Desde el momento mismo que Hugo Chávez asumiera la presidencia de Venezuela en 1998 -incluso, antes de ser oficialmente candidato presidencial- se desató una guerra mediática en su contra, tanto dentro como fuera del país. A lo largo de este tiempo, se le han negado reiteradamente sus credenciales democráticas, a pesar de ser el primer mandatario nacional en someterse a un referéndum revocatorio, de haber promovido la inclusión social de millones de venezolanos sin la oportunidad de una vida digna y de permitir, entre otras cosas, una libre expresión esencialmente oposicionista que llega al paroxismo más extremo. Aún así se sigue insistiendo en que Chávez ejerce el poder dictatorialmente, con persecución de periodistas y opositores, amenazas a la propiedad privada y ala paz regional, y destrucción de la economía venezolanas, sin mencionar sus presuntos vínculos con el narcotráfico y el terrorismo internacionales, en una inverosímil mezcolanza de malas intenciones y potenciales perversidades que lo equiparan con Adolf Hitler, Benito Mussolini e Idi Amín Dada.
Todo esto se mantiene sistemáticamente sin que haya cambiado un ápice esta guerra de desinformación sino que, al contrario, se incrementa con nuevos elementos como la alianza formada con Irán para producir armas nucleares y la carrera armamentista que estaría emprendiendo el gobierno de Caracas sin justificación alguna y sin que existan, supuestamente, amenazas de invasión o agresión por parte de otra nación. Hay, por tanto, un avieso propósito en crear una matriz de opinión favorable que permita una mayor y efectiva acción desestabilizadora, inspirada y financiada por el imperialismo yanqui en una clara demostración por impedir, a toda costa, el surgimiento y perdurabilidad de un régimen soberano al sur de sus fronteras, no obstante sus fuertes nexos comerciales, especialmente en materia energética.
Así, teniendo sus fuentes ubicadas en Estados unidos, los medios de comunicación internacionales se hacen eco de denuncias y hechos supuestamente originados en suelo venezolano, pero sin indagar lo suficiente para verificarlos, como les correspondería. Con ello se evidencia una cruzada propagandística que afecte la credibilidad de Chávez como líder apegado a las normas democráticas formalmente aceptadas por todos, pero que en el Presidente bolivariano son vistas como parte de su presunta estrategia manipuladora para perpetuarse indefinidamente en el poder. Es decir, a Chávez no se le quiere reconocer su empeño democrático en deshacer las ligaduras que mantuvieron excluidos social, política, cultural y económicamente a un grueso sector de la población venezolana por más de cuatro décadas consecutivas. En vez de eso, se le espeta el grado de corrupción administrativa de algunos de sus seguidores en cargos de gobierno, cuestión que el mismo Chávez ha afrontado públicamente, sin eludirlo, exigiendo su castigo, a pesar de que el sistema judicial se mantiene, a grandes rasgos, penetrado por funcionarios del antiguo régimen puntofijista. Ahora que adelanta una reforma constitucional, una ley habilitante, una educación con valores socialistas, el reordenamiento socialista de la geopolítica de la nación y el poder comunal, directamente ejercido por las comunidades organizadas, los que componen los cinco motores constituyentes; la estrategia desinformativa tiende a agudizarse cada vez más.
No es simple casualidad que Washington renueve sus esfuerzos políticos y diplomáticos, tratando de meter una cuña en la alianza geoestratégica lograda por Chávez en el sur de nuestra América y neutralizar algún apoyo de la comunidad internacional, si las cosas en el interior de Venezuela ameritan una acción más directa y definitiva, como lo han sugerido algunas voces agoreras en estados Unidos, incluyendo la posibilidad de un magnicidio. Todo ello, sin embargo, sigue estrellándose contra la muralla de amplio respaldo popular que rodea al Presidente Chávez. Aún así, el proceso revolucionario bolivariano requiere disminuir y conjurar con resolución y audacia los peligros que se ciernen sobre el mismo, ya que ello le facilitará su consolidación y avance definitivos.