El bloqueo contra Cuba arribará pronto a su cincuenta aniversario. Durante este lapso ha causado sufrimientos infinitos al pueblo cubano, pues ya desde el año 1960 había sido calificado por funcionarios del gobierno norteamericano como “guerra económica”. Desde el punto de vista financiero ha provocado un daño equivalente a más de 93 000 millones de dólares, con afectaciones a todas las ramas de la economía y con repercusión negativa en todas las esferas sociales.
Por esta práctica genocida contra el pueblo cubano, y que involucra y afecta también a todas las naciones que sostienen relaciones con Cuba o la pretendan establecer, el gobierno norteamericano ha sido sancionado durante 18 años consecutivos en la Asamblea General de las Naciones Unidas, con una votación apabullante en los últimos años. Eso mismo ha sucedido, desde mucho antes, en múltiples foros de carácter internacional.
El bloqueo es, pues, un viejo problema de las relaciones de Estados Unidos con Cuba que habrá de heredar Obama y que en algún momento requerirá su atención, como la ha merecido, en varias ocasiones, del Congreso de los Estados Unidos, al discutirse enmiendas introducidas por legisladores de esa nación, tratando de eliminar determinadas medidas establecidas por el complejo entramado que constituye el llamado idílico embargo, como lo califica el gobierno norteamericano, a pesar de tratarse, realmente, de un cruel y despiadado bloqueo a nivel planetario y un acto flagrante de genocidio según el derecho internacional.
La legislación más abarcadora del bloqueo lo constituye la Ley Helms-Burton, que se ha convertido en la práctica en una ley extraterritorial con alcance de intromisión, de sanción y de violación de los actos soberanos de comercio y de relaciones comerciales de todos los países del mundo. Esta ley, además, arrebató facultades tradicionales del Presidente y las subordinó al Congreso, a partir de entonces, en el afán de éste de impedir la fácil reversibilidad de algunas o muchas de las disposiciones legales contenidas en dicha ley.
La Ley Helms-Burton es el producto del Congreso, que legisló un engendro maniático, atizado por la revancha de legisladores cubano-norteamericanos y sus pariguales legisladores reaccionarios norteamericanos. Pero fue promulgada y bendecida por el Presidente William Clinton el 12 de marzo de 1996, en una decisión que fue inconsecuente por una serie de razones. Esta es una herencia del mandato de Clinton que Obama tendrá que escudriñar y sobre la cual deberá pronunciarse en dos sentidos: dejarla vigente sin modificación, lo cual sería nefasto y erróneo, o proponer su derogación o modificación por el Congreso. Lo justo y más conveniente para los intereses legítimos del pueblo norteamericano sería derogarla y, con ello, el bloqueo, pues ya se ha comprobado en Naciones Unidas que el mundo entero, representado por 185 votos a favor y 3 en contra, reclaman el cese del bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos contra Cuba. Y hay que añadir, contra cuantos países mantengan relaciones comerciales con Cuba.
La ley Helms-Burton, como su hermana menor la Ley Torricelli, es ley de la selva, de las cavernas, de los piratas, de los invasores, de los bárbaros, de los genocidas, de los guerreristas, de los imperialistas, de los goliaths, de los violadores, de los desalmados, de los perseguidores, de la Roma americana, y constituye una vergüenza para el pueblo norteamericano y una ofensa y una afrenta para todas las naciones del mundo. Todos estos epítetos para esta ley pudieran parecer exagerados. Pero invitamos a cuantos lectores incrédulos existan en este mundo, a que procuren y lean de cabo a rabo esta ley. Verán así renacer dentro de sí mismos el sentimiento antiimperialista más acendrado y firme. Su lectura completa y analítica puede convertir en antiimperialista consecuente al más inocente y neutral ciudadano común de cualquier país. Y uno se pregunta, con razón fundada, como fueron a la vez tan prepotentes y estúpidos para concebir, aprobar y poner en práctica un instrumento tan disparatado en lo político, en lo legal y en lo moral, que lo hace repudiable hasta por los propios países aliados de Estados Unidos.
¿Cómo sería posible que Barack Obama, abanderado de cambios esenciales para la existencia del pueblo norteamericano, que incluyen su moral y su prestigio, vaya a dejar inalterable e intacta, a esa ley, que a la larga, es tan antinorteamericana como anticubana, como antinacionales son sus efectos sobre los otros países del mundo?
Esa herencia nefasta del bloqueo y de vigencia de la ley Helms-Burton, será una carga pesada para Obama y los Estados Unidos, y lo mejor sería quitarla de sus hombros y lanzarla al estercolero de la historia. No se puede olvidar que ya el antibloqueo del mundo ha amenazado con sepultar el bloqueo actual y a todos sus defensores, y ya lo ha logrado en el terreno que debe ser más sensible y apreciado para todo verdadero gobernante y para toda nación respetable: la moral de su actuación histórica.
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