UNA INTRODUCCIÓN NECESARIA
Cuando las consecuencias de las tormentas económicas y políticas se abaten con furia sobre el mundo es cuanto más se hace necesario observar el sustento de la cosmovisión ideológica de las principales clases que contienden en ella (proletariado y burguesía). En este caso concreto, trato de acercarme, en la medida de lo posible, a ese sustento ideológico que la burguesía tiene al respecto. Indudablemente el tema es muy amplio. No lo dudo. En todo caso, considero estas notas, sólo como apuntes iniciales de otro que luego abordaré con más amplitud. Incluso, advierto, que puede haber algunas imprecisiones, pues, sólo los sabihondos y los iluminados no cometen errores. Con esto inicio este apunte.
1.- EL IDEALISMO COMO SUSTENTO SUPREMO DE LA IDEOLOGÍA BURGUESA.
La ideología constituye una parte de la conciencia social. Es reflejo del ser social, es decir, proviene de las condiciones de vida material de la sociedad. El materialismo histórico dice al respecto lo siguiente: “Las concepciones políticas, jurídicas, morales, religiosas, artísticas y filosóficas de la sociedad constituyen la parte ideológica de la supraestructura erigida sobre una u otra base económica históricamente determinada.” (1). Además, debemos tener cuenta que históricamente las sociedades han pasado por dos grandes periodos, y estas han sido: primero, el periodo pre-clasista, y, segundo, el periodo clasista. A la primera únicamente perteneció la comunidad primitiva y, a la segunda, la sociedad esclavista, feudal, capitalista e inclusive la sociedad socialista que en algún momento de la historia existió, tanto en Rusia como en China (1917 y 1949 respectivamente).
Ahora bien, si partimos de la siguiente premisa: “En toda sociedad clasista no pueden existir individuos al margen de las clases sociales, sino, siempre inmersas en ellas y además en una dura confrontación tal como efectivamente lo están estas clases sociales en la esfera de la producción.”, fácilmente podemos concluir afirmando con toda seguridad que toda manifestación imaginativa (ideológica, cultural, etc.) del individuo proviene siempre de la inter-relación habida en este proceso. Por otra parte, este proceso conduce, en forma inevitable, a una ideología específica en cada una de las clases sociales existentes en esos momentos. Así fue a lo largo de la historia desde la aparición de las clases sociales. En la sociedad esclavista, la ideología de las clases esclavistas y los esclavos. En la sociedad feudal, de los señores feudales y los siervos de la gleba. Y, en la sociedad capitalista, de la burguesía y el proletariado.
Por eso las clases dominantes de la sociedad capitalista plasman sus aspiraciones de clase en la ideología burguesa. La condición de clase dominante de la burguesía convierte también a su ideología en una ideología dominante.
Sin embargo, en la época de los monopolios, donde la burguesía financiera se ha convertido en una clase parasitaria, especuladora, rentista y sumamente ambiciosa, su ideología también se ha tornado en una ideología sumamente reaccionaria y opuesta a todo progreso de la humanidad.
Así podemos concluir afirmando que en la sociedad capitalista como en todas las sociedades clasistas las manifestaciones culturales y artísticas de los individuos siempre han tenido un sello de clase. La comunicación, entre otras, no ha escapado a esta situación. Las transnacionales de la información saben perfectamente esto, pues, de antemano conocen, con toda seguridad, que toda comunicación que no este vinculado a sus ambiciones y su modo de ser, simplemente, no debieran existir. Y, en esas condiciones, es completamente obvio y necesario observar, y más aún, tener un concepto acertado de lo que es la ideología de la burguesía.
Pero, para continuar con este análisis es imperativo previamente hacer dos aclaraciones. Primero, si el mundo y la vida en general están en permanente movimiento y cambio, las ideas también están en permanente renovación. Aquí es bueno remarcar que los conocimientos surgen de la principal práctica que tiene el hombre en su vida, es decir, nos referimos, qué duda cabe, de la práctica de la producción. La cultura, las ciencias y las innovaciones técnicas, incluyendo a la propia ideología, también han surgido de esta actividad, es decir, de las condiciones materiales de vida de la sociedad. Segundo, también debemos ser lo suficiente claros en lo relativo a la proyección e incidencia de la ideología de la burguesía en la sociedad entera, es decir, en la sociedad civil, los estamentos estatales, las instituciones religiosas, las organizaciones políticas (partidos políticos de derecha incluyendo a las organizaciones seudo-izquierdistas) y en general en todas las instancias de la sociedad.
Se entiende que el hombre a lo largo de la historia ha avanzado siempre en medio de un proceso continuo de aprehensión de conocimientos. Su vida ha sido un proceso continuo de conocimientos. Este proceso se hizo aún más claro a medida que se transformaba en un ser social pensante y actuante. Surgió de su práctica de la producción, de su lucha constante por aferrarse a la vida y de sus ganas de supervivir en el mundo. Y, para darnos cuenta, lo inflexible que fue este proceso a lo largo de la historia, bastará observar el nivel de conocimientos alcanzado por los hombres en cada una de estas sociedades. En fin, éste ha sido el efecto inmediato del movimiento ocurrido en la esfera de la producción.
Sin embargo, con el advenimiento de las sociedades clasistas, las clases dominantes han tenido sus propias expectativas y entonces pasaron a entretejer sus propias ideologías. Los esclavistas sometiendo a los esclavos. Los señores feudales explotando al máximo a los siervos de la gleba. La burguesía como clase dominante de la sociedad capitalista, no se quedó atrás, siguió también ese mismo rumbo, para ella, como clase dominante, fue imperiosa la obtención de riquezas pero también la vigencia de su sistema. Y, en esas condiciones, el aspecto ideológico se hizo muy importante que le permitió, entre otras cosas, el manejo de millones de conciencias. Es, en la actualidad, una de sus más grandes preocupaciones, cuyo objetivo no podía ser realizado, sin antes haber reorientado sus aparatos estatales a un proceso de verticalización y militarización, donde el concepto de “fuerzas armadas como quinta columna de los Estados.”, se hacía aún más claro y nítido, y, el de “Aparato burocrático y militar”, también se trastocaba como “Aparato militar y burocrático”, es decir, con mayor incidencia de su factor militar.
Y, en este contexto, lo ideológico se convirtió en un factor imprescindible de lo militar y, consecuentemente, se hizo muy importante. Sus conceptos y variables pasaron a confrontarse abiertamente con las posiciones científicas sobre todo con las ideas progresistas y revolucionarias que enarbolaba el proletariado como clase. Esto era realmente de gran importancia para la burguesía. Y, todo esto no era casual. Indudablemente. Tenía un sustento debido que provenía del criterio científico, que advertía, que las ideas y los conceptos entrañaban un sello de clase. De ahí que cuando las corrientes marxistas difundían los conceptos de cambio y revolución, ellos lo hacían de paz y quietud; asimismo cuando se hablaba de ciencia y acierto, ellos difundían con gran fuerza la religión, el disimulo y el engaño y, cuando se anotaba la importancia de la política y se acentuaba que el ser humano era esencialmente un ser político, ellos respondían prohibiendo la política para las grandes mayorías y reservándose ese derecho sólo para ellos. Esto demostraba el criterio de clase existente en las ideas y la importancia del aspecto ideológico en la vida de los hombres.
Tal vez, con cierta razón afirmemos, que lo presente, lo nuevo, lo juvenil, lo hermoso, lo bello, lo pujante y lo brioso, simbolicen el progreso, además, lo pasado, lo viejo, lo senil, lo feo, lo horripilante, lo debilucho y lo caduco personifiquen el retraso, pero, de hecho, hay algo bien seguro que queda en todo esto, que el progreso y el retrazo son absolutamente contradictorios y opuestos entre sí, además, que la contradicción progreso-retraso entraña siempre una clara línea ideológica, referida en lo fundamental, a las dos corrientes que explican el concepto del hombre acerca del mundo, esto es, por una parte, progreso, que significa, ciencia, ir siempre hacia adelante y representada por el materialismo filosófico marxista y, por la otra, retraso, que significa, oscurantismo, ir siempre hacia atrás y representado por el idealismo.
Por lo tanto la conclusión que normalmente surge de este proceso es la contradicción inevitable entre el materialismo y el idealismo. Todas las corrientes que aspiran a la transformación revolucionaria de la sociedad se sustentan, de una u otra forma, en el materialismo filosófico marxista y todas las corrientes que aspiran a la defensa del status quo vigente y por ende de la opresión y explotación, lo hacen en el idealismo. No hay término medio al respecto. Los tercerismos no tienen sentido. El materialismo filosófico marxista es la base de la ideología del proletariado y tiene vigencia histórica desde que ésta traspasó su carácter de “clase en si” a su carácter de “clase para si”. En tanto el idealismo es la base de todas las ideologías de las clases dominantes, fue usada por las clases esclavistas y los señores feudales, y ahora en la sociedad capitalista, por la burguesía.
2. – PRINCIPALES ELEMENTOS IDEALISTAS EN LA IDEOLGÍA BURGUESA:
A.- INDIVIDUALISMO COMO MÁXIMA EXPRESIÓN IDEOLÓGICA IDEALISTA Y PARADIGMA SUPREMO DE LA BURGUESIA.
Partamos afirmando una gran verdad: todo individuo tiene derechos inalienables. Y cuando decimos inalienables estamos diciendo que son intransferibles y propios de cada individuo. Nadie tiene derecho a coactarla. Los derechos humanos son absolutamente inalienables al ser humano. La histórica declaración de “Los Derechos del Hombre y del Ciudadano” aprobada en agosto de 1789 por la revolución francesa, luego la “Declaración Universal de los Derechos Humanos” aprobada por las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948 y la “Convención de Ginebra” de 1951, son leyes universales inherentes a todo ser humano.
Existe una aspiración personal en cada individuo, es normal que eso sea así, es normal que cada individuo tenga derecho a la vida, a la educación, a la salud, al trabajo, al progreso y al bienestar general. Eso es absolutamente normal, y es más, es una exigencia que así debe ser. Pero la burguesía no piensa así, esta absolutamente en contra de los seres humanos y en contra de su realización, por eso ha envilecido esa aspiración individual y personal convirtiéndola en un individualismo recalcitrante y en contra de las mismas personas. Así por ejemplo, respecto a la fuerza de trabajo (la clase obrera), ésta es tratada como una simple mercancía, sin personalidad, sin conciencia y sin alma. Para la burguesía no existen aspiraciones menos derechos humanos, es ambiciosa y, quiere poder, sólo para sí misma, incluso atropellando las aspiraciones de las grandes mayorías. Por eso el individualismo que fomenta es un individualismo enfermizo y decadente que no cuadra con las verdaderas y autenticas aspiraciones de las personas y, por eso mismo, se dice, que esa aspiración individual sólo podrá ser lograda a plenitud con el advenimiento de la sociedad socialista.
Sin embargo, si observamos bien el asunto, en el fondo encontraremos siempre esta contradicción: individuo versus colectividad. La burguesía se horroriza al sólo oír la palabra colectividad. Esta es una palabrita que atenta a su honor y su dignidad. Por eso su individualismo se sustenta en un individualismo que prosterna al individuo como persona. Cualquiera podría imaginarse cierta dosis de dadivosidad en la burguesía al observar su desesperada búsqueda de la propiedad privada, pero no es así, esa desesperación y preocupación es sólo para si misma. La colectividad simplemente no entra en sus planes. Pero en su reemplazo fomenta un rancio individualismo absolutamente contrapuesto a las necesidades de las mismas personas, es decir, un individualismo que postra al individuo, lo descarna y lo convierte en un ser perverso dispuesto a las más abominables tareas llevadas adelante sin escrúpulos de ninguna clase. La envilece y la animaliza. En fin, este individualismo se inserta de manera perfecta en la personalidad del lumpeproletariado, forja un individuo sin principios y absolutamente mercenario.
La propensión a lo personal contra lo grupal que atenta a las colectividades y grupos humanos, es parte esencial de las posiciones idealistas. El exacerbar el individualismo, es una profunda desviación ideológica que crea trabas en el desarrollo de las colectividades. El individualismo recalcitrante que proviene del afán desmesurado de buscar logros y objetivos sólo para ciertas individualidades, de hecho, esta enfrentado a las necesidades y aspiraciones de las amplias colectividades.
Así, este individualismo apoltronado conduce al egocentrismo que por conducto normal lleva al caudillismo y de allí avanza a constituirse en la base ideológica de las dictaduras. Ese individualismo recalcitrante practicado por las dictaduras parte del criterio indecoroso del beneficio propio, sólo del “yo personal” y esta involucrado de manera directa con la “propiedad privada”, pues lo “privado” se engarza de una forma perfecta con el individualismo.
Históricamente el individualismo ha venido instituyéndose en el mundo a medida que evolucionaban aquellas sociedades que arrastraban a cuestas la propiedad privada. Nos estamos refiriendo a las sociedades, esclavista, feudal y capitalista. La contradicción individuo-masas fue fundamental en estas sociedades. Por lo tanto, las relaciones de producción que brotaron de ellas fueron de profundas desigualdades que partían siempre del criterio individual y del beneficio personal que asumían sus clases hegemónicas en contra de los intereses de las grandes masas que generaban riqueza a base de esfuerzo y trabajo colectivo.
Así, el idealismo para contraponerse a las demandas de las masas y entrabar el curso de la historia se ha sustentado en este rancio individualismo. Es una vieja corriente ideológica que representa los intereses de los grupos minoritarios que quieren perpetuar el sistema de opresión y explotación en el mundo. Existe porque dialécticamente hay una corriente progresista que quiere transformar ese mundo de opresión y explotación.
El idealismo potencia al máximo el individualismo, lo tensiona fuertemente y lo convierte en un verdadero paradigma, es decir, en un modelo de comportamiento obligatorio para todos los individuos. El individualismo, así visto, es parte integrante del arsenal idealista, convertido en todo un paradigma que se opone al desarrollo y progreso del mundo.
Su presencia, como instrumento de opresión ideológica desplegada por las clases dominantes desde sus aparatos estatales, ha sido infaltable a lo largo de las sociedades clasistas. Los reinados de la época esclavista la utilizaron con creces para subyugar pueblos y conquistar buen número de esclavos. Las monarquías absolutistas del periodo feudal, tan opresores como las anteriores, no se quedaron atrás y, también, siguieron ese mismo rumbo, pero, en esta oportunidad, además, utilizando con fuerza sus aparatos eclesiales para exacerbar al máximo sus consecuencias.
En la sociedad capitalista la burguesía la usa con gran beneplácito, catapultándola a su máxima expresión y convirtiéndola en una cuestión de Estado. El individualismo tiene una gran importancia en los planes y objetivos de la burguesía. Las dictaduras más abyectas han tenido su expresión más nítida en el individualismo, cuya cima fue, indudablemente, la aparición del fascismo como expresión acabada de las dictaduras autoritarias basadas en el individualismo y personificados, en este caso, en el jefe supremo (Fuhrer). La cumbre de ella la encontramos en la égida del fascismo llevados adelante en Alemania, Italia y España en las décadas del treinta y cuarenta del siglo XX. El fascismo es resultado de las ambiciones de mayor poder, único y vertical (individualismo), llevados adelante por los estratos más reaccionarios de las burguesías financieras.
B.- EL SUBJETIVISMO, LA SUPERFICIALIDAD Y LA NEGACIÓN EN LA OBSERVANCIA DEL MUNDO OBJETIVO.
El subjetivismo es otro sustento del idealismo. Se refiere a aquella forma incompleta de observar la realidad, fundamentalmente, contrapuesta a lo objetivo, que se alimenta del sujeto que no quiere visualizar la realidad objetiva. El subjetivismo, basado en el buen deseo del sujeto, en realidad no garantiza una certera visión del mundo objetivo. Los conocimientos previamente adquiridos deben ser contrastados necesariamente con la realidad objetiva, pues, en cualquier análisis científico debe pasarse siempre al terreno de los hechos, sin embargo, el subjetivismo, se mantiene aislado de la objetividad. Ello es contrario al racionalismo que sólo ve la parte del objeto sin tomar en cuenta el contraste con las teorías y los conceptos existentes. En consecuencia el subjetivismo ha conducido a muchísimos fracasos a la humanidad. Constituye realmente una traba en el proceso del conocimiento y su presencia en los círculos de investigación sólo ha conducido a frenos y retrasos en el avance científico. El idealismo aparece así, nutrido por el subjetivismo que constituye una de las bases principales en que sustenta su existencia. Es perentorio hablar del subjetivismo como opuesto al conocimiento científico. Todas las corrientes reaccionarias se han sustentado puntualmente en el subjetivismo para atentar contra la humanidad. Las clases dominantes han utilizado el subjetivismo para llevar adelante sus execrables objetivos contra los pueblos.
El deseo de no querer ingresar a la esencia de las cosas es una característica fundamental de las corrientes idealistas. La superficialidad, consistente sólo en observar las partes secundarias, lo exterior de las cosas, lleva a un conocimiento pobre de la realidad. Esta “realidad” no asimilada es caldo de cultivo para interpretaciones erradas y suposiciones falsas. El idealismo se ha llenado de superficialidades para ver el mundo y de esa forma dar paso a una ideología equivocada de la realidad. Lo superficial es considerado como lo máximo de sus aportes. Una filosofía con semejante sustento carece de la más mínima credibilidad, pues es constantemente vapuleada y corregida e interpretada de la manera más inoportuna. Las corrientes idealistas se nutren de la superficialidad para sustentar sus posiciones reaccionarias.
El individualismo, el subjetivismo y la superficialidad son las columnas principales del edificio idealista, constituyen en sí, la columna vertebral en las que se sostiene. Sin este sostén el idealismo no tendría sentido.
C.-LAS SUPERSTICIONES Y TODAS LAS MENDICIDADES IDEOLÓGICAS CONCRETADAS EN EL IDEALISMO.
El idealismo se alimenta de un conjunto de conceptos anticuados expectorados por la historia. Una de ellas es precisamente la superstición. Esta se refiere a ciertas apreciaciones no ajustadas a la objetividad, muy distantes de la realidad objetiva, sostenidas con un criterio absolutamente irracional llamadas como “cosas terminadas” y por consiguiente no susceptibles a ninguna crítica, además, de preciarse de ser inamovibles y acabadas. Proviene del mito y la fantasía por eso se cree el elemento santificador para llamar ciertos hechos como verdades validas y ciertas. Esa es la superstición. De origen “pagano” y contrario a la misma “fe” y sobre todo a la razón, la superstición, es una opinión corriente y vulgar que no admite ningún raciocinio, pues encierra mensajes absolutistas cien por ciento fatalistas. Su permanente arraigo en la mente de los seres humanos sólo es posible en la medida de la existencia de atrasos culturales en amplias capas de poblaciones, alentadas, a su conveniencia, por las clases dominantes para seguir oprimiendo a los pueblos. Las supersticiones son un aditamento infaltable en las sociedades atrasadas y dependientes, atizadas puntualmente por sus castas dominantes. Se sustenta en el poco conocimiento que tienen los hombres respecto a la naturaleza y la vida. Su destierro implica además de educación y cultura, la acción revolucionaria de las masas, que permita abrir los ojos de los seres humanos y que los lleve a visualizar la esencia de las cosas a cabalidad.
De esta forma las clases dominantes construyen valores intrínsecamente válidos para sus fines, pues lo esencial en ellas es hacer hombres desprovistos de criterio, incapaces de cuestionar las injustas relaciones de producción erigidas por ellas mismas. Es decir, apuntan a formar personas autosatisfechas sin la más mínima predisposición al cuestionamiento. Los vicios y los traumas sociales son potenciados infinitamente por las supersticiones que agigantan su contenido y en base a ello hacen estremecer la conciencia de los seres humanos. Existen una serie de fenómenos sociales no explicados aún por las ciencias, pero que engrandecidos por esta causa misma son atizadas por las supersticiones a su máxima expresión.
El idealismo se nutre de estos aportes otorgados por las supersticiones. Se sustenta en los vicios, traumas sociales y toda clase de hechos vedados por la razón y convertidos en programas válidos para el logro de los execrables objetivos que persiguen las clases dominantes. Estas, utilizan el idealismo, sugerido de ésta forma, para llevar adelante la defensa del orden existente, convirtiéndose así, en una especie de baluarte seguro contra el progreso de la humanidad.
D.- FALSEAMIENTO DE LA REALIDAD OBJETIVA Y MANIPULACIÓN DE LOS HECHOS.
El idealismo no sólo se sustenta en conceptos anticuados, explicados más arriba, que imposibilitan llegar a las esencia de las cosas, sino también, en el deseo premeditado y escandaloso del falseamiento de la realidad objetiva, es decir, en la manipulación de los hechos. Esta es una característica que enrostra al idealismo como una corriente sumamente peligrosa que no tiene escrúpulos en ocultar la realidad. La manipulación de los hechos lo conduce hacia una corriente con características sumamente reaccionarias y abiertamente peligrosas. Reza el dicho popular: “Una cosa es equivocarse y otra muy diferente es querer hacerlo premeditadamente.”. Este estilo, absolutamente mercenario, niega cualquier vínculo de las corrientes idealistas con la búsqueda de bienestar para los pueblos, la catapulta definitivamente como corrientes absolutamente reaccionarias. De ahí, que toda corriente idealista debe ser, francamente, observada, como corrientes que buscan tenderle obstáculos al progreso de la humanidad.
El distorsionar los hechos y ocultar la realidad premeditadamente, son acciones absolutamente contrarios a la búsqueda de la esencia de las cosas. Es pretender hacer creer a las masas en lo falso y en lo desfigurado. Los disimulos con los que se adornan los idealistas, le han permitido cierta permanencia y continuidad en los medios intelectuales, logrando con ello, permanencia en el debate, pues el rodeo con la que acostumbran presentarse, hace transcurrir el tiempo con divagaciones sin sentido (palabreo, charlatanería, etc.). Es obligación de las corrientes progresistas desenmascararlos oportunamente.
Cuando, además de falsear los hechos, se manipula, entonces podemos decir que nos encontramos, sin lugar a dudas, frente a posiciones abiertamente peligrosas y fascistas. Esa es la tendencia final del idealismo.
E.- OPOSICIÓN A LA CIENCIA Y ATENTADO A LA CULTURA.
La burguesía tiene una posición dual respecto a la ciencia. Por una parte, desde la perspectiva de la producción, potenciado por sus ambiciones de mayores beneficios, además, de sus contradicciones interburguesas, desarrolla la ciencia en forma desesperada y furtiva, convoca a los intelectuales y científicos, lleva adelante congresos y seminarios culturales, subvenciona cursillos, crea fondos de becas, habla de la gratuidad de la enseñanza, investiga constantemente la vida de los hombres, particularmente, de la clase obrera, se inmiscuye en los asuntos internos de los países e incluso genera una autentica guerra por los conocimientos y monopoliza patentes y avances científicos (ejemplo las orientaciones que sigue con la imposición de los llamados TLC). Todo para su propia conveniencia y su propio usufructúo. La burguesía es ambiciosa y quiere concentrar los conocimientos para sus propios intereses, empujada por su ambición de mayores ganancias. Eso es así definitivamente. Pero desde la perspectiva de la ideología, la rechaza, se opone a su difusión, se niega que las amplias masas populares conozcan el contenido de los nuevos avances científicos que se dan en el mundo, por lo tanto, lo combate con toda sus fuerzas. Es decir, por una parte está a favor y, por otra, en contra. Cuando se trata de rechazarla actúa con verdadera fuerza, apela incluso, al concepto de política. A esa capacidad de raciocinio (que en realidad es “lo político”) que tienen los hombres de discernir entre lo bueno y lo malo que encuentran en sus vidas, le asigna un nombre: “política”. Según la burguesía la “política” es mala y negativa para los hombres, haciendo entrever que en el mundo hay sólo una política y, encima, una mala política, además, de confundir la “política” con “lo político”. No sabe que en el mundo hay dos tipos de política, una en beneficio del hombre y otra en contra del mismo. Se niega ha reconocer que el hombre sea en esencia un ser político, pensante y actuante, y, consecuentemente, ha aceptar que la “política”, si esta orientada a buscar el bienestar del hombre, es buena.
El asunto de, si los hombres somos capaces de llegar al conocimiento, indudablemente, está fuera de toda duda. Pero, debemos precisar, que este es un conocimiento relativo y concreto, producto del análisis concreto de la situación concreta. El conocimiento absoluto es sencillamente inalcanzable porque la materia es infinita y en constante movimiento.
La cultura visto como la depositaria de los conocimientos se opone a quienes tratan de negar la posibilidad del conocimiento, asimismo se enfrenta a aquellos que sostienen el conocimiento absoluto. La cultura es el termómetro que mide el grado de conocimientos alcanzado por los hombres a través de la historia. Se estrellan en la cultura quienes tratan de negar y magnificar los conocimientos, dos extremos absolutamente contrarios a la ciencia y cultura.
La ciencia como parte de la cultura es una herramienta especial de trascendental importancia en la vida de los hombres. Toda ciencia sin la práctica no es nada. De allí que la práctica y la teoría sean partes inherentes de toda ciencia.
La ciencia avanza tal como lo hacen las fuerzas productivas. Si las fuerzas productivas están estancadas y constreñidas, entonces las ciencias y los conocimientos también están estancados y constreñidos. Las épocas de retraso de las sociedades son también épocas de retraso para la ciencia y la cultura. Y, las épocas de revolución, son obviamente épocas de avance de las ciencias. Entonces esto nos lleva a sostener que la ciencia es humana y social que no puede estar al margen de los avances y retrocesos que se producen en la vida de los hombres.
Las corrientes idealistas que se basan en hechos desconexos y superficiales, además, en las supersticiones, el subjetivismo y el individualismo, quedan finalmente enfrentadas a la ciencia y la cultura. Esta oposición sale a relucir con mayor claridad al convertirse en herramienta de opresión de las clases dominantes. Históricamente esta demostrado, que tras el surgimiento de las clases sociales, el idealismo se convirtió en el sostén ideológico de las clases sociales dominantes que existieron en el curso de ella.
La oposición del idealismo a la ciencia se traduce en métodos, conceptos y criterios anticientíficos. El idealismo es la base de toda corriente reaccionaria que busca frenar las ruedas de la historia. Allí todas las corrientes que se oponen al movimiento y progreso de las sociedades tienen plena cabida. Todo retraso y toda traba al normal desenvolvimiento de las sociedades están sustentados en el idealismo y al servicio de intereses reaccionarios.
3.- EL FASCISMO COMO PRODUCTO CUMBRE DE LA IDEOLOGÍA IDEALISTA REACCIONARIA.
Finalmente, la burguesía financiera como clase dominante de la última fase de la sociedad capitalista (imperialismo) ha concretado sus posiciones en el fascismo. Su parapeto final ha sido el fascismo. No hubo otra forma de contener el inevitable resquebrajamiento de su sistema. El fascismo tiene un sustento idealista claramente definido. Las concepciones idealistas toman verdadera vida en el fascismo que desde sus posiciones teóricas hasta sus consecuencias prácticas conllevan un basamento cien por ciento idealistas. Así el fascismo, sin lugar a dudas, es la cumbre del idealismo en el plano político.
De ahí entonces que el idealismo como sustento ideológico de las corrientes putrefactas que actúan contra todo desarrollo y cambio se plasmen en las corrientes fascistas. El fascismo es la concreción de lo más rancio en materia ideológica. Todas las teorías y todas las corrientes idealistas y reaccionarias sirven de sustento al fascismo en los momentos de grave peligro del sistema imperialista. Los movimientos represivos se basan en la necesidad que tienen las clases dominantes en perpetuar sus privilegios de clase. La violencia y la represión, son métodos desesperados de la burguesía contra las corrientes progresistas y revolucionarias que se gestan en el mundo. El fascismo se convierte en el sostén armado de la burguesía financiera en la época de las revoluciones proletarias, es decir, en la fase imperialista del sistema capitalista. Se caracteriza por la conciliación de clases, la violencia, pero, principalmente, por la cobertura corporativa de toda la sociedad. Además, agudiza, en extremo, las contradicciones entre el proletariado y la burguesía.
NOTAS:
(1).- F.V. Konstantinov. El materialismo histórico. Editorial Grijalbo. México. 1963. Primera edición, reimpresión. Pág. 301.
(*) Sociólogo, investigador y analista político peruano. Especialista en asuntos internacionales. Hoy trabaja en forma independiente. Su Página Web es: www.enriquemunozgamarra.org