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He encontrado este detalle histórico, en una vieja revista "MOMENTO", de viernes 17 de agosto de 1956, el cual dilucidará, por qué EE UU decidió derrocar a Marcos Pérez Jiménez, dictador al que en un principio amaba y llenó de las más altas condecoraciones.
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En 1956, Pérez Jiménez llevaba ocho años en el poder con el total apoyo de Estados Unidos, pero en junio de ese año, Washington sufre un desaire terrible por parte del dictador venezolano, y entonces es cuando el imperio decide darle todo su apoyo a Rómulo Betancourt para que éste asesine al presidente venezolano en un atentado, en alianza con la oligarquía colombiana y junto con el canalla gobernador de Puerto Rico, Luis Muñoz Marín.
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El atentado se planifica totalmente en Bogotá y Puerto Rico. A Pérez Jiménez lo iban asesinar en los actos conmemorativos de la Semana de la Patria de 1956. Carlos Andrés Pérez iba a ser el ejecutor del crimen, pero a la final se acobardó, y no cruzó la frontera. A los asesinos se les decomisó un arsenal, siendo el encargado de la operación criminal Horacio Chacín Ducharme. Chacín Ducharme recibió un buen fajo de dólares para dirigir el atentado. Los terroristas planificaron el golpe para el 3 de julio, el cual se daría a las puertas del edificio El Ávila, esquina de Las Ibarras, lugar desde el cual, el presidente presenciaría el desfile cívico de los empleados y obreros en compañía de los ministros del Despacho, con otros altos funcionarios e invitados extranjeros.
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En un largo comunicado, el gobierno nacional se preguntaba, por qué fue escogido un territorio norteamericano para planificar este crimen. Aquí explicaremos por qué:
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EE UU también derrocará, después de amarlos mucho, a los dictadores Rafael Leonidas Trujillo y Manuel Antonio Noriega… los gringos saben cobrar muy bien sus alianzas al que no se les doblega, y no olvidan nunca.
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Quiero dejar firmemente confirmado que Rómulo Betancourt, además de ser un agente de la CIA para toda América Latina desde 1948 hasta su muerte (junto con su hijo predilecto Carlos Andrés Pérez), trabajó codo a codo (al igual que su mencionado hijo) con la oligarquía colombiana para impedir por todos los medios que nuestro pueblo pudiese algún día despertar y seguir los mandatos soberanos e independentistas de Simón Bolívar. Rómulo Betancourt, al igual que Germán Arciniegas, su ductor y mentor, era un santanderista de todo corazón.
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Nos encontrábamos en los días del 130 aniversario del Congreso Anfictiónico de Panamá de 1826. El entonces Consejo de la Organización de los Estados Americanos (OEA) acordó conmemorar la fecha, y el presidente de Panamá, Ricardo M. Arias Espinosa, propuso una reunión de jefes de Estado en el istmo.
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Se gestó de esta manera la "Reunión de Panamá". La fecha para tal evento sería del 20 al 22 de julio de 1956. Se creó una comisión organizadora presidida por Alberto Boyd, entonces ministro de Relaciones Exteriores. Le acompañaron Octavio Fábrega, Bolívar Vallarino, Samuel Lewis, Miguel Moreno, Horacio Clare y Augusto Boyd. Diecinueve jefes de Estado confirmaron su presencia, entre ellos Estados Unidos (EU), Dwight David Eisenhower, y Fulgencio Batista, de Cuba.
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Fue una cumbre dominada por la presencia de dictadores. Fulgencio Batista (Cuba), Anastasio Somoza (Nicaragua), Alfredo Stroessner (Paraguay), Marcos Pérez Jiménez (Venezuela), José María Velasco Ibarra (Ecuador), Pedro E. Aramburu (Argentina), Carlos Castillo Armas (Guatemala, Juscelino Kubitschek (Brasil), Hernán Siles Suazo (Bolivia), José Figueres Ferrer (Costa Rica), José M. Lemus (El Salvador), Paul Magloire (Haití), Alberto Zubiria (Uruguay), Manuel Prado (Perú), Adolfo Ruiz Cortines (México), y por República Dominicana asistió Héctor Trujillo, hermano del dictador Rafael Leonidas Trujillo. Gustavo Rojas Pinilla, el dictador que gobernaba Colombia, se ausentó por enfermedad.
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La mayoría de los presidentes se hospedó en el hotel El Panamá, mientras que Eisenhower se alojó en la residencia del embajador de EU en Panamá, ubicada en La Cresta (luego hubo otras modificaciones en este particular).
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La Cumbre de 1956 generó titulares en los principales diarios del mundo. La mayoría habló del evento a la luz del pensamiento de Simón Bolívar y su sueño de una América unida. Resaltaron el discurso de Eisenhower, quien propuso que cada república designara un representante especial ante la OEA para integrar una especie de "cuerpo consultivo". "Nuestra organización no puede llegar jamás a ser estática", dijo. En realidad esta cumbre presidencial interamericana había sido convocada por el presidente Dwight Eisenhower quien habría de ser la vedette principal de la misma, y todos los presidentes de América Latina acudieron a ella para adularle, para postrarse ante sus pies. Los fines eran los de siempre: reiterar los compromisos de la unidad continental, mantener la paz, la libertad y la cooperación económica y militar.
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El gobierno de Pérez Jiménez se enteró con antelación que los fines eran otros: plantear la necesidad de una base estratégica de misiles con cabezas atómicas, en la península de Paraguaná, en Venezuela. Este proyecto estaba dentro de los planes de seguridad continental emprendidos por la Casa Blanca y Einsenhower contaba con que los mandatarios presentes no le presentarían ninguna clase de objeciones. Lo insólito fue que Pérez Jiménez lo rechazó de plano por considerarlo lesivo a la soberanía nacional y, por tanto, inaceptable para las Fuerzas Armadas Nacionales. Esto causó mucha irritación entre los asistentes, ciegamente plegados a los mandatos de Washington, sobre todo la oligarquía criolla, que se estaba beneficiando de los contratos con el gobierno. El general Pérez Jiménez había advertido que si Einsenhower planteaba el tema de los misiles, él airadamente se retiraría de la cumbre. Este mensaje se le hizo llegar al presidente anfitrión Arnulfo Arias, quien seguidamente lo comunicó al presidente de Estados Unidos, de modo que éste no sufriera un desaire, y para que retirara a tiempo la propuesta.
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Pérez Jiménez, considerando que había hecho respetar a Venezuela, y que podía llegar un poco más lejos en ese enfrentamiento con el monstruo del imperio, se arriesgó a proponer en esta cumbre un fondo económico para el desarrollo de los países de la región, cuyo capital provendría de los aportes de las naciones participantes, representados en un diez por ciento del presupuesto de cada una. Einsenhower consideró que esto constituía no sólo una imprudencia temeraria sino una bofetada a la majestad de su mando, y llamó a varios de sus asesores para que le hicieran saber a Pérez Jiménez que él no estaba siendo apoyado por Norteamérica para que cometiese desquicios y perturbaciones en la región. Que esa no era su función, que las cuestiones de tipo económico en el hemisferio eran de su total y exclusiva incumbencia, así como los tratados bilaterales entre las naciones. Frances Grant (una especie de John Bolton de la época, gran amiga de Betancourt y que buscaba en Washington que éste volviera a la presidencia de Venezuela) se frotó las manos, pues esta molestia de Einsenhower podría significar el fin del gobierno de Pérez Jiménez y el comienzo de un Estado «democrático» en Venezuela, bajo la certera y seria orientación de un estadista ejemplar como Rómulo Betancourt.
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En esa conferencia en Panamá, Pérez Jiménez habló sólo cinco minutos, y entre otras cosas dijo: «Ya no es época de liberaciones políticas. Los pueblos son dueños de sus destinos. Pero sí tenemos que hacer mucho en el campo económico, para lograr nuestra soberanía en ese campo498». Fue cuando propuso crear un fondo común para la realización de importantes obras en Latinoamérica, y Venezuela comenzaría aportando cien millones de dólares, «que para los norteamericanos hubieran repercutido en unos 3.000 millones de dólares, y el fondo se habría situado en 4.000 millones». Los norteamericanos lo rechazaron de plano. Lo más cercano a una ayuda económica que Estados Unidos hará para Latinoamérica en toda la historia del Siglo XX será lo que aportó en la Alianza para el Progreso, que apenas si alcanzó la miserable cifra de 200 millones de dólares; y en este caso su fin era recuperar ese dinero con creces, mediante la incorporación de grandes empresas estadounidenses que monopolizarían casi todas nuestras industrias básicas. Además, el país que solicitara un préstamo dentro del proyecto de esta alianza, tenía que prescindir de su soberanía, lo que realmente era una dádiva humillante.
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Betancourt, quien junto con José Figueres habría de ser de los principales artífices en el lanzamiento de la Alianza para el Progreso, se estremeció de indignación ante la propuesta de Pérez Jiménez en esa conferencia de Panamá, e inmediatamente dirigió a todos los presidentes asistentes a ella una irritada Declaración, en la que expresa: La sugerencia del presidente Eisenhower de crear un organismo que estudie los medios para mejorar el nivel de vida de los pueblos latinoamericanos es merecedora de atención. Parece que se admite cómo es de serio el problema de extrema pobreza en que viven millones de gente en America Latina. Ese malestar es tan agudo en vastas zonas del continente que puede desembocar en motines y sacudimientos de masas, hambreadas, según acaba de opinar ante un organismo de la ONU el economista Prebisch. Pero cabe observar que esta situación no se resolverá con gestos demagógicos y exhibicionistas, como el del dictador de mi país, al ofrecer 33 millones de dólares para una especie de caja de beneficencia colectiva. Más que desplantes de esa naturaleza y discursos en un nuevo organismo, reunión económica interamericana de Río de Janeiro y las adoptadas en las numerosas reuniones del Consejo Económico y Social de la OEA. La estabilización de precios y mercados para los productos latinoamericanos de fondos bancarios, públicos, provenientes del Banco Mundial y del Exibank; y aun la creación de un organismo dedicado exclusivamente al fomento económico interamericano, son arbitrios ya suficientemente discutidos, sobre cuyas ventajas hay generalizado consenso. De aplicarse sin tardanza le permitiría a los pueblos de más debajo de Río Grande alcanzar un mayor desarrollo económico, derrotar la pobreza generalizada y convertirse en mayores consumidores de mercancías esenciales compradas a Estados Unidos y a otras naciones industrializadas.
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Dice Leonardo Altuve Carrillo que con este discurso Pérez Jiménez signó su destino y provocó su caída: Los Estados Unidos acostumbrados a que las grandes iniciativas de carácter económico y social para América Latina, partieran de ellos, se sorprendieron desagradablemente de la iniciativa del general Pérez Jiménez para solucionar los problemas económicos de los pueblos menos favorecidos. Colaboración igualitaria y fraternal, de iguales a iguales, no dádiva generosa a pueblos subdesarrollados.
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Pérez Jiménez trataba de zafarse del tiránico monstruo del norte y claro, sirviéndole como un peón se sentía miserable y traidor a su patria. ¡Cómo reconocería ahora que por no haberse puesto Medina Angarita de rodillas ante ese imperio fue por lo que lo echaron del poder! Y ahora él se las iba a ver feas por pretender ser un poco soberano e independiente en sus decisiones. En un principio, Pérez Jiménez se había obstinado en no asistir a Panamá, alegando que se estaba abusando del nombre del Libertador para negar el mensaje y la misión de éste y ponerlo al servicio de los Estados Unidos. Cuando
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Eisenhower supo que Pérez Jiménez no aseguraba su asistencia se irritó, porque la presencia del jefe de Estado venezolano (de la cuna del Libertador) era esencial para reunir a sus vasallos y dictarles su política en nombre del manido Panamericanismo. Por eso tuvo que enviar a Venezuela, en misión urgente, a su subsecretario de Estado, Henry Holland, para convencerle de que era imprescindible que se presentara en Panamá. Viendo la importancia que le daban, ante tantos ruegos y elogios que le hicieron, finalmente accedió, pero entonces se negó a hospedarse en el Hotel Panamá, donde Eisenhower ocupaba la suite presidencial y a los demás presidentes, como en enjambre, los alojaron en habitaciones menores. Pérez Jiménez se alojó en una casa a la que tuvo que ir Eisenhower a visitarle, pequeño «desaire» que habría de pagar muy caro, y fue cuando el Departamento de Estado decidió tomar medidas para sacarlo de circulación.