El rey de lo raro

"Habrá muchos que lo quieran ver como un gran artista, cuyos éxitos, fortuna y calidad le permitían salirse con la suya".

Los cronistas de farándula, expertos en destrozar reputaciones, han tendido un manto de clemencia en torno a los aspectos menos edificantes de la vida del "Rey del Pop", el cantante y bailarín Michael Jackson.

En un mundo donde los dirigentes políticos, los jerarcas de las finanzas, los obispos y otros personajes de alto perfil son juzgados con patrones bastante estrictos, resulta harto curiosa la permisividad que rodeó las acciones del recién fallecido artista.

Para empezar, desde muy joven dio señales de no estar conforme con el color de su piel; eso resultaba desconcertante en un país donde un personaje como Muhammad Alí (antes llamado Casius Clay) puso en boga el lema que afirma "black is beautiful", o sea, lo negro es hermoso.

Por otra parte, tras innumerables cirugías estéticas, su rostro adquirió facciones feminoides, hasta el punto de crear confusión al respecto. En pocas palabras, era un negro que no quería ser negro y un varón dispuesto a no ser macho.

Hasta aquí pudiéramos decir que cada quien hace de su camisa un saco y todos tienen su manera de matar los piojos. Si eso era lo que quería Michael Jackson y tenía dinero para darse el gusto de cambiarse la cara y el color de la piel, pues allá él con sus antojos.

Muchos pensaron que se trataba simplemente de un artista con inclinaciones homosexuales, lo cual no llamaría la atención en ninguna parte, pues dicha afición es prácticamente un gaje del oficio.

Lamentablemente, el asunto era más complejo, pues se trataba de una atracción insana que lo hacía buscar niños a punto de comenzar la pubertad. Eso, hablando sin rodeos, se llama pedofilia y es una perversión bastante fea.

Por desgracia, los acontecimientos demostraron que en Estados Unidos el que tiene suficiente dinero puede hacer lo que le dé la gana, sin pasar un solo día preso.

La famosa justicia gringa le permitió salir indemne no una, sino varias veces, tras convenir en costosos arreglos extrajudiciales.

Habrá muchos que lo quieran ver como un gran artista, cuyos éxitos, fortuna y calidad le permitían salirse con la suya; en mi opinión, era un aberrado cuyo vicio debió impedir que se convirtiera en ejemplo para la juventud.


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Augusto Hernández


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