Las 210.000 hectáreas de sembradíos de coca que se ha reportado hoy, 2018, existe en territorio colombiano y las 925 toneladas de cocaína que se ha producido en este año, sin duda que tiene que tener una organización protectora mafiosa oficial conjunta Colombia-Estados Unidos. En el período del Presidente colombiano Juan Manuel Santos la plantación de coca aumenta nada menos que casi 5 veces con respecto a la que había cuando él recibe la presidencia, 2010, para aquel tiempo era menos de 50.000 hectáreas. Estas cifras que se indican son las que dan a conocer los órganos oficiales que dependen del país mayor productor y del país mayor consumidor, por lo que es seguro no son las cifras reales sino que son por lo menos la mitad, y por ello es que se oye hablar de "cultivos ilícitos" Nunca en la historia de Colombia habían sembrado semejante cantidad de matas de coca ni producido tanta cocaína. No es comprensible que todo un inmenso caudal de fondos norteamericanos y colombianos dedicados a combatir la siembra y producción de coca se haya perdido, no, no es lógico, lo que si resulta lógico es que se usara para incrementar su producción. Si cuando existía un ejército de civiles bien organizado denominados cárteles y su gente dominaba el poder político, económico y social de Colombia. Implica el fortalecimiento de las guerrillas y los cárteles de la droga, y la imposibilidad de que el Estado asuma el control de unas regiones donde cada día grupos criminales de distinto pelaje son más fuertes. El ELN (Ejército de Liberación nacional), EPL (Ejército Popular de Liberación) y las disidencias de las FARC, así como el Clan de Golfo y un puñado de cárteles narcos de menor tamaño han aumentado sus estructuras y extendido sus tentáculos en Cauca, Putumayo, Caquetá, Guaviare, Nariño y Chocó, entre otros Departamentos.
Según un reportaje militar que muestra el crecimiento del número de bandas creadas por ex comandantes de las FARC que rechazaron los acuerdos de paz y volvieron a delinquir, bajo el paraguas de unas nuevas FARC-EP, ya han conformado once grandes agrupaciones, además de otras diecinueve de menor tamaño, al mando de John 40 y Gentil Duarte, entre otros ex comandantes de dilatada experiencia criminal. Junto a los veteranos, han aparecido jóvenes despiadados, como alias Guacho, que ganó notoriedad por secuestrar y después asesinar en cautividad al equipo periodístico de El Comercio, principal periódico ecuatoriano, en abril pasado. La generación de incentivos perversos según los cuales el campesino que tuviera coca iba a recibir créditos y beneficios sociales y nada el que no la tuviera, generó un ambiente de permisividad que cuadruplicó la producción. El responsable directo y exclusivo es el Gobierno de Juan Manuel Santos. Ocupar de nuevo el primer lugar como país productor de cocaína, a mucha distancia de Perú y Bolivia, y ser el responsable del 90% de la que llega a Estados Unidos ha provocado volver al festín del narcotráfico entre gringos y colombianos. Para la administración de Donald Trump, alarmada por el crecimiento del consumo de cocaína en su país y las muertes por sobredosis, reducir la cantidad que siembran, producen y trafican será una prioridad; de la boca para afuera. Cabe recordar que a finales del 2017 un sector del Capitolio norteamericano estuvo pensando descertificar a Colombia, medida que implica cortar la asistencia monetaria, incluida la de antinarcóticos. Santos logró frenarlo y ahora contarán con un aliado en Bogotá porque para el Gobierno de Iván Duque el reto es volver, cuanto menos, a la superficie de coca que existía en el 2010. Duque anuncia que no dejara de aplicar ningún mecanismo que contribuya a que el país deje de seguir nadado en coca. Adelantó que en lugar de avionetas para asperjar un químico que queme las matas, usará drones, que son más precisos.
Pero no sólo pretende agradar a Washington. Necesita atacar la coca para bajar las cifras de violencia en Colombia, tanto rural como urbana. No hay duda de que existe relación directa entre el aumento de la producción de drogas y el crecimiento del homicidio y de todo tipo de bandas criminales alimentadas por el narcotráfico. Se disputan el control del territorio, de rutas del narco, de la población en esas zonas. La Fiscalía General de la Nación ha señalado que los municipios donde ha habido crecimiento exponencial del homicidio, hasta del 140%, tienen cultivos de coca y presencia de bandas. Desde diciembre del 2016 ha subido el número de asesinatos de líderes sociales, que se acerca a los doscientos, así como las masacres de civiles. En julio pasado tuvo lugar en El Tarra, región del Catatumbo, en el noreste, el enfrentamiento de hombres armados y encapuchados, resultando acribillados a balazos a nueve personas en un billar, en el Catatumbo, Departamento Norte de Santander, una de las áreas donde la coca más ha crecido, dicha guerrilla libra desde abril una encarnizada guerra con el EPL para expulsarle de la región. No solo es rica en sembrados, también es punto privilegiado para exportar la cocaína. En este caso de las drogas, quien le montó un falso-positivo a Colombia fue los Estados Unidos. Observe como los gringos hablan de democracia, y allí es muy débil; hablan de derechos humanos y allí no cumplen sus reglas; hablan paz y son unos pendencieros armados hasta la coronilla para matar. No, no. Colombia es la base humanitaria cocalera más grande del mundo para el disfrute y riqueza de los gobernantes gringos y colombianos.