¿Imperio bajo ataque?...

Corrían tiempos de un nuevo emperador; transgresor, desconocedor e irrespetuoso de legislaciones, relaciones humanas; sociales, políticas, económicas, culturales…, entre gobiernos, estados-naciones, sobre toda la extensión del mundo. Expectantes, convulsos, desvalido y sometidos, durante cien, trecientos años, por siglos, a conquistas, re y neoconquistas, los pueblos despertaban –ocasionalmente– en lucha por su libertad e independencia, su derecho a la autodeterminación, una tras otra generación…

Los medios y mensajeros; heraldos de la guerra, cómplices defensores de la barbarie, en sus narrativas distractoras, se inventan unas de viajar por el espacio tiempo, hacia la colonización de los confines del universo, mucho más allá del tiempo de vida de toda la existencia humana, mientras; en la decadencia del tiempo presente, el emperador ordena la construcción de muros fronterizos. En el pasado, sus antecesores, no fueron la excepción sobre el cierre de las fronteras; puertas y ventanas, ¡del noble e indefenso reino!…

Desde los aposentos nupciales, el emperador desnudo; de rodillas en el piso, posa sus hombros y cabeza sobre la cama, su mirada extraviada, penetra en la profundidad infinita del extravagante espejo frente sí. Sobre el lecho nupcial; yace el cuerpo desnudo de su bella esposa, minutos antes; esplendorosa, sensual y seductora. ¡Radiante diosa ateniense de los tiempos modernos! Delgados hilos de sangre −¡sangre oscura!−, descienden desde el ombligo, ¡describen un fatídico desenlace! Sollozante; el emperador, sin fuerzas, intenta señalar, mientras incomprensiblemente maldice. Balbuceante, culpa a la siniestra, esperpéntica figura al interior del espejo. ¡A sí mismo!

Ambiciones e intrigas palaciegas; cuestionamientos, incomprensión, vilipendio, contra el novel emperador y su forma de gobierno, contra sus más próximos y elocuentes colaboradores, frecuentes y variadas derrotas, a lo largo y ancho del reino y desde las pretendidas neocolonias, lo han colocado en un estado de convulsión absoluta. Indefenso, desvalido, mira a través del espejo la esperpenticidad humana que lo describe, el desatino en cada uno de sus procederes, ¡decadencia y amargura de un imperio moribundo! ¡Imperio que por siglos ha tratado de dominar al mundo, en sus manos y consigo está a punto de ser sepultado!.

Fuera del recinto nupcial, hasta los límites fronterizos de un Estado de maldad y cruel opresión; despotismo, sordidez, segregación, xenofobia, racismo, –a los pies de Donald Trump–, el mundo parece sucumbir; un mundo, en apariencia desvalido, desventurado, necesitado de protección, protección que, a decir del omnipotente reino; ellos –creadores de la fatalidad–, eran los llamados a proporcionar. «Creaban y diseminaban la enfermedad para luego suministrar la cura; ¡sumisión, esclavitud, devastación…, muerte!» Más allá de sus límites, en las calles de pueblos y naciones rebeldes, se respira, en relativas calmas y momentos, paz y libertad. Ante pretensiones imperiales, también, como su propia población hoy, ¡se clama, se exige y se lucha para que nos dejen respirar!



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Felipe Marcano


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