Estados Unidos: "El esquizofrénico o el melancólico introvertido podrían compararse con una ciudad amurallada que ha cerrado sus puertas y se niega a comerciar con el resto del mundo. Se abre una brecha en el muro, y las relaciones con el mundo se restablecen".
Generalmente, los sistemas que claman por la eliminación de pueblos y culturas enteros con el fin de satisfacer una visión pura del mundo son aquellos que profesan una extrema religiosidad y que propugnan la segregación racial. El proceso ha generado un fuerte debate en todo el mundo respecto al papel de la ideología que hay detrás de estas atrocidades, y hasta qué punto ésta es responsable de aquellas, o bien si la distorsión del sistema se debe a que tuvo presidentes en Estados Unidos que impuso la represión, que terminó creando un reinado del terror, genocidas, estatal. ¿Podemos decir que la ideología no tiene la culpa?
No estoy afirmando que todas las formas de la economía de mercado son violentas de por sí. Es perfectamente posible poseer una economía de mercado que no exija tamaña brutalidad ni pida un nivel tan prístino de ideología pura. Un mercado libre, con una oferta de productos determinada, puede coexistir con un sistema de sanidad pública, escolarización para todos y una gran porción de la economía en manos del Estado. También es posible pedirles a las empresas que paguen sueldos decentes, y solicitar a los gobiernos que actúen como agentes de redistribución de la riqueza mediante los impuestos y las subvenciones, con el fin de reducir al máximo las agudas desigualdades que caracterizan al Estado corporativista. Los mercados no tienen por qué ser fundamentalistas.
Los golpes de Estado las guerras y las matanzas que han instaurado y apoyado regímenes afines a las empresas jamás han sido tachados de crímenes capitalistas, sino que en lugar de eso se han considerado frutos del excesivo celo de los dictadores, como sucedió con los frentes abiertos durante la Guerra Fría y la actual guerra contra el terror. Si los adversarios más comprometidos contra el modelo económico corporativista desaparecen sistemáticamente, esa labor de supresión se achaca a la guerras sucia contra el comunismo o el terrorismo. Prácticamente jamás se alude a la lucha para la instauración del capitalismo en estado puro.
Esta ansia por los poderes casi divinos de una creación total explica precisamente la razón por la que los ideólogos del libre mercado se sienten tan atraídos por las crisis y las catástrofes. La realidad no apocalíptica no es muy hospitalaria para con sus ambiciones, sencillamente. Durante más de cincuenta años, el motor de la contrarrevolución ha sido la singular atracción hacia un tipo de libertad de maniobra y posibilidades que sólo se da en situaciones de cambio cataclísmico. Cuando, con sus tocadas costumbres e insistentes demandas, estallan en mil pedazos; momentos en los que la democracia parece una imposibilidad práctica.
La mayoría del pueblo contra el que se arremetió en las redadas no eran "terroristas", como proclamaba la retórica oficial, sino más bien las personas a las que CIA habían identificado como los mayores obstáculos a su programa económico. Algunos de verdad eran opositores, pero a muchos se los veía como simplemente representantes de valores contrarios a Estados Unidos.
—No suelen ser nuestras ideas las que nos hacen optimistas o pesimistas, sino que es nuestro optimismo o nuestro pesimismo, de origen fisiológico o patológico quizá, tanto el uno como el otro, el que hace nuestras ideas.
¡La Lucha sigue!