estado; Henry Clay. Mientras que Santander, con sus cómplices colombianos y de otras nacionalidades, era el caudillo de la traición, mientras que los señores Tudor, Anderson y Harrison, representantes del imperio gringo en Lima y Bogotá, conformaban el Estado Mayor de la Intriga y la Conjura.
El plan de los Estados Unidos y de los apátridas, tenía alineada su mira hacia los siguientes objetivos: Dividir y desmoralizar al Ejército Libertador. Sabotear el Congreso Anfictiónico de Panamá. Desmembrar a Colombia. Asesinar a Bolívar, Destruir la obra política y Derogar las reformas Legislativas Bolivariana. Todos sus adversarios sabían que el fuerte del Libertador era su Fuerzas Armadas, es decir el pueblo en armas defendiendo la patria y las garantías sociales. Una vez el mismo Comandante General Simón Bolívar, calificó a su Ejército "Defensor de la libertad, sus glorias deben confundirse con las de la República y su ambición debe quedar satisfecha al hacer la felicidad de su país" Desde los campamentos y cuarteles del Ejército en el Orinoco, fue naciendo la nueva institucionalidad republicana, sus instancias de poder, que tomaron cuerpo en los mismos campos de combate, quedó reseñado en el parte militar del Libertador Simón Bolívar luego de la crucial batalla de Carabobo: "Hoy se ha confirmado en una espléndida victoria el nacimiento político de la República de Colombia" (La Gran Colombia)
Los primeros disparos contra la unidad de aquellas Fuerzas Armadas, fueron hechos por Santander, emboscado con sus cómplices desde el Congreso de la República. En 9 años de gobierno, mientras los libertadores ofrendaban su sangre por nuestra independencia en los campos de batalla, el Hombre de las Leyes, traicionero y manipulador político, el colombiano Francisco de Paula Santander, había logrado construir unas mayorías parlamentarias a imagen y semejanza de su ruindad. Esa bancada parlamentaria santanderista decretó mediante recorte presupuestario, el bienestar del Ejército Libertador, desautorizó la Campaña del Sur y le retiró el mando de las tropas a Bolívar en vísperas de la batalla definitiva contra las cadenas coloniales; Ayacucho. Estuvo Santander a punto de sabotear la más asombrosa victoria de la libertad americana en los campos de Ayacucho. Ayacucho fue, a pesar de Santander, y porque Bolívar supo apaciguar la indignación del General Sucre, que explotaba contra la ignominia de Bogotá, confiándole al futuro Mariscal la conducción del Ejército Libertador. El eco de la victoria de Ayacucho y el júbilo de los pueblos fue como mil fuertes bofetadas al cabecilla de la traición. También fue Santander, aduciendo rebuscadas razones constitucionales, quien detuvo la marcha del Libertador hacia el Río de la Plata, Santander impidió la solidaridad de Colombia con los patriotas de la Banda Oriental comandados por el General José Gervasio Artigas, y saboteó la contención del imperio del Brasil que pretendía, aupado por el gobierno de Londres, invadir el territorio de la libertad y el ámbito republicano. Con razón decía Bolívar: "Santander es un pérfido, no tengo confianza ni en su corazón". Y por eso escribe a Soublette: "Ya no pudiendo soportar más la pérfida ingratitud de Santander, le he escrito hoy que no me escriba más, porque no quiero responderle ni darle el título de amigo"