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Aquí sólo vamos a desvelar el caso del embajador Frank Corrigan, pero todo han actuado de la misma idéntica manera. Frank Corrigan fue Embajador de Estados Unidos en Venezuela durante la presidencia de Isaías Medina Angarita y fue el cerebro gringo en el derrocamiento de éste. Cuando Medina Angarita visita al presidente Franklin Delano Roosevelt, le dirá directamente: «es irritante para el pueblo de venezolano ver que una gran cantidad de su producción petrolera se refine en nuestras narices en islas que geográficamente complementan el territorio venezolano». Por lo que agregó: «…quiero que el presidente Roosevelt sepa que en caso de que haya de efectuarse un cambio en la soberanía de estas islas (Curazao, Aruba, Bonaire), Venezuela mantiene firme su aspiración de ejercer la soberanía en ellas». La ley imponía serias condiciones para el otorgamiento de más concesiones, lo que llevó al embajador Corrigan, bastante asustado, a decir a Medina que sobre este punto el tema debía pasar ya a un plano diplomático.
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Dirá la historiadora Nora Bustamante que si para 1988 Venezuela contaba con una capacidad instalada para la refinación de un millón quinientos mil barriles diarios, y además procesado en nuestro país, eso se debía al empeño que puso el presidente Medina Angarita. Para entonces ninguna otra nación de las que conformaban la OPEP poseía una capacidad igual. «El lector se preguntará cómo es posible que después de 33 años de haberse firmado la ley petrolera de Medina, todavía se estuviera refinando petróleo venezolano en Aruba y Curazao. La respuesta deben darla los gobiernos posteriores que abandonaron la lucha por la total refinación y procesamiento del petróleo en tierras venezolanas… Solamente se instalaron las refinerías de Amuay y Punta Cardón, en Paraguaná, en cumplimiento del principio de refinar en el país el 50% de nuestro petróleo186».
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Washington, ante las decisiones de Medina Angarita, se mantuvo alerta, viendo que en Venezuela teníamos de presidente a un HOMBRE verdaderamente patriota; antes de tomar acciones más directas como corresponde a sus manipulaciones mediante perturbaciones por aproximación indirecta, se dedicó a echar mano de cuanta estratagema diplomática tenían a su alcance; sus expertos hablaban de leyes internacionales que no permitían la aplicación de esas decisiones a pocos años del final de una guerra tan pavorosa; hasta se apeló a la Carta del Atlántico, en la que según ellos, esa prohibición de refinar en el Caribe el petróleo de las nuevas concesiones, constituía una seria restricción del comercio y una discriminación contra un área específica. Con esta Carta, volvía a insistir y a amenazarnos que con ello se estaba sentando un infortunado precedente. Como los comentarios, documentos e informes inundaban el despacho de Medina Angarita decidió citar al embajador Frank Corrigan para tratar directamente el asunto. Cuando Corrigan le habló de los principios liberales del comercio contenido en la Carta del Atlántico, un experto en estos temas que acompañaba a Medina, el doctor Gustavo Herrera, refutó a Corrigan diciéndole que en las resoluciones sólo se contemplaba un limitado número de contratos relacionados con un bloque definido de concesiones.
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Corrigan aparentó aceptar las explicaciones del Gobierno de Medina Angarita sin dejar de insistir en lo referente al «desafortunado precedente y un mal ejemplo». Podemos imaginar las enormes presiones que desde Washington comenzaron a ejercerse contra el gobierno de Medina Angarita. Hay que decir que algunas surtieron efecto, porque Corrigan llegó a hablar de una «victoria parcial», pero que su mayor esperanza la pone en el futuro gobierno (el de Betancourt) que se verá en la obligación de tener mucho más cuidado a la hora de redactar otros decretos. Algo se consiguió al menos, y fue que a partir de entonces las condiciones para refinación se aplicarían con el 10% de petróleo producido mediante las nuevas concesiones. Es importante decir que a partir de estas discusiones quedó la sensación en la Casa Blanca que los venezolanos estaban aprendiendo con bastante presteza y habilidad a reclamar lo suyo mediante sagaces movimientos de las reglas del juego diplomático, y aplicándolos con carácter y seguridad en los vitales aspectos de una economía propia. Pronto comenzaron a levantarse gigantes como la refinería de Cardón, de la Shell, que comenzó a funcionar en 1949, en cumplimiento de lo establecido en la Ley de Hidrocarburos de 1943.
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Sin respeto alguno por nuestra soberanía, un consejero de la embajada norteamericana había decidido liquidar de una vez el comercio alemán en Venezuela y salió a hacer un recorrido por el interior del país. Comenzó a solicitarles a ciertos presidentes de Estado que iniciasen el retiro de anuncios y propagandas de productos alemanes. Medina Angarita indignado hizo llamar a su despacho a Frank Corrigan, para que le explicara estas bárbaras acciones, y le ordenó que el consejero abandonara el país en 48 horas. Corrigan trató de abogar por él, pero el presidente Medina le contestó que la entrevista había terminado. Medina fue explícito ante el embajador porque suficiente información tenía para demostrar que la Standard Oil le estaba vendiendo nuestro petróleo a Alemania, mediante un joint-venture con la poderosa empresa química alemana I. G. Farben.
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El embajador norteamericano Frank Corrigan comenzó a sentirse "sumamente preocupado e incómodo" con este tipo de gobernante un tanto «violento» (quien ya había expulsado a dos importantes estadounidenses), y como las elecciones estaban cerca, le dio por llamar a su oficina, para dialogar sobre el posible sucesor de Medina, al general Eleazar López Contreras y al mismo Rómulo Betancourt. Estos dos personajes comenzaron a hacerse asiduos visitantes de la embajada norteamericana. Se hicieron tan intensas estas reuniones entre Corrigan, López Contreras y el máximo jefe adeco, que llegaron a la conclusión fulminante de que a Medina Angarita no se le debía permitir escoger a su sucesor. La escritora Nora Bustamante, en el libro ya mencionado, sostiene que López Contreras y Betancourt en estas reuniones se acercaban por vasos comunicantes de la oposición a Medina.
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Para la historiadora Nora Bustamante, el Departamento de Estado estaba abriendo los caminos políticos a los enemigos del presidente Isaías Medina Angarita, con quien antes no simpatizaban. Dice doña Nora que le favorecía a las líneas de Washington el anticomunismo radical de Rómulo Betancourt y su histérica fobia contra el Partido Comunista de Venezuela. No había —añade Nora— prácticamente un solo despacho de los centenares que envió Corrigan al Departamento de Estado, durante el mandato de Medina, en el que no se hiciera mención de la permisiva actitud del gobierno ante las actividades comunistas. En el Despacho Nº 7.572, del 3 de agosto, Frank Corrigan escribe al Departamento de Estado para comentar unas declaraciones del líder máximo de AD al diario El País, de ese mismo día: «En ésta, el señor Betancourt niega que el viaje suyo y de Leoni haya sido financiado por el gobierno, así como su objeto hubiera sido convencer al doctor Diógenes Escalante de que aceptara la candidatura… Tampoco han pedido la intervención de Estados Unidos en la campaña política de 1946». Resulta ridícula esta última aseveración cuando, como veremos, Corrigan estaba ya de lleno, metido en la campaña para dañar la imagen de cualquiera fuese el candidato propuesto por Medina, y en esto trabajaría hombro con hombro, de acuerdo a las circunstancias, ya fuese con López Contreras o con Betancourt. Añádase a todo esto, que en vísperas del golpe, Carlos Delgado Chalbaud había tenido conversaciones radiotelefónicas en inglés con el presidente Truman por intermedio del embajador Frank Corrigan, quien de paso era un borrachito, y que entonces Carlos Delgado consideraba que el dirigente supremo de AD era el alma de la revolución (¡Betancourt nos trajo el pueblo! ¡Nos trajo el pueblo!).
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Existe incluso todavía la creencia de que López Contreras, gran amigo de Corrigan, también tuviese su parte en este tinglado, tomando en cuenta que él sí era furibundo anticomunista, y estaba alarmado por la dirección izquierdista que tomaba el régimen de Medina. El 21 de octubre, a tres días del golpe contra Medina Angarita, a las 5 de la tarde, Frank Corrigan envía al Departamento de Estado el telegrama 957, en el que expresa la simpatía del representante norteamericano por la Junta Revolucionaria de Gobierno encabezada por Rómulo Betancourt, y entre otros asuntos comentaba: "La revolución se realizó sin ninguna señal previa, aunque había estado planificándose desde hacía algún tiempo por algunos jóvenes oficiales, se precipitó prematuramente su estallido por el arresto de dos de sus líderes. Acción Democrática se les unió inmediatamente. Este es un partido político de izquierda, de principios democráticos. La impopularidad del gobierno de Medina ha hecho que la mayoría del público haya reaccionado de una manera que va desde la total indiferencia hasta la aprobación y el apoyo". El embajador Frank Corrigan «reconoce el éxito del gobierno recién formado para impedir el desborde de gente incontrolada».
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El 30 de octubre de 1945, el Secretario de Estado estadounidense le solicitó a Corrigan que le agradeciera al presidente de la Junta las garantías dadas a las compañías petroleras. El mismo Corrigan se apresura a responder al siguiente día: «Innecesarias. Mis relaciones con Betancourt, así como las del personal, van de amistosas a íntimas». De todo lo anterior se deduce que el nuevo gobierno está formado por la coalición Betancourt-Corrigan. En los informes preliminares al Departamento de Estado, el máximo golpista de AD insiste en aclarar que su gobierno será completamente diferente al de Medina; añade que Medina «mantuvo estrecha relación con los grupos comunistas, combatidos por nosotros». Sigue dando explicaciones al Departamento de Estado, para que se sientan seguros con su política, que será de amplia complementariedad con los intereses de Washington, y básicamente con todo tipo de facilidades a las compañías petroleras para que inviertan en nuestro territorio: «Si hicimos la revolución fue para darle un vuelco a la política y a la administración del país. Hemos expuesto estos anhelos y necesidades al gobierno amigo de los Estados Unidos».
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¿Qué les parece queridos compatriotas esta alarmante historia sobre los malditos gringos que siempre han estado dominando a la fuerza, con chantajes y crimines de todo tipo a nuestro país? Que dirá la oposición venezolana, CARAJO…