Suponga usted que yo, que no soy nadie, en una plaza cualquiera, frente a algunos congregados, lejos de cualquier sede del Congreso, me autoproclamara Presidenta Interina de México y, así nomás, siendo tal mi "capacidad de influencia", el Presidente de los Estados Unidos, entre otros del mundo, me reconocieran como la legítima Presidenta de la Nación, con la totalidad de las facultades del poder ejecutivo. ¿Ridículo? Es tan ridículo como peligroso; pese a esto, algo parecido ocurrió en Venezuela.
Juan Guaidó, diputado y presidente de la Asamblea Nacional, misma que se encuentra actualmente en desacato (esto es, que sus decisiones no tienen validez legal), se autoproclamó Presidente Encargado durante un mitin político de un sector de la oposición en una plaza de Caracas. Desde hace algunos días, algunos medios influyentes lo convirtieron en "el dirigente de la oposición" venezolana; una oposición, además, caracterizada por la desorganización y la división interna. Sin embargo, si usted ha seguido el desarrollo de los acontecimientos en Venezuela desde su Revolución, comprenderá en seguida que Guaidó dista mucho de poder calificársele como "el dirigente de la oposición", no sólo porque es un título demasiado grande, sino porque él no ha figurado antes como tal; no tiene, pues, un historial de lucha opositora como otras figuras que son, en todo caso, más notorias. Por si esto fuera poco, se parece mucho, incluso en lo físico, a los sujetos que de tiempo atrás surgen de manera intermitente como los "dirigentes de la oposición", desapareciendo luego pese a toda la parafernalia mediática que los acompaña.
Como era de esperarse, el nuevo títere a merced de las órdenes imperialistas, fue reconocido de inmediato por el gobierno de los Estados Unidos, otros gobiernos europeos así como por varios latinoamericanos. Un acto de suma gravedad pues con ello se abre la puerta al surgimiento de "presidentes" fuera de toda ley, democracia y constitución, como si se tratase, aunado, de una decisión de los gobiernos extranjeros. Lo destacable es que el reconocimiento fue dado por países que se caracterizan por enarbolar posiciones de ultraderecha; o por su sumisión absoluta ante el Imperio depredador. ¿Cómo pueden otros países del mundo, que se jactan de ser democráticos, reconocer como Presidente Interino a un fulano cualquiera, ignorando descaradamente la Constitución así como las leyes y los procedimientos que posee un país soberano? Nadie que no haya sido electo por las vías democráticas que rigen al país sudamericano puede elegirse presidente por mandato propio. En este sentido, los posicionamientos extranjeros carecen de toda lógica y sustento legal.
Pero, ¿por qué una parte de la comunidad internacional se pronuncia a favor del supuesto Presidente Interino? Porque harán todo lo que les diga su verdugo (léase gobierno de los EUA): "si no estás conmigo, eres mi enemigo", les dice su azotador; porque se trata del seguimiento fiel de un libreto que les ha funcionado históricamente al rededor del mundo (recordar a Chile y a Allende en nuestro continente; pero también a Libia, Siria, Irán, Irak, etc.), y porque les conviene sobremanera el derrocamiento del chavismo en la Patria de Bolívar.
Para poder desarrollar una comprensión, si bien general pero efectiva, de lo que ocurre en el país del Bolívar, lo primero que hay que entender es por qué los EUA, entre otros países, está tan interesado en la caída del actual gobierno del país latinoamericano, comandado por un presidente obrero al que tachan de dictador por la única razón de que no se somete a sus mandatos imperiales. A través de todos los medios a su disposición, el gobierno estadounidense nos dice estar interesado en la democracia y en la soberanía; en la libertad y en el bienestar del pueblo venezolano. No obstante, son las declaraciones de un gobierno intervencionista que nunca se ha distinguido por fomentar de manera genuina esos valores en el resto del mundo. Así, es indispensable comprender semejante mentira advirtiendo que el interés por Venezuela se restringe a un par de asuntos fundamentales: el primero, que es el territorio que posee las reservas de petróleo más grandes del mundo (y más cercanas al territorio estadounidense); segundo, que cuenta con enormes reservas de minerales estratégicos como el níquel, cobre, diamante, coltán y tierras raras (como lantano, europio, tulio, etc.), lo cual significa que poseen los recursos indispensables para el desarrollo tecnológico y económico. Cuando uno entiende lo que ésto implica, comprende que no existe interés en el beneficio del pueblo venezolano sino en sus recursos, razón por la cual están dispuestos a destruir una nación entera, aplastar su soberanía y derramar la sangre de su pueblo portando su falsa bandera libertaria.
Lo que quiere el gobierno de los EUA, así como la derecha venezonala y del mundo, es, grosso modo, generar confusión con información no solamente falsa, sino, lo que es aún peor, tendenciosa, en aras de manipular y dirigir, como si de jalar hilos se tratara, la opinión internacional para sumar adeptos que otorguen "legitimidad" a su lucha "por la libertad y la paz del mundo". Buscan dirigir un golpe de Estado con intervención extranjera en contra de un gobierno legítimo, autenticidad que fue atestiguada no sólo por sus propias instituciones sino por la vigilancia internacional; generar caos, estallidos de violencia y muerte; desconocer la democracia así como la Constitución de un país soberano, regido por leyes e instituciones; propiciar desestabilidad, división y guerra interna así como la ingobernabilidad para justificar una intervención militar: la misma estrategia para terminar con la libre determinación de los pueblos autónomos de la Tierra.
Venezuela, sobre todo a partir de la Revolución Bolivariana auspiciada por el Comandante Hugo Rafael Chávez Frías, personaje latinoamericano de talla mundial que abrió las posibilidades revolucionarias en la Latinoamérica del siglo XXI, es un faro para los países del mundo que consideran posible e indispensable decirle que no al Imperio; que es posible la dignidad, la lucha pacífica así como la búsqueda de la soberanía y del derecho a la autodeterminación. Se trata, así, de un bastión que ha resistido con honorabilidad los embates injerencistas, las noticias tergiversadas, las estrategias de desinformación, sanciones, desabasto así como la guerra económica (no causa del socialismo ni del chavismo per se sino de las maniobras del Imperio y sus lacayos) con graves implicaciones para un país que se encuentra en la búsqueda de su propio desarrollo y supervivencia. Perder hoy a la Venezuela revolucionaria sería una tragedia para el mundo; en especial, lo será para los pueblos que luchan por su patria libre, dispuestos a enfrentarse a los que se creen los dueños del planeta. Lo que le pase a la Venezuela chavista, pues, perjudicará al futuro al destruir la posibilidad de romper con los yugos que han oprimido a nuestros pueblos históricamente, se nos impondrán con más fuerza y eliminarán cualquier reducto para la escapatoria. Si esto queda claro, no podemos permitirlo. @MonBelle1