Obama, la herencia maniática de la guerra mediática y las dos hijas bastardas del imperio

Barack Obama enfrenta muchos desafíos y algunos se derivan del componente ideológico que las campañas mediáticas han ido sembrando en las mentes de los ciudadanos norteamericanos, aunque no en todos ellos el efecto pernicioso de tantas mentiras propaladas ha logrado obnubilar el pensamiento. Gran parte del pueblo norteamericano es capaz de intuir la verdad o al menos es capaz de poner en dudas tanto vendaval de propaganda mal intencionada y de noticias completamente manipuladas. Pero seguramente Obama podrá contar con asesores de una y otra parte, incluyendo blancos y negros, congresistas, pastores, comerciantes, políticos actuales o retirados, profesores, investigadores y hombres y mujeres comunes, capaces de revelarles sus valoraciones sobre Cuba y su realidad. Podrá así, si es que lo quiere, tener una visión diferente de la imagen que durante casi medio siglo han pintado, en general, las autoridades y los medios de Estados Unidos, y en forma más perversamente distorsionada por medios como la Radio y la TV Martí.

Las campañas de propaganda contra la Revolución Cubana han alcanzado los ribetes más escandalosos e increíbles durante toda su historia, desde los mismos inicios de su génesis con el Asalto al Cuartel Moncada. Noticias más falsas que verdaderas han circulado y han sido propaladas por los medios de todas las latitudes, y en especial por los de los Estados Unidos. A pesar de los años transcurridos desde el triunfo de la Revolución, se ha mantenido hasta hoy la más furibunda campaña publicitaria con el propósito de dañar el prestigio de la obra de la revolución y, con ello, falsear la imagen y la realidad de la Cuba revolucionaria.

Estados Unidos ha orquestado la campaña más colosal y compleja que jamás ha diseñado contra país alguno. Sus numerosos y potentes medios de propaganda han contado adicionalmente con el apoyo de cuantos medios en el mundo les sirven de caja de resonancia como aliados serviles del monopolio informativo made in USA. Así se ha estructurado una larga cadena mediática lista para la desinformación y el ejercicio del anatema contra Cuba.

No satisfechos con lo logrado con medios específicos como Radio Swan, al principio de la Revolución, y todas las emisoras radiales localizadas en territorio de Miami y otros puntos, utilizaron como radioemisora insigne a la Voz de las Américas, su órgano oficial. Fue así que crearon y sacaron al aire en 1985 a un apéndice oficial titulada radio Martí, durante el gobierno de Reagan. Y con el devenir de los años, como no bastaba, se les ocurrió crear la TV Martí en 1990, durante el gobierno de George Bush (padre). A ambos órganos mediáticos se les asignan anualmente millones de dólares en el presupuesto de la nación.

Con la creación de estos supermedios financiados por el gobierno de los Estados Unidos, éstos han puestos sus esperanzas -oh, esperanzas de burbujas de jabón- en que Radio y TV Martí proclamen las palabras mágicas del “ábrete, sésamo”, para con ellas encantar a la población cubana y fomentar y desarrollar una conciencia mayoritariamente contrarrevolucionaria en Cuba.

Con la creación y mantenimiento de esta agresión electrónica, los Estados Unidos viola las regulaciones internacionales de tele-comunicaciones, y al invadir y ocupar frecuencias y canales en el espacio radioeléctrico de Cuba, realiza una acción contra la soberanía de su territorio, tal como estipulan las normas y leyes internacionales sobre esta materia.

No obstante los cuantiosos recursos invertidos por Estados Unidos, los técnicos cubanos han logrado bloquear la señal televisiva, y la radio y la TV son medios de escaso o nulo efecto propagandístico dentro de la población cubana.

Los lectores habrán observado que a dichas Radio y TV no les bautizaron con el nombre de George Washington o el de otro patricio cualquiera de Norteamérica. En su osadía o estupidez escogieron el nombre de José Martí, Héroe Nacional de Cuba, quien peleó contra España por la independencia de Cuba y contra la influencia de Estados Unidos en Cuba y en América Latina. Fue un latinoamericanista consecuente y un antiimperialista visionario, capaz de desentrañar las esencias y tendencias avasalladoras de los Estados Unidos.

Quien sea una persona medianamente culta o tenga un elemental interés en conocer el pensamiento antiimperialista de José Martí y sus ideas patrióticas y latinoamericanistas, puede percatarse claramente de lo absurdo y ofensivo de denominar con ese nombre sagrado a dos medios de propaganda que son, desde todos los ángulos, enemigos del pueblo y la nación cubanos. Obama, como Presidente de los Estados Unidos y persona culta, está a años luz del ignorante personaje que todavía ocupa la Casa Blanca, con su alma de cowboy e ínfulas de Hitler, y puede preguntarse si alguien puede entender las razones que tuvo el gobierno de Estados Unidos para denominar esa Radio y TV piratas con el nombre Martí, el Héroe Nacional de Cuba, y si alguien en su sano juicio lo puede justificar.

Pero, en fin, estas son las verdades que parecen increíbles sobre la política de Estados Unidos, en relación con la guerra mediática contra Cuba, y que el Presidente Barack Obama, durante su mandato, tendrá que poner en una balanza cuyos extremos son la locura o la cordura, a la hora de proponer los fondos para financiar la continuación de la guerra mediática o simplemente decidirse por ponerle fin y solicitar el desmantelamiento de dos nidos de ratas donde pululan la corrupción y el derroche de dinero para mantener estudios, globo y avión transmisores y numeroso personal vinculado a la mentira soez y siempre aficionado a vivir del cuento.

Obama debe saber y convencerse que ante el plan de invasión radioeléctrica del imperio, Cuba ha sabido poner en práctica el plan de resistencia de interferencia radioeléctrica que ha burlado sus sofisticados medios de agresión. Por tanto debe poner fin a esta ofensiva pírrica.

wilkie@sierra.scu.sld.cu


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Wilkie Delgado Correa


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