Mucho más importantes, profundas y trascendentes que las relaciones
diplomáticas, económicas o políticas entre dos Estados son las
relaciones entre los pueblos de ambos países y el grado de confianza,
simpatía o solidaridad que exista entre su gente.
En ese sentido no cabe duda que la simbiosis entre los nativos de
Venezuela y Colombia es tan completa que no tiene parangón en ninguna
otra frontera latinoamericana y es posible que ni aún en África o Asia
se produzca tal fenómeno.
Somos primos hermanos que hablamos la misma lengua con acento
parecido, tenemos la misma religión, la misma historia, el mismo
clima, la misma raza, la misma geografía y hasta el mismo Libertador.
Durante la Guerra de Independencia compartimos una misma nacionalidad
combatiendo al Imperio Español y fue mucho más tarde cuando los
egoísmos regionalistas acabaron con la Gran Colombia. Ésta hoy
agruparía a la antigua Nueva Granada, Venezuela, Ecuador y Panamá, si
acaso no se hubieran incorporado otras naciones, para convertirnos en
una gran potencia suramericana, con recursos naturales, población y un
territorio que iría de Los Andes al Orinoco y del Pacífico al
Atlántico.
Pero más allá de cuestiones históricas o geográficas está la mezcla
de nuestras lágrimas y sudores, derramadas en tragedias o labores
cotidianas, así como la fusión de nuestros genes, que hoy portan con
orgullo millones de criollos venezolanos con ancestros en Colombia,
que aman a esta patria sin dejar de querer la de sus abuelos.
La oligarquía cachaca debe saber que mientras ellos pactan
matrimonios y alianzas entre familias poderosas para conservar sus
privilegios, los colombianos marginados por la pobreza, los
desplazados por las guerras intestinas, las víctimas de paramilitares
y narcotraficantes, los desempleados y otros desafortunados se han
venido a Venezuela en busca de la patria perdida.
Esta revolución bolivariana, bien intencionada aunque no perfecta,
que recibe ataques arteros del gobierno vecino y sus aliados en los
medios, les ha dado alimentos, escuelas, atención médica, empleos y
hasta viviendas.
Pero, más que eso, respeto y dignidad.
augusther@cantv.net