Hoy EEUU, cual felino acorralado, tiene frente a si un dilema internacional que lo hace débil y fácil presa de las filosas garras que en el nuevo ajedrez mundial representan Rusia, China, India e Irán.
Actualmente esos países con una sincronización de protestas hilvanadas desde sus centros de poder, hicieron un llamamiento a los EU a través de sus presidentes de Rusia e Irán, Vladimir Putin y Mahmud Ahmadineyad, contra cualquier interferencia extranjera en los cinco países ribereños del Mar Caspio ya sea con propósitos energéticos o militares, en alusión velada a los proyectos estadounidenses tanto de construir un oleoducto como de establecer bases en la zona para atacar a Irán.
En otro contexto, China le dijo a EU sentirse profundamente dolido por la Medalla de Oro del Congreso que le impuso Bush este miércoles al Dalai Lama, esta acción perjudicaría gravemente las relaciones bilaterales. El líder budista, que permanece en el exilio desde una sublevación fallida contra las autoridades chinas en 1959, es visto por Pekín como un separatista y un traidor. Y pensar que ese endemoniado “tigre de papel” se mantiene financieramente a flote, gracias a los $900.000 millones que le mantiene colocado China en la Reserva Federal de EEUU.
Debido a la decisión estadounidense, China abandonó esta semana, en señal de protesta, un encuentro en el que se debatía el plan nuclear iraní. El miércoles, el jefe espiritual tibetano recibió la Medalla de Oro del Congreso estadounidense, la más alta distinción civil del parlamento norteamericano, durante una ceremonia oficial en presencia de Bush.
Y por si fuera poco, si estalla la pretendida invasión de Turquía contra los kurdos del norte de Irán –que no es más que una velada invasión promovida por la mano peluda de EU— ello encenderá el precio del crudo hasta niveles sin precedentes nunca antes alcanzados.
En la presidencia de Bush, subieron al poder los neoconservadores e instrumentaron su política unilateral de militarismo macho, diseñada (decían ellos) para restaurar la indisputable hegemonía estadunidense, amedrentando a sus enemigos e intimidando a sus amigos para que obedecieran, sin cuestionar, las políticas de Estados Unidos en el ámbito mundial.
Los neoconservadores tuvieron su oportunidad y sus guerras han fracasado espectacularmente: no han logrado atemorizar a quienes son considerados enemigos ni intimidar a sus antiguos aliados a que obedezcan sin chistar. La posición estadunidense en el sistema-mundo es hoy mucho más débil de lo que era en 2000, y esto es resultado, precisamente, de las muy erradas políticas neoconservadoras adoptadas durante la presidencia de Bush. Hoy, mucha gente está dispuesta a hablar abiertamente de la decadencia estadounidense.
Así que, ¿ahora qué pasa? Hay dos sitios a los cuales debemos mirar: al interior de Estados Unidos, y el resto del mundo. En el resto del mundo, los gobiernos de todas las tendencias le prestan cada vez menos atención a cualquier cosa que Estados Unidos diga o quiera. Cuando era secretaria de Estado Madeleine Albright dijo que Estados Unidos era “la nación indispensable”. Esto pudo haber sido cierto alguna vez, pero ciertamente no es verdad ahora. Hoy, el tigre está acorralado.
No es todavía plenamente el “tigre de papel” del que hablara Mao Tse Tung, pero es cierto que va en camino de ser exhibido como un tigre agazapado, a la defensiva.
¿Cómo tratan otras naciones a un tigre acorralado? Con una gran dosis de prudencia, podría decirse. Aunque Estados Unidos ya no puede imponer sus modos en casi ninguna parte, sigue siendo capaz de infligir grandes daños si decide dar un coletazo.
Irán puede desafiar a Estados Unidos con aplomo, pero intenta ser cauteloso para no humillarlo. China puede sentirse plena de vigor, segura de que se fortalecerá más en las décadas venideras, pero maneja con tiento a Estados Unidos. Hugo Chávez puede torcerle la nariz al tigre abiertamente, pero Fidel Castro, más viejo y sabio, habla en un tono menos provocador. Y el primer ministro italiano, Romano Prodi, toma de las manos a Condoleezza Rice mientras emprende una política exterior encaminada a fortalecer el papel mundial de Europa, independiente de Estados Unidos.
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