Pero para que actúe un enemigo mortal, debe existir previamente una situación de guerra. En el embaucamiento, parte de nuestra realidad opresora, esta situación no existe. Sin embargo, el imperio la declaró hace ya muchísimo tiempo, demasiado quizá, cuando sentenció: “América para los americanos” que a nuestro entender se traduce: “Latinoamérica para los norteamericanos” advirtiéndole de esta manera, a la voracidad de sus socios, que había un límite para practicarla en estos lares, y que ellos serían los corsarios del nuevo pillaje.
Inmersos en la engañifa y distraídos por el permanente asedio, no hemos sido capaces de formular una respuesta continental a tamaña agresión, y es que esta guerra soterrada, ha gozado, además del servicio de los lacayos locales, de nuestra indecible complicidad.
En algún tiempo, la intelectualidad malinchista, azuzada por sus conquistadores norteños, hizo correr la especie de que era producto del carácter supersticioso y de la pereza mental que corría por nuestras venas, lo que nos hacia dirigir la carga de la culpa de todos nuestros males, a aquella entelequia que se había dado en llamar, “imperio”. Esa propaganda caló en la ilusión del despertar, en la sensación de haber alcanzado la madurez de nación en vías de desarrollo. Pero en el fondo no era más que el anticipo, o las líneas adelantadas del neoliberalismo, la ultima novedad del imperio para consolidar su hegemonía, la que posteriormente dejara a su paso pueblos arrasados y desesperanzados.
Hoy esa conflagración, el imperio no la quiere o no puede, ni disfrazarla ni diluirla en la retahíla de eufemismos de su inconfundible política internacional. Como lo dijera su secretario de defensa Robert Gates, recientemente, en ocasión de su extraña segunda visita a la tierra azteca: “Es un recordatorio del poder militar estadounidense en la región” a propósito del amedrentamiento desplegado por sus portaviones en las aguas del Golfo de México, sin entrar a detallar, la cantidad de bases militares que se encuentran operando en los territorios de estos países, a los cuales se les considera libres.
En tal sentido es pertinente hacernos la siguiente pregunta: ¿Seguiremos permitiendo que las avanzadas mediáticas, en vísperas, quizá de la última agresión, representadas por las transnacionales de la comunicación y sus filiales locales, sigan erosionando nuestras reservas morales, culturales, comunicaciónales, con la aplicación de la guerra de ablandamiento? ¿Seguiremos permitiendo la devastación de nuestro territorio a través de la práctica de la hegemonía capitalista? ¿Que extraña razón nos obliga a convivir con los agentes de la CIA y sus derivaciones, si ellos mismos se han declarado enemigos de nuestro progreso, visto este, desde su óptica, como factor contrario, inversamente proporcional a su doctrina de seguridad nacional? ¿Como podemos limitar y regular esos fortines de guerra que son las embajadas norteamericanas?
¿Estamos urgidos de hacer esta declaración de guerra en el entendido y reconocimiento de nuestra realidad? ¿Debemos declarar al goloso del norte: estado hostil, como paso previo?
Lo primero que tenemos que hacer en esa dirección, es acordarnos como el gran pueblo latinoamericano que somos, en que tenemos un único y poderoso enemigo: “El imperio norteamericano” y empezar a desterrar de una vez por todas, su modelo hegemónico. De nada nos vale luchar en contra del hambre, la miseria, el desempleo, con todas nuestras fuerzas, si erosionado desde adentro y de afuera, por lo que provoca esas calamidades, no somos capaces ni siquiera de identificarlo, en cambio, le pedimos ayuda, o se la aceptamos sin pedirla, convidando de esta manera, al verdugo que nos degollará, en nombre de la libertad y la democracia.
Pasos a segur:
- Declarar a los Estados Unidos de Norteamérica estado hostil a los intereses del pueblo latinoamericano.
- Declarar a la CIA (Agencia Central de Inteligencia y sus similares) y sus personeros como organización no grata.
- No aceptar ninguna ley o elemento político estadounidense, con influencia extraterritorial.
- Retirar todas las bases y personal militar no acreditado diplomáticamente, de territorio latinoamericano.
- Legislar en materia de locales y actuación de personal diplomático estadounidense.
- Someter a las leyes nacionales los negocios de las transnacionales.
- Nacionalizar las empresas de la comunicación que actúan en nuestro territorio.
- Envío de inmediato a territorio estadounidense, de embajadores especiales, por cada uno de nuestros estados, para la salida política al conflicto planteado.
- Declarar a Latinoamérica como nación en proceso de construcción de su propio modelo económico y su propio modelo de relaciones internacionales.
- No permitir bajo ningún concepto la utilización de los alimentos del pueblo, para la fabricación de combustibles.
- Trasladar el escenario de confrontación a territorio estadounidense.
- Imponer la reciprocidad en las relaciones internacionales.
Todo esto enmarcado dentro del terreno de La Batalla de las Ideas propuesta por el Comandante Fidel, y de los procesos de cambio impulsados por la Revolución Bolivariana, como la única propuesta que garantiza otro mundo posible y su conquista en paz.
Por la paz y la justicia en Bolivia, Colombia y en toda Latinoamérica.
¡Patria, socialismo o muerte! ¡Venceremos!
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