¿Acaso tendremos que seguir recibiendo golpes horribles contra nuestro país, ante el silencio miserable y cómplice de Occidente? ¿Será acaso que nos tendremos que calar, así como así, a otro Guaidó, y tener que esperar otros cinco años más para sacudírnoslo? ¿Acaso nos tendremos que acostumbrar a que nos expolien, nos insulten y humillen for ever? ¿Qué nos vayan a saquear por los siglos de los siglos, sin que podamos responder contundentemente? Porque se hace más que vidente, que no existen organismos en el mundo que pueda velar contra estos crímenes y actos de injusticias espantosos contra todo nuestro pueblo.

Ya llevamos en este asedio más de veinticinco años. Nos asesinaron a Chávez, el visionario, el líder que nos marcó este destino, el político genial que nos modeló este proyecto soberano y libre. Ese hombre de carácter, sabiduría y voluntad férrea contra quien no era fácil arremeter sin que nuestros enemigos dejasen de sufrir consecuencias terribles. ¿Qué podría ocurrir contra nuestros otros líderes, contra nuestra revolución si no nos armamos realmente hasta los dientes? Porque a los débiles, es histórico, los gringos los aplasta como cucarachas, sépase.

Y además rodeados por amenazas terribles como estamos. Por blandengues y canallas gobiernos en nuestro propio continente, por todos lados. Por ese filón de mierda llamado Irfaan Alí, por el Comando Sur, el voraz narcotráfico colombiano. Un Brasil que ni lava ni presta la batea. Un Gustavo Petro también asediado y sometido por la vieja y sólida estructura santanderista asentada allí desde hace doscientos años. Pues, encontrándonos rodeados, no nos queda otra salida que plantarnos con fuerza, aunque sea de momento, con Rusia, Irán y China, y hacer valer nuestros derechos a la subsistencia. Nadie nos lo puede impedir sino nuestras dudas, nuestros temores, nuestras vacilaciones.

Si ya la guerra como vemos está declarada contra nosotros de manera violenta y frontal, qué más vamos a seguir pensando. Nada, señores, a defendernos como exige la naturaleza, a producir misiles, a traerlos, a armarnos hasta los dientes. O si no, dentro de poco tendremos que lamentarlo para siempre.

No sólo nos saquean, sino que las restricciones contra nuestras posibilidades de crecer se multiplican cada día desde los propios organismos multilaterales como la ONU. Nos tienen en verdad declarada, insisto, una guerra criminal como pocas veces se ha visto en los anales de la historia universal, la cual veremos acentuada terriblemente este año 2024, como ya lo estamos sintiendo.

Los malditos imperios como Estados Unidos o la Unión Europea, no respetan sino la fuerza, y en ese sentido tenemos que prepararnos para batirlos como lo hizo en su momento nuestro gran Simón Bolívar. No existe otra salida, porque si no, a la larga, acabarán por hundirnos, por desintegrarnos. Tenemos que armarnos hasta los dientes como lo ha tenido que hacer Corea del Norte, como lo ha tenido que hacer Irán, o de otro modo seremos inclementemente arrasados, invadidos y ultra-colonizados de nuevo. Acabaremos por ser un destartalado potrero, un territorio sin alma ni pueblo.

Los piratas ingleses nos roban docenas de toneladas de oro. Los gringos se apoderan de nuestra poderosa empresa CITGO, nos meten 930 sanciones, nos bloquean cuentas en el exterior, se acaban de robar nuestro avión de Emtrasur-Conviasa, nos tienen retenidos miles de millones de dólares y todo eso lo hacen muertos de la risa, ¿y entonces cómo les respondemos? ¿Qué hacemos? ¿Hasta cuándo podremos soportar todas estas torturas, presiones y crímenes contra nuestro pueblo? ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo?...