Thomas Shannon, ex diplomático imperial de carrera con el más alto rango en el Departamento de Estado, se ha permitido expresar con sinceridad, la naturaleza criminal de las políticas de terrorismo de Estado que ha venido empleando la Administración Trump, en procura del cambio de régimen en Venezuela. Bush, Obama y Trump, representan la trilogía del mal, a cuyos intereses tuvo que defender Shannon, como diplomático de carrera. Vaya guerras, que pudo apreciar Mr. Shannon, como testigo de excepción. Irak, Afganistán, Libia, Siria, la guerra contra el mal llamado "terrorismo", made in usa, coronado en la mayor expresión de la barbarie imperialista en ese demonio, creación de la CIA estadounidense, que se conoció con el nombre del Estado Islámico, con el cual pretendió el presidente Obama, el ansiado cambio de régimen en la gloriosa Siria. Como testigo de excepción, al ver tanta variedad de guerras y métodos de destrucción, Shannon, en entrevista para el Financial Times, prefirió trasladarse en tiempo y en destrucción, a la 2da. Guerra Mundial para comparar los efectos de la política imperialista desarrollada por la Administraciones de Obama y Donald Trump contra el Pueblo, Gobierno y Fuerza Armada Bolivariana, para obligarlos a claudicar y rendirse al imperialismo. No duda, Shannon, en darle el calificativo de "guerra" a las acciones de Trump contra Venezuela. "Las sanciones económicas aplicadas por la Administración Trump contra Venezuela tienen un efecto tan devastador como los bombardeos aliados de las ciudades de Dresde y Tokio durante la Segunda Guerra Mundial (...)."Es algo similar al bombardeo a Dresde y a Tokio. Estamos viendo la destrucción de Venezuela como país y como sociedad", sentencia Shannon. Quizás, Dresde y Tokio, poco digan al público venezolano por tratarse de eventos lejanos, en tiempo y lugar. De allí, la necesidad de una revisión histórica sobre esos hechos para que nuestros lectores y lectoras, puedan evaluar la naturaleza de la expresión de Shannon con relación a lo que ocurre en Venezuela.
La 2da. Guerra Mundial, 1939-1945, dejó un legado de destrucción y muertes sorprendente. Apenas superado, por el causado en Oriente Medio por las Administraciones Bush y Obama. Estimaciones independientes, dan cuenta de ochenta millones de personas muertas, víctimas de los bombardeos, el hambre y las enfermedades. Decenas de ciudades fueron destruidas, en especial, en Japón y Alemania. Con el añadido del glorioso pueblo Soviético en Stalingrado, contra las huestes fascistas y el estimado de 2 millones, que perecieron en su resistencia contra el bloqueo alemán y su victoria contra el III Reich, que pondría el punto final a la guerra. Se arrasaron bosques, y los campos agrícolas fueron convertidos en tierra estéril a una escala que no se había conocido desde la Guerra de los Treinta Años o la invasión mongólica al Imperio Islámico. Siendo, el lanzamiento de la bomba atómica sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, por parte de la fuerza aérea estadounidense, el punto de mayor clímax de la barbarie imperialista.
Al principio de la guerra, el futuro presidente de EEUU, Harry Truman, manifestaba: "Si vemos que Alemania está ganando la guerra, debemos ayudar a Rusia, y si Rusia está ganando, debemos ayudar a Alemania, y de este modo matar a tantos como sea posible" ("Confrontation in Eastern Europe", Thomas G, Patterson, ed., op. cit., p. 93). Que otros se maten, mientras desde el otro lado del Atlántico se les azuza a matarse, tal era la visión imperialista que ha caracterizado –históricamente- a los EEUU. El Almirante Halsey, de las fuerzas navales de EEUU, en una comida con periodistas en Washington, les manifestaba a los asistentes: "maten japoneses, maten japoneses, maten más japoneses. Les digo que si me topara con una japonesa embarazada la golpearía en el vientre". En un programa radial, el lugarteniente general Lesley J. McNair en un programa de radio a las tropas en 1942, les expresaba: "Debemos odiar con cada fibra de nuestro ser". En Hitler, no eran distintos los sentimientos de destrucción del contrario: "No permitamos que ningún alemán descanse hasta que estos parásitos [en referencia a los judíos] hayan sido expulsados del territorio alemán y exterminados", sentimientos, que han renacido en estos nuevos tiempos de parte del régimen sionista que hoy gobierna en Israel, pero, en contra del pueblo Palestino. Detrás de todas esas expresiones de odio y deseos de exterminio del contrario, se movían las fuerzas del orden en un plan para rediseñar un nuevo orden mundial, en lo político y en lo económico. "El imperialismo de EE UU tenía a su disposición tremendas reservas de capital, capacidad productiva y potencial humano inactivas. En 1938 había nuevamente 12 millones de parados. El giro hacia el mercado mundial se hacía imperativo. El capital tenía que ser invertido y prestado fuera de EE UU. Los artículos tenían que ser vendidos al exterior en un grado cualitativamente mayor que antes de 1929 o que entre 1933 y 1939 (como en realidad lo serían después de 1945). Pero primero había que crear un mundo seguro para esta gigantesca exportación de capital y mercancías. Ese era el contenido material de la fórmula «hacer del mundo un lugar seguro para la democracia» y el significado de la ruptura definitiva y total con el aislacionismo americano." (El Significado de la Segunda Guerra Mundial, Ernest Mandel).
Aun cuando, el poder militar no es la única forma de presión que un Estado capitalista utiliza para dominar a sus rivales, es, sin embargo, la máxima forma de poder, es la prueba decisiva de la superioridad de un Estado imperialista. Así, lo entendió Hitler y su III Reich, pero también, así lo comprendieron también el imperio declinante de la Gran Bretaña, y el imperio naciente de los EEUU, el IV Reich. Pues, en definitiva qué otra cosa puede expresar, la anhelada expansión de mercados y el control mundial, que no sea satisfacer la sed insaciable de consumo de plusvalía, ampliación de producción y realización por la dinámica de crecimiento al infinito de acumulación del capital. La guerra es, más que un fenómeno político, o de castigo a un contrario por violaciones a leyes internacionales o derechos humanos, como se acostumbra decir en los tiempos presentes, un mecanismo para quebrarle la resistencia a un contrario, que se resiste a la imposición de los intereses de quien promueve la guerra. En palabras del presidente más guerrerista que ha tenido EEUU, Barack Husseim Obama: "Tenemos el Ejército más fuerte del mundo y en ocasiones tenemos que torcer el brazo a los países si no quieren hacer lo que queremos a través de métodos económicos, diplomáticos y a veces militares".
El bloqueo, hoy expresado en las políticas imperialistas denominadas por los gobiernos de EEUU como "sanciones", que buscan privar a un país enemigo de materias primas, municiones, alimentos y medicinas, ha sido un arma de guerra empleada por los imperios, desde los tiempos de Napoleón. A tal punto, que se le definió como guerra económica y el gobierno británico estableció un ministerio especial para tratar los aspectos defensivos y ofensivos de ésta forma de hacer la guerra. Al filósofo Peter Sloterdijk, se le ocurrió la definición de "Atmoterrorismo", estudiando esa metodología muy característica de EEUU y el Reino Unido, de los bombardeos aéreos, puestos en boga durante la 2da. Guerra Mundial, cuyos objetivos no eran únicamente acabar con el ejército enemigo sino también con su población civil, cuyo hábitat natural había que destruir también para reconstruir. Tras formarse espesas nubes de fuego y radiación, a los soldados se les impedía avanzar, no podían respirar por temor a intoxicarse, se iniciaba así el dominio del aire para sembrar el terror. Tras el lanzamiento de las dos bombas nucleares, según Sloterdijk, se llega a "la culminación del dominio de los atmosféricos". Se llega al uso del medio ambiente como arma de guerra, como lo pronosticara Shakespeare: "Me arrebatáis la vida cuando me arrebatáis los medios que me permiten vivir".
Con el bombardeo a la ciudad de Dresde, en Alemania, los aliados: Gran Bretaña y EEUU, conocida por los alemanes como la «Florencia del Elba» por las muestras del Renacimiento y el Barroco que podían verse en sus calles, desde la Edad Media, se pretendía desmoralizar al pueblo alemán pues en dicha ciudad, no se encontraban objetivos militares algunos que justificaran su destrucción. Se lanzaron sobre ella, nada más y nada menos que 650.000 bombas, mientras aviones cazas sobrevolaban la ciudad disparando sobre todo lo que se moviera. A las 10:15 horas del día 15 de febrero 1945, se desplomó la iglesia de Frauenkirche, el símbolo de la ciudad, mientras los muertos, civiles todos y todas, se esparcían en sus calles, en un número que oscila entre 30 mil según los aliados, y 300 mil según los alemanes, sobre una ciudad reducida a polvo. Tokio, no fue para nada distinto que Dresde. Apenas, pasado un mes de los bombardeos de Dresde, los aliados llegaron sobre Japón. Durante tres días consecutivos, bombarderos B-29 estadounidenses dejaron caer sobre Tokio 1.665 toneladas de bombas incendiarias sobre su zona este, arrasando un área de 41 kilómetros cuadrado. Llevaban bombas de racimo que hacían su aparición por primera vez, derramando su contenido letal de fósforo blanco y napalm, un pegajoso gel de gasolina, recién desarrollado en los laboratorios de la Universidad de Harvard, arrasando con fuego abrasador todo lo que se encontraba en el área donde se arrojaban. 260 mil hogares, fueron destruidos hasta los cimientos y se estima, que no menos de 105.400 seres humanos murieron por los bombardeos estadounidenses, en una ciudad de 3 millones de habitantes, le llamaron Operación Meetinghouse. Hiroshima y Nagasaki, quedaban muy, pero muy atrás, en número de víctimas y capacidad de destrucción; resultando éste, el bombardeo aéreo con mayor número de víctimas inmediatas en la historia de la humanidad. En la ciudad, la temperatura subió a 980 grados, haciendo hervir el agua de los ríos y canales, fundiendo los cristales de las ventanas. A tal nivel de barbarie, llegó la 2da. Guerra Mundial. Robert S. McNamara –entonces, Ministro de Defensa en el momento de los bombardeos- pidió disculpas por el ataque, aunque sin dejar de justificarlo con su famosa frase: "in order to do good you have to sometimes engage in evil" ("Para hacer el bien, a veces tienes que hacer el mal").
Dresde y Tokio, hoy en día Venezuela, preconfigura un cuadro de destrucción y barbarie imperialista que, como denuncia el experto independiente sobre la promoción de un orden internacional democrático y equitativo de la ONU, Alfred de Zayas, quien visitó Venezuela en 2017, llegando a la conclusión que: "la guerra económica, los embargos, los bloqueos financieros y los regímenes de sanciones equivalen a crímenes geopolíticos y de lesa humanidad en virtud del artículo 7 del Estatuto de la Corte Penal Internacional", por cometerse como parte de un ataque generalizado y sistemático, contra la población civil. Guerra genocida, que no solo es de parte del imperialismo de EEUU, sino que ha contado con aliados nacionales que también deben pagar por sus crímenes de guerra contra la población venezolana. Nos referimos, en específico, a Fedecámaras, Consecomercio, sus directivos, y el empresario Lorenzo Mendoza. La Corte Penal Internacional, espera por ustedes, para que paguen por sus crímenes de guerra económica y la masiva destrucción que han causado en los hogares venezolanos, separándolos y colmándolos de desesperanza impunemente…