Hay que evitar la guerra, ¡nervios de acero!

Una de las lectoras de mis artículos publicados en Aporrea es estadounidense. Se llama Margaret. . Ella me habla de la experiencia de su esposo, Sam, en la guerra de Vietnam. Por el interés que revisten sus palabras, le pedí autorización para utilizar, parte de ellas en este trabajo periodístico. Inclusive, me autorizó hacer referencia a su nombre y al de su esposo. En ese sentido, comienzo, con la seguridad de que serán de interés y reflexión para quienes me leen, sean chavistas o no. En ese sentido, ella dice:

"Mi mayor preocupación, en un enfrentamiento de las FANB contra el ejército imperial, siendo realista y con todo mi respeto, es, la falta de experiencia de combate de las tropas venezolanas. Es el fragor de la batalla, el estruendo de las bombas y el chillar de la metralla lo que templa al soldado"

Y continúa, señalando:

"Mi esposo es gringo y fue reclutado por el ejército, muy joven, y enviado a Vietnam en compañía de muchos como él. Había entre ellos jóvenes imberbes y hombres bien formados… Sam, mi esposo, cuenta como un gran número de soldados entraban en pánico al sonar los primeros disparos, al estallido de ojivas de morteros, o la aterradora detonación de una bomba o de una mina personal. Y por supuesto el horror de los compañeros muertos y el clamor de los heridos".

Dice, más adelante:

"Sam y yo conversábamos ayer sobre este asunto; él me explicó lo que implica enfrentarse en esas condiciones a un ejército entrenado y experimentado en el campo de batalla. Recordemos que USA está en guerra alrededor del mundo desde hace muchos años. Desde luego, esto no quiere decir que las FANB no sean capaces de enfrentarse con éxito a las tropas invasoras imperiales. Ya estas fueron derrotadas en Vietnam, Irak, Afganistán, y están siendo derrotadas en Siria. Claro que los ejércitos que las derrotaron estaban compuestos por soldados experimentados. Sam cree que tropa y pueblo deben conducir conjuntamente ejercicios frecuentes de combate, realistas, con municiones vivas".

Y concluye, la señora Margaret, con esta advertencia:

"Sin embargo, no deja de preocuparme. Hay que evitar la guerra. No se puede dar excusas al imperio guerrerista. ¡Nervios de acero!".

Antecedentes y consecuencias:

En la guerra civil americana, hubo, aproximadamente, unos 600 mil muertos. De la revolución mexicana se habla de unos 2 millones de muertos. En el pasado hubo guerras entre Argentina, Brasil, con participación de Inglaterra y Paraguay que, por cierto, según datos, perdió la cuarta parte de su población. Durante la primera guerra mundial (1914 -1918), los muertos no llegaron a precisarse. Y en la segunda guerra mundial (1939 -1945) ni se diga. Muertos y muertos. Está demostrado que, las guerras, sean por lo que sean, lo que dejan es muerte y destrucción. Como quieran calificarlas: justas o injustas.

En nuestros días no ha tocado ser testigos de excepción en invasiones, como la de Irak, por ejemplo. En plena invasión a Irak, justificada con un falso positivo, Bush, padre, dijo: "Quiero que todos entendamos que estamos en guerra y que seguiremos en guerra hasta que esto haya terminado. No importa nada más. Todo está al servicio de esta guerra. Cualquier obstáculo en vuestro camino ha desaparecido. Tendréis todo el dinero que necesitéis. Esta es nuestra única prioridad".

En Irak hubo una mortandad, y, le peor destrucción de la historia contra un país. El señor Richard A. Clarke, en su libro "Contra todos los enemigos", dice, entre otras cosas: "Lo ocurrido en el 2003 en Irak y en todo el mundo me hizo sentirme cada vez más preocupado por el hecho de que muchos de mis conciudadanos estaban siendo engañados. La inmensa mayoría de los estadounidenses creía, como daba a entender el Gobierno de Bush, que Sadam Hussein tenía algo que ver con los ataques de Al Qaeda a los Estados Unidos. Muchos pensaban que la Administración Bush hacía buen trabajo en su lucha contra el terrorismo, cuando, en realidad, el Gobierno había desperdiciado la oportunidad de eliminar a Al Qaeda y en su lugar había fortalecido a nuestros enemigos al salirse por una tangente absolutamente innecesaria: la invasión a Irak.

Bush, desde un inicio se le metió en la cabeza que tenía que terminar con el régimen de Sadam Hussein, como fuera, ya que estaba convencido de que era culpable de los ataques del 11 de septiembre. Y que, de paso, poseía armas de destrucción masiva. En otras, palabras, por la convicción de un solo hombre (el señor Bush) se produjo la destrucción de Irak, y se causó más de un millón de muertos. Así, actúan los que se creen dueños del mundo. Y las armas de destrucción masiva nunca aparecieron. Tarde, tuvieron que aceptar que se habían equivocado. Así actúa el imperio. Dispara primero, sin previo aviso, y sin argumentos sólidos, simplemente, por convicción, pero nunca averigua con antelación y coteja sus informes, pues, no es necesario. Se impone la convicción de un hombre, para que, al final, se demuestre que se habían esquivado. Lo demás no importa. Al carajo la opinión de los demás.

Añadamos un poco más la primera guerra mundial. Cuando en 1918, cesó el fuego, como suele suceden entre los ganadores, hubo un frenético regocijo, y las fiestas llovían a granel, pero aunado a ese júbilo, un mal sabor hizo acto de parecencia una crisis económica como nunca vista. Nos referimos a la Gran Depresión, la peor crisis económica y financiera de la historia, la cual se propago por el resto del mundo. Corría el año 1929.

¿Y que dejó la segunda guerra mundial? El terreno abonado para otra. Poco tiempo después, en 1939 la guerra estalló, una vez más. En esta oportunidad, había países Aliados. La destrucción llovió torrencialmente sobre Europa. Dresden, Berlín, entre otras ciudades, fueron destruidas. Sucedió lo mismo con Tokio., y Japón entró en la guerra al lado de los alemanes… (Más vale que no). Hasta que apareció el aviona que dejó caer la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki. Acabaron con todo. Ese final, sumió en un estado histérico, por así decirlo, al presidente Truman, quien corría, como un loco por los espacios de la Casa Blanca, gritando: "¡Lo logramos! ¡Lo logramos!". Las consecuencias las sabemos de sobra.

Sigmund Freud, escribiría totalmente desilusionado, que no podía creer que hubiera tanta maldad en el ser humano. Tanta crueldad y brutalidad. Se horrorizó al saber que países que él creía civilizados, eran capaces de tal barbarie… "Sobre cómo violaban en grupo a jóvenes y luego las mataban. Sobre como ensartaban en sus bayonetas a mujeres embarazadas, sobre como disparaban sobre los prisioneros para abrirles y ver como sufrían solo por diversión, o sobre como torturaban a niños y animales porque les gustaba oírlos gritar…".

¿Qué pensaría Freud, de estar vivo, de lo que la tropa estadounidense hizo en la prisión de Abu Ghrib , cuando la invasión a Irak. Bailaban, se orinaban y cagaban sobre los cadáveres y se tomaban fotos como trofeo. Torturaban a los prisioneros árabes, y los violaban, ante la cara risueña de los soldados, hombres y mujeres. La historia, pues, está llena de hechos como esos que hemos reseñado brevemente. Pero en Venezuela, un grupo de desquiciado, claman porque la tropa estadounidense entre al suelo patrio de Bolívar Chávez, y lo horade, se robe nuestras riquezas naturalezas, y hagan con nuestras mujeres, civiles militares, lo que les venga en gana. Señala, el mismo Freud: "… Uno la puede negar o al menos evitar mencionarla o pensar en ella. En la guerra, esa negación deviene imposible. La muerte se entromete en la vida del cualquiera de la forma más irritante e indecorosa… Deseamos la muerte de nuestros enemigos, somos ambivalentes sobre la muerte de nuestros seres queridos y tenemos nuestra propia muerte, en la que al mismo tiempo no creernos la verdad".

Digamos todos unidos, chavistas y no chavistas, NO A LA GUERRA… Y concluyo con lo que dice la bella canción: "Para la guerra nada"… LEALES SIEMPRE, TRAIDORES NUNCA.



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Teófilo Santaella

Periodista, egresado de la UCV. Militar en situación de retiro. Ex prisionero de la Isla del Burro, en la década de los 60.

 teofilo_santaella@yahoo.com

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