En los últimos días, vimos con alarma el anuncio de la instalación de las siete bases norteamericanas en Colombia. Estos hechos han demostrado que las casualidades no existen en la política internacional si sumamos la presencia de la IV Flota de los Estados Unidos, navegando las costas latinoamericanas y pretendiendo surcar los ríos interiores de nuestros países.
En este marco, advertimos las contradicciones y dificultades de la administración Obama, al plantear otro tipo de relación con América Latina, llevando a cabo sus propias estrategias de intervención en nuestro continente. Tarde o temprano, el Presidente estadounidense deberá expresar con claridad como se resuelve esa aparente dualidad en el manejo de estas situaciones conflictivas, teniendo en cuenta, que si bien el Presidente Álvaro Uribe tiene que explicar la instalación de las bases en su país en virtud a la pertenencia de Colombia al bloque de la UNASUR ; la decisión es del propio Departamento de Estado de Barak Obama; y en la crisis hondureña fue inocultable el accionar de funcionarios norteamericanos antes y durante el golpe que destituyó al Presidente Zelaya. ¿Esta serie de acontecimientos son casuales? ¿Forman parte de la lucha de sectores internos en cada nación sin conexión alguna con los hechos antes mencionados o responden a una decisión más global como parte de una restauración neoconservadora, pero que tiene una matriz común, un objetivo preciso? ¿Estamos debatiendo entonces cuestiones coyunturales, o la cuestión de fondo remite a los límites y alcances del rol del Estado en la economía, la integración regional y la distribución de la riqueza? Todas estas medidas se dan, curiosamente, en un escenario donde no existen hipótesis de conflicto y se concretan, por otro lado, acuerdos bilaterales permanentes (Argentina-Chile, Paraguay-Bolivia, Brasil-Paraguay) para zanjar diferencias históricas y económicas que dividieron en otros momentos, fuertemente, a nuestros pueblos. Resulta, también, novedosa la forma de implementación de las acciones destituyentes, cuando observamos la actitud del Parlamento hondureño en el derrocamiento del Presidente constitucional o la de muchos legisladores paraguayos amenazando permanentemente de juicio político al Presidente Fernando Lugo o en el voto del Vicepresidente argentino Julio Cobos durante el conflicto con las patronales del campo. En este contexto, por lo tanto, deberemos prestar mucha atención a los sucesos que puedan precipitarse en cada uno de nuestros países y las actitudes que las fuerzas políticas y sociales vayan asumiendo, pues, más allá de las críticas puntuales a cada proceso y a cada gobierno; debemos priorizar la defensa de los procesos de cambio impulsados en la región. En los últimos años, la unidad y la integración de los pueblos de América Latina se mostraron eficientes para defender intereses comunes y desarrollar una solidaridad de conjunto; por lo tanto es nuestra obligación continuar con esa forma de vincularnos y no volver a la tentación de intentar bilateralmente relacionarnos con los países más poderosos. Estrategia que por otro lado no dio ningún resultado a lo largo de nuestra historia. (*) Embajador, Representante Especial para la Integración y la Participación Social de la Cancillería Argentina