En un turbulento Consejo Universitario en la ULA denuncié al Asesor Jurídico de este Consejo por ser uno de los más connotados golpistas de 11-A, el señor Marcos Avilio Trejo. Este señor se enorgulleció en medio de la discusión de ser defensor de Nixon Moreno y estar ejerciendo estas funciones al tiempo que detenta su cargo jurídico en la ULA. Hubo un momento en que expresó que se exageraba cuando se llamaba “el Allan Brewer Carias de Mérida” porque a tan altas dotes no llegaban sus conocimientos y personalidad; que para él Brewer Carias era todo un lujo de saber, y que compararlo con tan denodado jurista rebasaba con creces sus aspiraciones humanas.
Oyéndole con tan desmedido verbo, recordaba que Brewer Carias fue uno de los que introdujo en el forcejeo legal del 11 y 12 de abril, el término VACIO DE PODER para justificar el ajusticiamiento constitucional del presidente Chávez. Pero yo no podía extenderme en una larga discusión con el señor Avilio Trejo porque no era aquel escenario el adecuado para debatir sobre este asunto, pero tenía muy fresca en mi memoria, la reciente de lectura de la obra de Richard J. Barnet, “Guerra Perpetua”[1], en la que trataba este punto. Barnet fue uno de los más importantes asesores de la política norteamericana desde los tiempos de Harry Truman, conocedor a fondo de cuanto se decidió política y económicamente en Europa y en América Latina durante la post guerra.
Dice Barnet que existen funciones muy sutiles del lenguaje que el Departamento de Estado norteamericano sabe manejar muy bien, entre ellos el término “VACÍO DE PODER”. Que tal expresión simula una premisa principal de la política que impide el debate sobre lo que en realidad es una proposición vaga, simplista que procura encubrir un acto criminal. Añade Barnet que “la idea ocultada por el término VACÍO DE PODER es que un país débil debe ser dominado por uno más fuerte inevitablemente, que el poder de una u otra de las Grandes Potencias afluirá hacia el país. La implicación de aquellos que usan el término en la burocracia norteamericana es, que más vale que sea el poder de los Estados Unidos el que fluya. De este modo es inherente al vocabulario que usa el administrador de la seguridad nacional la idea de la imposibilidad del neutralismo, de la independencia nacional para los países débiles, o de evitar que el poder norteamericano no se extienda”.
[1] “Los hombres y las instituciones responsables de la política exterior de los Estados Unidos”, Fondo de Cultura Económica, México, 1972, pág. 214.
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