Capitán de mil batallas: el “Sierra Nevada” para Bolivia; “Galerías Preciados” con Cisneros y Filipillo; el lío de la “Partida Secreta” para taparear a la Chamorro en Nicaragua; el famoso Paso de la Barraganales… Por todas estas bellas gestas suspiran noche y día, Ramos Allup, Roberto Giusti, Federico Alberto Ravell, la Colomina, Cabeza e’ Motor…
A Rómulo Betancourt en 1975, le llegaban toda clase de quejas, pero como se trataba del “hijo que nunca tuve” pues, callaba y tragaba. El país no aguantaba más derroche, la voraz degeneración traducida en un incontrolable caos administrativo e irrespeto por todos los valores de la república lo dejaban sin habla ni respuesta para cuanto le llegaba. En Educación, por el vórtice de las pertinaces huelgas y paros no se cubría ni un 20% de los programas en escuelas y liceos; las universidades, igualmente de cerebros caídos porque se paralizaban un promedio de cuatro meses cada año. Los estudiantes muertos en disturbios: tan natural como que el sol sale cada mañana.
Luego le llegaban otros informes que hablaban de otras muertes, por malas praxis médicas en los hospitales, tan congénitas como el programa mismo de salud: todo en medio de una violencia estremecedora, concentrada en el supremo desprecio al ciudadano. La frase que más se oía en todos los niveles era “estamos frustrados”. Los expertos coincidían en que el país iba camino de convertirse en un segundo Haití, según las cifras de miseria y de endemias que cundían por doquier. El gobierno estaba como paralizado esperando que algún milagro (que podía ser una guerra) despertara la sensibilidad de los venezolanos para proceder luego a levantar la moral y la autoestima que estaba por debajo del subsuelo.
Lo que a los funcionarios del Estado les interesaba, era encontrar los mecanismos por los cuales hacerse rico en corto tiempo, antes de que llegase alguien y les relevase del cargo, sin ellos haber podido cargarse con una buena tajada. Se trataba de la incuria total. Rómulo ante tal cuadro, se encogía de hombros y respondía: “Ya yo cumplí con lo que me correspondía; ahora, meterme a dar órdenes sería un abuso.” Gonzalo Barrios tenía otra opinión: “A la gente no le gusta sino vivir hablando mal de todo. Es el gusanillo de inventar para desacreditar al que está mandando.”
No había manera de detener este caballo desbocado y la gente hablaba del día en que bajarían los cerros y harían trizas, todo. “Algún día bajarán y entonces veremos lo que pasará.”
Pero la inconciencia había insensibilizado y embotado, inutilizado, a todo el mundo dentro de AD. CAP se encontraba realmente imparable con sus desquiciadas medidas económicas, un paranoico desorden con las que aturdía a la prensa, el Congreso Fue la propia FEDECAMARAS quien le puso el mote de “Locoven”.
Exclamaba CAP: “Los años de mi gobierno representan el período más productivo que conozca nuestra historia contemporánea [...] He cerrado la brecha entre la Venezuela privilegiada y la Venezuela marginal [...] Venezuela vive el momento máximo de su historia [...]”
Para completar el desastre, CAP adquirió una estremecedora manía por recorrer el mundo sin nada en la cabeza: Europa, América, el Medio Oriente y la Unión Soviética. Habló desde todos los púlpitos internacionales: OEA, ONU, OPEP, FAO [...]
El 20 de febrero de 1975, el The New York Times difunde otros informes de la CIA según los cuales esta Agencia le había hecho pagos al señor Carlos Andrés Pérez cuando desempeñaba el cargo de Ministro de Relaciones Interiores bajo mandato de Rómulo Betancourt. Ya sabemos cómo reaccionaba CAP ante estas cosas, como lo hizo en el caso del “Sierra Nevada”: Una catarata de declaraciones y discursos, un agotamiento de la opinión pública por su prodigiosa capacidad para aturdir, hasta que al fin la gente fatigada, harta, opta por no querer saber del tema de los partidos.
Sobre los fondos de la CIA para CAP lo denunciaron muy pocos periodistas y políticos; a la mayoría de los partidos esto les parecía de lo más natural. ¿Acaso no iban nuestro oficiales a formarse a la Escuelas de las Américas donde se preparaban a monstruos para torturar y matar “extremistas”? Y siendo Venezuela, como lo era entonces para el Norte, un supuesto blanco de los objetivos subversivos de Fidel Castro, nada de raro era que CAP trabajase para el Departamento de Estado. Recuérdese que en 1973 aparecieron denuncias terribles contra la candidatura de CAP, en las que a páginas completas por la prensa al Gocho se le catalogaba de Guachimán. Decían estos escritos: “No le des tu voto al Guachimán”. Sin duda el Guachimán del imperio.
Pero fue tanto el monocorde ataque en su contra que CAP indignado, ofendidísimo, amenazó con declarar persona non grata al embajador norteamericano y romper relaciones con la administración del pobre Jimmy Carter[1] (a quien ni le iba ni le venía aquella información). Entonces, el Presidente comenzó a declarar que esta guerra de infamias se la hacían por su política “progresista” a favor del Tercer Mundo.
A lo pocos días aquella alharaca ya estaba convertida en un problema de Estado, y Betancourt sí comenzó a preocuparse, porque ¿qué de intríngulis no se llegaría a conocer si se desclasificaran todos los documentos que reposan en la CIA, sobre sus propias actividades entre 1959-1963?
Pérez aturdía a los periodistas con sus laberínticos razonamientos, plagados de contradicciones y mentiras evidentes, e insistía que era una campaña por el coraje por la manera como estábamos afrontando nuestra independencia y la dignidad en Venezuela: “La responsabilidad del gobierno de los Estados Unidos es inocultable. Estamos a la espera de una respuesta.” Aquel hombre empecinado por naturaleza, reiterativo en sus reclamos hasta el agobio y la desintegración del verbo, movía a su partido, a FEDECÁMARAS, a todos los grupos políticos a protestar por aquella infamia del imperialismo, y a los hombres de izquierda aquellos clamores les enternecía y fue entonces cuando para ellos CAP les comenzó a caer simpático. CAP gritaba: “Las nacionalizaciones del petróleo y del hierro, de nuestra posición irrenunciable de respaldo a la OPEP, de la actitud severa, pero responsablemente crítica frente a los abusos del capitalismo internacional y de nuestra franca y decidida posición tercermundista [...]” Añadió que se le quería cobrar su decisión de ejercer soberanía “para hacernos dueños de nosotros mismos.”
El 21 de febrero de 1977, el embajador norteamericano Viron P. Vaky, fue citado de urgencia al despacho del Escovar Salom (mejor conocido como “El Pirujo”). El canciller venezolano le exigió “una clarificación de los hechos calumniosos”. Entonces, al solicitársele la opinión de Betancourt sobre estos hechos se limitó a decir: “El Presidente Pérez no ha recibido dinero de la CIA.” No podía comentar otra cosa, y para alcahuetear una vez más los despropósitos de la gente de su partido, y siempre creyéndose el dios de la república, escribió una carta para la prensa en la que decía: “El país cree en mí. Jamás lo he engañado. La confianza de nuestro pueblo en la palabra mía es mi mayor orgullo de venezolano y de hombre público. Es, apoyado en ese voto de confianza que me han dado mis conciudadanos de todas las tiendas políticas democráticas, que vengo a hacer pública y enfática información. El Presidente Carlos Andrés Pérez, ni siendo ministro de Relaciones Interiores bajo mi gobierno, ni en ninguna ocasión, ha recibido dinero de la policía secreta internacional de Estados Unidos (CIA) para fines del Estado, ni mucho menos para beneficio propio.”
Es decir, que con el apoyo de Betancourt, CAP podía echarse a dormir, completamente seguro, bajo la sombra del árbol genealógico de su partido.
[1] Quien ha sido de lo mejorcito como presidente de EE UU.
jrodri@ula.ve