Bush: la muerte para principiantes

Desde los años 80, la tasa de beneficio global (el promedio de la ganancia neta de todas las empresas del planeta) ha caído en más de un 10%. Aunque los economistas (como de costumbre) no están seguros del porcentaje, son unánimes en que ha caído y sigue cayendo.

Podría ser peor, si no fuera por los sectores que actualmente obtienen grandes ganancias, los “súper-rentables”: la industria militar, la tecnología de punta, la especulación financiera y las empresas petroleras (los países productores sólo reciben 15% del valor de cada barril).

¿Cómo se explica esta pérdida de rentabilidad del capitalismo mundial? Dos respuestas: a) crisis coyuntural puramente económica (“no podemos vender lo que producimos”) y b) crisis final o sistémica de la economía como lógica social (“esta gente ya no quiere trabajar”). Van las dos pegaditas: no se puede vender computadoras a 800 millones de analfabetos y, como dice Marx, “la economía no funciona sin la inconciencia de la gente”.

Asistimos al fin de la economía como motor de la historia o, mejor dicho, de la prehistoria humana. Para que la especie maneje finalmente su Historia en vez de sufrirla, los amos (la burguesía) clase de la economía, deben dar paso a los pueblos (el proletariado) clase de la conciencia.

Preguntamos ¿No hay una solución para salvar al capitalismo? Y los capitalistas nos responden: si, el neoliberalismo impuesto por el Imperialismo, renunciar totalmente a la Humanidad y a todo desarrollo social para vivir la barbarie tecnológica “en pleno desarrollo”. La economía política, ciencia de la dominación contemporánea, sólo puede solucionar el problema que ella misma crea, la falta de dinero. Mientras logremos producir dinero, aún a costa de todo lo demás, salvaremos al capitalismo.

Preguntamos ¿quién va a poner lo que falta para compensar la disminución constante del beneficio? Nos responden: los pobres, claro, que para eso están. Si los pobres se resisten y no se les puede sacar más sino a costa de guerras y revoluciones, no importa, nosotros no buscamos una estabilidad que es estancamiento: vamos a rediseñar el mundo para la conveniencia de nuestras empresas transnacionales. Si los pueblos del mundo se sublevan, tanto mejor, el problema se reduce a un asunto militar y la guerra también da beneficios. Si para reprimir hay que dejar agujeros nucleares zumbantes de radioactividad en algunas partes del planeta, no importa: eso da trabajo a la industria de la descontaminación y en ese sitio radioactivo podemos experimentar las instalaciones y los equipos que utilizaremos para colonizar y producir mercancías en el espacio.

¿Vamos a contaminar las aguas y el aire? Inevitablemente y, por cierto, es tiempo de que algo tan vital deje de ser gratuito para que la gente lo aprecie en su justo valor. Una industria para comercializar el aire que bebemos y el agua que respiramos ayudaría a crear empleos y riqueza.

¿Vamos a acabar con la vida en el planeta? Es posible, pero no nos importa: no somos materialistas que adoramos la materia, somos blancos anglosajones protestantes y creemos en la vida después de la muerte. ¿Nos critican porque estamos matando a millones? Si: los estamos enviando a ver a Dios y a que pongan su queja en el cielo. Nosotros nos someteremos al juicio divino cuando lleguemos.

¿Y si no hay nada del otro lado? Nos da igual, porque ya vivimos sin dejarnos limitar por las vidas miserables de esos billones de delincuentes que son los pobres (brutos, además, porque están mal nutridos). Nosotros los capitalistas le sacamos provecho a la vida y damos vida al progreso desarrollando y acumulando lo único que vale y que esta sociedad es capaz de crear: capital. Lo demás es lo de menos, los principios no se hicieron para avanzar sino para que los otros no avancen. La aviación, por ejemplo, progresa más, y mucho más rápido, que la virtud...

¿El futuro de nuestros hijos? Nosotros ya fuimos el futuro de nuestros padres…y eso no cambió nada. El futuro no existe en la medida en que sólo nos importa prolongar el presente o cambiarlo según nuestros intereses. "Después de mí el diluvio" es nuestro lema y además, como dijo Richard Nixon, "Los izquierdistas escriben la Historia, nosotros la hacemos".

Somos la clase dominante y no tenemos que avergonzarnos por dominar, dicen los burgueses y los burócratas: la salvación no está en la caridad sino en tener fe en que los pobres seguirán viviendo de la esperanza. Pero si pierden la esperanza y nos amenazan, como ahora, siempre preferiremos un fin horroroso a un horror sin fin.

(Continúa “CHAVEZ: LA VIDA PARA PRINCIPIANTES”)

mabolivia@gmail.com


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Eduardo Rothe


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