Mientas daba algunos toques a un trabajo sobre el General Juan Antonio Sotillo y su participación en la Guerra Federal, escuchaba la intervención del presidente Chávez, en Puerto Cabello. No niego que el anuncio de la expulsión del Embajador de los Estado Unidos, me agarró de sorpresa. Y eso que, hace apenas unas horas atrás, envíe un artículo a la revista digital mejicana Apicalternativa.com, titulado "La oposición venezolana es golpista y subalterna", en el cual escribí que la línea fundamental de ella, sigue siendo salir de Chávez ya "a como dé lugar". Y agregué que, en esa empresa, que incluye el magnicidio, el norte consiste en desencantar a sus partidarios, hasta por la salida electoral y continuar fortaleciendo en ellos las aspiraciones de salida ilegal.
En el mejor de los casos, dije allí, los resultados electorales de noviembre, lo que tampoco parece tener fundamento en lo que dicen las encuestas, podrían otorgarle a la oposición algunas gobernaciones y alcaldías, pero eso no satisface a los adversarios de Chávez y a quienes desean o apetecen en demasía, ponerle la mano a la gigantesca renta petrolera venezolana, recuperar los privilegios que gozaron en el pasado y detener los cambios que aquel lidera.
En términos cuantitativos, el electorado pareciera estar anclado entre el 60 por ciento para el presidente Chávez – en última instancia es lo que más incomoda – y 40 para la oposición. Y siendo eso así, después de 10 años de gobierno, lo que constituye algo atípico y habla en beneficio del gobierno de Venezuela, la esperanza de sacarlo por la vía del referendo a mitad de período, que para la oposición es un largo plazo, les parece perdida.
Los intereses y apetencias de los círculos económicos y guerreristas de Estados Unidos, por el petróleo venezolano, estimulados por el agotamiento presuroso de ese recurso en aquel país, hacen ver como algo muy distante los plazos que la legalidad venezolana permite para intentar sacar al presidente por la vía pacífica. Sin contar que por lo visto no tienen con qué. Por eso, creemos que esos sectores, el nacional e internacional que adversan al presidente y sus políticas, aparte de las acciones diarias que van desde la guarimba, la desinformación, irrespetos, agresiones a los venezolanos, como esconderle los productos de primera necesidad, saboteaos de toda índole y paremos de contar, trabajan en gran medida por la salida ilegal. Y esto incluye, en mayor o menor grado, a la oposición organizada toda.
La participación electoral, que simplistamente se podría entender como un gesto de apertura democrática, se asume como un medio más, lo que parecería una contradicción, para intentar demostrar a sus partidarios que no les queda más qué hacer que tumbar al presidente.
No obstante, sabiendo todo eso, la decisión del jefe del gobierno venezolano, quien la ligó a la medida de Bush contra la representación de Bolivia y como un acto de comprensible solidaridad con esta nación, su presidente Evo Morales y la mayoría del pueblo del altiplano, repito que no dejó de sorprenderme.
Y no es para menos. Cuando uno ha vivido unos cuantos años de la historia venezolana, y para más señas, por causas de la profesión relacionada con la Historia y haber indagado en cierta medida acerca de la profunda relación que hay entre la política y la economía, pero habiendo visto como la determinante mayoría o casi todos los presidentes de Venezuela, nunca han tomado posiciones de dignidad de esa envergadura, no puede dejar de extrañarse en un primer momento, al escuchar lo que acaba de decidir Hugo Chávez Frías.
Por supuesto, como decía con frecuencia aquel que se creyó predestinado, pero nunca tuvo el coraje y profundo sentido de la dignidad latinoamericana del hijo de Sabaneta, "llueve y escampa". Y uno vuelve al centro y recuerda lo que ha pasado en la historia reciente de este país, el espacio que tiene que ver con Chávez y lo que pasa en América, sobre todo en la Bolivia de ahora, a la que le han caído en cayapa, bajo la coordinación de la Embajada americana, y tiene que entender que nuestro presidente no puede quedarse en estado si no de sumisión, por lo menos de indiferente o haciéndose el loco, como casi todos quienes han gobernado este país.
La expulsión del embajador de los Estados Unidos, justamente cuando se descubre una nueva tentativa de golpe y magnicidio, es una medida que está justificada, pese a los riesgos que muchos crean ver en eso. No hacer nada, hacerse el desentendido y dejar que la vida continúe como venía, es un riesgo mayor. Es una manera de manifestarle de manera soberana a quien empeñado está en torcer nuestros designios, imponernos su voluntad y hasta apropiarse de lo que nos pertenece, lo material y hasta de nuestros valores más profundos, que no estamos dispuestos a permitirlo.
A quienes puedan pensar que el presidente venezolano se equivocó, apresuró, exageró la nota o no debió hacer eso porque los gringos cobran y pisan fuerte, les invitamos a pensar que es bueno y digno, advertirle a quien nos amenaza, que no le tememos. Meter la cabeza, como el avestruz, no es ni ha sido nunca inteligente y efectiva estrategia.