Nosotros, los pobres

Una diferencia entre la crisis financiera de 1929 y la que ahora afecta a Wall Street es que, en aquel entonces, los millonarios se lanzaban por las ventanas de los rascacielos, en tanto que ahora los magnates en quiebra tiran la casa por la ventana para celebrar los rescates facilitados por instituciones gubernamentales.

Por lo visto, la bancarrota no afecta individualmente a los personajes que aparecen como presidentes y ejecutivos de las empresas que pierden capitales, inversiones y hasta la manera de caminar, sino que se trata de simples asuntos contables, algo que no basta para afectar la reputación o el crédito impecable de los directivos involucrados.

Estos, en buena parte de los casos, cobran bonos de finiquito, "cajitas felices" al estilo Pdvsa, con cálculos de lucro cesante, vacaciones y navidades incluidas. Aunque la liquidación resulte a veces un pelín embarazosa, no llega a ser como para que en lo sucesivo tengan que ponerse a trabajar.

Si bien la mala praxis corporativa constituye el POV (Procedimiento Operativo Vigente) del día, resulta sorprendente que tantos magnates en bancarrota integren la plana mayor de las finanzas públicas en el gobierno de George W. Bush y los de sus aliados.

Casi casi se diría que para ser ministro o algo parecido se debe haber quebrado un conglomerado o algún consorcio de tamaño regular.

Desde luego, las cuestiones económicas no son mi fuerte y menos aún las financieras; hasta ahora, no he logrado entender quién o quiénes van a pagar los platos rotos en el desplome de Wall Street. La cuestión no deja de preocuparme, pues ya en ciertos medios de comunicación –dedicados a confundir– se comienza a insinuar que los paganinis seremos los más pendejos, o sea, los ciudadanos de los países colonizados por las empresas transnacionales.

De alguna manera, los habitantes de Latinoamérica, Asia y África, es decir, los tercermundistas, tendremos que hacer sacrificios para el beneficio del índice Dow Jones. Las maquilas tendrán que producir más a menor costo, los alimentos subirán de precio y las materias primas bajarán su valor.

Las cosas volverán a ser como eran: ellos seguirán ricos y nosotros pobres.

augusther@cantv.net


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Augusto Hernández


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