La bien conocida y astuta alianza estratégica entre el mundo alucinante y manipulador de la industria cinematográfica de Hollywood y el Pentágono ha logrado, entre otras cosas, el mantenimiento y adoctrinamiento de uno de los ejércitos más grandes del mundo: el ejército imperialista y sanguinario de Norteamérica.
Gracias a películas como Rambo, Top Gun, Día de la Independencia (entre otras) no sólo se ha logrado record históricos de alistamiento militar sino que han posibilitado que la población norteamericana (una de las más tristemente manipuladas del mundo) aprecie y consienta el comportamiento genocida de la política económico-militar de su gobierno.
Estas películas o verdaderas propagandas de guerra a través de un sofisticado adelanto tecnológico en efectos especiales y de un riguroso estudio del comportamiento humano y sus emociones, permiten a través de espectaculares escenas de acción, sumamente lacrimógenas y “heroicas”, estimular y evocar la sensibilidad del imaginario épico occidental en aras de pretender colectar sentimientos de apoyo y solidaridad ante el espejismo de una realidad que se haya totalmente fuera de esa idílica y manipuladora pretensión.
Tal ha sido el éxito de la inversión multimillonaria dispuesto por el gobierno norteamericano a la propaganda de su principal industria, que el negocio de la guerra ya es considerado atractivo para los capitales de las grandes trasnacionales. Sólo el gran auxilio financiero de estas poderosas corporaciones ha permitido mantener a flote la economía de uno de los más nefastos gobiernos que ha tenido la historia norteamericana. El atractivo lucro y poca inversión de la empresa de saquear a los pueblos del planeta de sus riquezas, es lo que hoy en día facilita el surgimiento de una sanguinaria cultura del odio y el terror.
Esta peligrosa vorágine promovida por el imperialismo, en su estado más avanzado y degenerativo, busca replantear los existentes paradigmas sobre los determinados ámbitos de acción de su poder. La cada día mayor disputa entre “burocracias públicas” y “burocracias privadas” (entre Estados soberanos y Corporaciones Trasnacionales) se refleja en la intención manifiesta de penetrar y controlar definitivamente la esfera política norteamericana. El grado de control hasta hoy logrado es significativo, pero no el suficiente. Las transnacionales de la Comunicación y el Entretenimiento (Hollywood), por tanto, replantean fórmulas y estrategias para no serlas tan forzadas. Mientras el tiempo es determinante, los vitales requerimientos por mantener y aumentar el dominio de sus inversiones en regiones críticas, les apremia hasta el punto de acudir a la contratación de verdaderos ejércitos de mercenarios. Estos, como verdaderas hordas asalariadas y de exterminio, a razón de no obedecer a patria o moral alguna, pretenderían ser en definitiva la solución para que en el futuro las guerras no acabasen como en el pasado (Vietnam).
La delicada situación militar y política reinante en Irak, y la posible salida de las tropas norteamericanas, realmente ha promovido una verdadera estampida dentro de todos los consorcios transnacionales. La escalada mediática por lo visto no será lo suficiente para contener el creciente enfado del pueblo norteamericano. Solo le falta a Hollywood decir la última palabra, desempolvarán nuevamente a Rambo.
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