Guillo, guillo con que el “supremamente” de Piedad Córdova

Millones de desplazados neogranadinos en nuestra tierra, y somos tan pendejos que no solicitamos a la ONU que se instale un centro de acogida para refugiados como en Palestina, y que Colombia asuma el inmenso costo económico y social que representa tal avalancha humana para Venezuela; no sólo eso, sino que nos la echan enterita, hechos los tontos, sin chistar, y nosotros tenemos que darles techo, alimentación, salud, educación y trabajo. Y al tiempo que todo esto nos abruma, aparece por otro lado doña Piedad rogando que deberíamos echar una mano en otras solicitudes; se pone en el mismo plan: pide que pide, sin ningún pudor, en nombre de esa misma invasión inhumana. Le implora al Comandante lo imposible, y luego que les damos cuanto nos piden o nos sacan todas las esferas ocultas y variopintas, desde puticas auto-secuestradas (porque lo buscaron adrede para luego ir por el mundo cogiendo pantalla) hasta los cabrones de los empresarios, nada agradecen sino que se dedican a ir por el mundo enviando informes infamantes en contra de nuestro país, siempre escupiéndonos en la cara.

Por Dios santo que he acabado por no creer en ningún colombiano.

Ya comienzo a pensar que esta señora Piedad Córdova con esa vocecita, con ese monocorde y sinuoso timbre de adulación que se le escurre cuando mienta la palabrita “supremamente”, con esa imploración que acaba explotando en un chillido de gata aplastada cuando a nuestro presidente le concede cuanto ella busca,… no me hace pensar otra cosa que debe ser una agente encubierta de la política de Uribe. Ya está bueno de tantos abusos, y que nos tenga esta clase de señores de puchimbol para todos los males de ese país, y que no se conozca en profundidad por qué todo esto está pasando (ya que pareciera que no se sabe de dónde venimos). Que se sepa que la Nueva Granada no luchó por su independencia sino que le fue dada por la gesta heroica de Bolívar. Realmente los neogranadinos no ganaron ninguna batalla en Boyacá. Esa es la verdad. Allí los que pelearon y los que se partieron el pecho, fueron todos venezolanos: Bolívar, José Antonio Anzoátegui, Carlos Soublette, Leonardo Infante, y poco antes el Coronel venezolano Juan José Rondón y sus lanceros, en la batalla del Pantano de Vargas. El papel de Francisco de Paula Santander en Boyacá fue esconderse debajo del puente, pero entonces el coronel y negro venezolano Leonardo Infante fue y lo cogió por las solapas, y le gritó: “¡Ven, gran carajo, y gánate como nosotros, las charreteras!” Lo pagó caro Leonardo Infante, porque cinco años más tarde Santander lo fusilaría. El propio año de 1819, murió misteriosamente en Pamplona el general en jefe José Antonio Anzoátegui, y para mí que Santander lo mandó a envenenar porque le hacía sombra. Como poco después también envenenaría a su propio compatriota Antonio Nariño porque éste tuvo el atrevimiento de lanzarse candidato para disputarle la Vicepresidencia de la Gran Colombia. De ahí viene ese país: de esa historia degradante, de esos hijos de la cicuta y el puñal, y por eso Álvaro Uribe resulta la mejor y más elaborada putrefacción que el santanderismo ha dado en siglo y medio.

¿Cómo puede ser libre un país cuyos “próceres” son de la estirpe de Vicente Azuero, padre ideológico de Santander, el más traidor y canalla que se conozca en los anales de todos los tiempos? Este bandido de Azuero, que es un dios en Colombia, fue purificado por Pablo Morillo, declaró funesta la rebelión contra Fernando VII y fue secretario del fiscal de Morillo, Tomás Tenorio. Todos llevan este estilo de infame godismo en las venas, y que Bolívar cortó a sangre y fuego con el Decreto de Guerra a Muerte. Los que dirigen a Colombia son de esa calaña, realistas de corazón, que odian a muerte a Bolívar y con todo lo que tenga que ver con bolivarianismo. No perdamos más tiempo con esa banda de inmundos mercenarios, dejémosles que se pudran en sus eternas guerras civiles, en sus drogas, en sus fuerzas paramilitares, en sus descuartizamientos refinados con estilos de corte francés y corte de corbata.

Por eso mismo, nada enorgullece más a los que hoy dirigen a Colombia que a su patriecita la llamen el Israel de América Latina. “¡Ojalá!”, “il chalá”. Váyanse cayendo de esa horrible y ridícula nube de que Colombia y Venezuela tienen un mismo destino de hermandad. Sépase que en Colombia nadie habla de la “hermana Venezuela”. No tuvo ese país sentido de la grandeza en el pasado y no lo tendrá en el futuro. En verdad que no hay dos países más diferentes y urticantemente menos hermanados en el mundo que Colombia y Venezuela. Simón Bolívar independizó a la Nueva Granada en contra del deseo de sus pobladores que adoraban ardientemente a su virrey Sámano y su enfermo rey Fernando VII. Eso hoy Colombia no se lo perdona al padre de la patria. Desde entonces Colombia quedó convertida en un territorio sin sueños, sin valores, sin historia y sin hombres. Convirtióse en una simple amalgama de crudas cadenas tensadas desde Europa o desde los Estados Unidos. Qué grandísima vaina nos echamos con tamaño vecino, y conste que Venezuela ya tiene 2.200 kilómetros de frontera con el imperio yanqui. Conste.


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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