El Estado de Israel inició una osada tentativa de erradicar cualquier oportunidad de autodeterminación en la Franja de Gaza. Este Territorio Ocupado en 1967 fue aislado de una dilacerada Autoridad Nacional Palestina (ANP) poco después de la victoria del Hamas en las elecciones generales de 2006. Existen tres factores fundamentales para las operaciones militares del Estado sionista. Uno de ellos pasa por el calendario electoral Israel, cuando la disputa se da en un juego de cartas marcadas, con dos ex-primeros ministros en la carrera (Barak y Netanyahu). Otro es la posibilidad de atacar a la población palestina justo en el intervalo del gobierno de los EUA, con Bush Jr. saliendo y apoyando las medidas de fuerza y Obama callado hasta asumir. Y el tercer factor, el más siniestro de todos, es que existe una grado de realidad en la teoría conspirativa, que aproxima el actual presidente (ilegítimo) de la ANP Mahmoud Abbas, a la política externa israelí.
No que el gabinete de Abbas sea el responsable por el Holocausto promovido por las armas de Israel (financiadas con presupuesto de los EUA), pero como mínimo peca por dos veces: -en la represión interna a la resistencia palestina (en especial a los grupos de izquierda)- por haberse presentado como un compañero confiable de los líderes árabes traidores, tales como el presidente de Egipto Hosni Mubarak, el rey de Jordania Abdullah II y el monarca saudita Abdullah bin Abdel Aziz.
Más preocupado con su hegemonía interna –cada vez más frágil– el heredero del partido de Yasser Arafat se mostró como el hombre a ser elogiado por la administración Bush Jr./Cheney; por los sucesivos gabinetes sionistas y por la alianza explícita entre las compañías gigantes del petróleo y los gobernantes árabes. Por otro lado, El Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas, integrista de credo sunita) rompió con Al Fatah –históricamente el partido mayoritario, dividido en muchas facciones y bajo eterna acusación y sospecha de corrupción- y ganó en las urnas. Ganó pero no llevó, tomando Gaza y perdiendo Cisjordania para una autoridad que no se sostiene más a no ser en la espalda del apoyo de los muy sospechosos regímenes árabes.
La urgencia de Ehud Olmert en liberar el ataque se justifica también por querer generar una situación de malestar para la nueva administración estadounidense que está por asumir. El vacío de poder temporal (por la reprobación popular de Bush Jr.) y el periodo electoral aproximándose son la mezcla ideal para promover una operación militar que hiede a genocidio programado.
Ya ultrapasaban los 400 el número de palestinos muertos por los bombardeos “quirúrgicos” de Israel. Eso antes de comenzar la invasión por tierra. La meta del Estado que nació del pacto entre la Haganah-Palmach, la Stern y la Irgun es en teoría, eliminar la alternativa integrista palestina. Este argumento es falso. Aún si el Hamas pudiera ser desestructurado en Gaza, perdiendo su capacidad de gobierno y de acción militar, es una ilusión suponer que la facción de Al Fatah aún conectada con Abbas será la alternativa en aquel territorio. En la ausencia del autoritarismo de la organización político-militar-religiosa Hamas, no habrá autoridad legítima que se construya con la ayuda del invasor sionista. La meta de Israel no es el fin del integrismo suni, sino simplemente la ingobernabilidad de Gaza. Y, si el Hamas consigue un empate con victoria política, como el logrado por Hizbullah en julio de 2006, ahí se estará pavimentado el camino para la victoria interna de la política palestina.
La lucidez que vino de la izquierda
En medio del caos instalado cuando Al Fatah comenzó a reprimir utilizándo la ANP, situación caótica esta que se profundiza en los enfrentamiento entre Hamas y la facción de Abbas – culminando con el golpe del ala gubernista de Al Fatah – la propuesta más lúcida vino de la izquierda del nacionalismo árabe. En manifiesto firmado por eel Frente Democrático por la Liberación de la Palestina (FDLP); Frente Popular por la Liberación de la Palestina (PFLP) y el Partido del Pueblo Palestino (PPP), las tres históricas fuerzas de izquierda claman por una unidad de combate, apoyo logístico contra el invasor y reconstrucción de las estructuras de base en medio de los combates casa por casa.
Si hay una acumulación de experiencia con los años de combate entre las fuerzas de ocupación de Israel y la resistencia árabe, todo nos lleva a creer que esa ocupación terrestre puede hacer el inicio de la 3ª Intifada. Lo que está en juego si esta resistencia será llevada a cabo sólo por el autoritarismo integrista o por el conjunto de las fuerzas palestinas.
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