Desde los tiempos
en que el igualmente digno y osado Guillermo de Occam célebremente
solicitaba con su: Defende me gladio ego, defendam te calamo
(Defiéndeme con la espada y te defiendo con la pluma) al rey de Alemania
(Luís IV de Baviera) para poder continuar desafiando filosóficamente
la prepotencia supuestamente omnipotente del Papa (Juan XXII), no se
había visto una más creativa y valiente forma de combatir el orgullo
de uno de los más nefastos y sanguinarios “perros” de la Historia.
Aun cuando
hayan sido solo zapatos y no piedras se sigue manteniendo oportuna y
convincente la moraleja bíblica de que por más poderoso y gigante
que se nos puedan mostrar los actuales Goliat, simbólicamente por ahora,
seguirán siendo blanco de la proeza y el pundonor de un David y sus
zapatos.
A pesar de
la buena puntería, la determinación y la fuerza de la dignidad de
sus “misiles” desgraciadamente éstos no sólo no poseían GPS,
localizador térmico o Uranio empobrecido como para darle un más que
merecido trato de reciprocidad y justicia a un sujeto que desvergonzadamente
viene sanguinariamente usándolos para diezmar a unos cuantos pueblos
del planeta.
Este acto que
seguramente será visto y evaluado a partir de los más insospechados
y serviles prismas de la conveniencia, también oportunamente han de
servir para introducir obligados debates y reconsideraciones en una
profesión, el periodismo, que vergonzosamente están siendo “maniatados”
en su postura ética y en su ineludible compromiso con lo social.
Como nunca
antes en la historia hoy se cometen a diario los más terribles y desalmados
crímenes contra la humanidad. Millares a cada minuto mueren por hambre
y otros por buscar la forma de no padecerlo y sin embargo, a pesar del
sorprendente y siempre conveniente avance en las telecomunicaciones,
cada vez continúan siendo más ocultos y torturantes sus silenciados
testimonios y reclamos.
Con la miserable
excusa de nuestro confort y que no hace falta que se nos amargue más
de lo que diariamente estamos, y de paso para no perder su trabajo,
desliz a desliz, la mística de una buena parte de los periodistas desvergonzadamente
se vienen aliando a los mayores criminales y torturadores de la historia.
Por un bozal de arepas tendiente a solo engordar los caprichos de su
ego en una fama tan efímera como traicionera, seguramente será incomprensible,
poco ético y condenable el atrevimiento de este periodista.
Más allá
de la carga semántica que en el pueblo Árabe lleva el que alguien
sea golpeado con los zapatos, el acto en sí debiera de recubrir otra
más occidental lectura, y es que ha sido tan encarnizada y salvaje
el comportamiento de las fuerzas militares y mercenarios de Estados
Unidos contra el pueblo de Irak que de haberla vivido y sufrido nosotros,
seguramente no hubiésemos sido tan educados y cultos.
waldomunizaga@hotmail.com