La "Doctrina Betancourt" fue una derivación de la Monroe

La Doctrina Betancourt, promulgada el 13 de febrero de 1959, se hace sobre la base de que Venezuela cortará las relaciones con los gobiernos de la región que lleguen al poder por vías no democráticas. Según Betancourt Fidel no había llegado al poder por vías democráticas. Su lucha guerrillera, el fervor que el pueblo sentía por él, la revolución que está llevando a cabo no eran democráticas.

En verdad que en la década de los sesenta (y hasta el día de hoy), el verdadero enemigo de las dictaduras en América Latina no fue Betancourt sino Fidel Castro. Los militares que daban golpes de Estado en América Latina, para darlos y para ellos sostenerse en el poder tenían que llevar el visto bueno del Departamento de Estado. Además, y esto es lo importante, Fidel no estaba en absoluto de acuerdo con la política capitalista, con la imposición en la economía de los pueblos de los monopolios norteamericanos. Pero la Doctrina Betancourt no tenía otro sustento moral ni ideológico que lo que aprobara Washington en el tema de las relaciones internacionales. Betancourt nunca dijo ni pío cuando Nixon derrocó y asesinó a Salvador Allende. Y recuérdese que el hostigamiento pertinaz y decidido de Somoza II y Luis Somoza, contra Cuba, fue siempre considerada por la Casa Blanca como una actividad altamente respetable, y ante esto tampoco Betancourt jamás lanzó la menor crítica al imperio. Luis Somoza proporcionó para la invasión a Bahía de Cochinos los puertos de salida para la Brigada 2506, el campo de aviación Happy Valley de la que partieron 15 bombarderos B-26 en distintas incursiones aéreas contra aeropuertos cubanos, ordenados, claro, por la CIA. ¿Se escuchó alguna vez a Rómulo, mencionar su Doctrina para exigir además la no intromisión en los asuntos internos de Cuba (como sí se cansó de pedírselo a Fidel y por lo que se decidió su expulsión de la OEA)?

De todos aquellos ajetreos de Betancourt por el Caribe y Centroamérica, de sus estudios y análisis, lo que hizo a la postre fue convertirse (junto con Frances Grant, Muñoz Marín y José Figueres), en gran experto y asesor de Departamento de Estado para América Latina. Fue él el artífice de la nueva fórmula que permitiría sustituir la vieja política del Panamericanismo por su Doctrina. De aquí data también su relación con los hermanos Dulles. La Doctrina Betancourt venía a ser una derivación de la de Monroe que además encajaba muy bien dentro de los planes de EE UU en el tema candente de la guerra fría. Por otro lado actualizada con lo de la fuerza multilateral y en la idea de convertir el Mar Caribe en un “esplendoroso” lago yanqui. Betancourt se adaptaba magistralmente en sus andanzas por el Norte a la filosofía de vieja data en la que los Estados Unidos debía gozar de derechos soberanos sobre el continente americano y su voluntad ser aceptada por todos con fuerza de ley en la materia a que lleven su acción.

Betancourt, quien desde 1948 comenzaba a entender que para llegar al poder había que hacer tratos con el imperio y se llenaba de aprensión terriblemente viendo las acciones que sin vacilación alguna acometía EE UU procediendo con intervenciones e invasiones sin consulta de ningún género en América, tales salvajadas le fueron penetrando muy hondo en sus nervios. Sobre todo aquella sentencia de Teodoro Rooselvelt: “Todo país cuya población se conduzca correctamente puede contar con nuestra cordial amistad. Cuando una nación haya dado pruebas de razonables capacidades y de cierta decencia en el manejo de sus negocios políticos y sociales, no tendrá que temer la ingerencia de los Estados Unidos. Pero un desorden crónico, una impotencia constante para conservar los vínculos que unen a las naciones civilizadas, en América como en todas partes, podrán requerir la intervención de alguna nación civilizada y en este hemisferio la fidelidad de los Estados Unidos a la doctrina de Monroe podrá obligarlos, aunque eso le repugne, a ejercer un poder de policía internacional, en caso flagrante de tales desordenes o de semejante impotencias”.

Pero Betancourt había ido mucho más lejos mirando al futuro y presintiendo que realmente EE UU debía irse tragando uno a uno, ahora de una manera más legal y organizada, dejando de lado el atroz panamericanismo; el más grande visionario pro-yanqui que había surgido de América Latina se adelantaba al sistema neoliberal y planteaba para nuestro hemisferio una región segura para la inversión norteamericana. Coincidía Betancourt plenamente con el senador Albert J. Beveridge, cuando el 27 de abril de 1898, sostuvo: “Las fabricas americanas están produciendo más de lo que su pueblo puede usar. El suelo americano está produciendo más de lo que puede consumir. El destino se ha encargado de formular el texto de la política a seguir: el comercio del mundo ha de ser y será nuestro. Y lo conseguiremos conforme a las condiciones de nuestra madre Inglaterra. Estableceremos centros comerciales a través de todo el mundo para la distribución de todos los productos americanos. Nosotros con nuestra marina mercante abarcaremos el planeta. Hemos de construir una flota de guerra que corresponda a nuestra grandeza. Grandes colonias, con gobiernos propios, ondeando nuestra bandera y comerciando con nosotros crecerán en torno a nuestras avanzadas comerciales, nuestras instituciones volarán tras nuestros negocios en alas de nuestro comercio. Una ley americana serán llevadas a tierra hasta ahora ensangrentadas tenebrosas, las que entonces serán iluminadas y embellecidas por esas instituciones de Dios.[1]”

[1] Citado por Quince Howe en su obra “A word history of our time”.

jrodri@ula.ve


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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