“La bala cruel que te hirió el corazón, mató a Colombia y me quitó la vida…”, más que profética o visionaria, frase desesperada del Libertador ante la infausta noticia del asesinato en las montañas de Berruecos del valiente Mariscal Antonio José de Sucre, aquellos tenebrosos días de 1813.
El sueño colectivo de independencia, por quien nuestros compatriotas y hombres de otras latitudes, habían luchado, hasta derramar su última gota de sangre para abonar este suelo americano de la libertad, ahora comenzaba a evidenciar rostro de pesadilla tras estos coqueteos de la muerte traidora y mercenaria.
La Colombia concebida por Francisco de Miranda –ese quijote sin locura como acertadamente lo bautizara Napoleón- y fraguada por Simón Bolívar desde el Congreso de Angostura de 1819, al lado de irredentos pueblos dispuestos a sacudirse definitivamente las cadenas que lo ataban al yugo español, sufría la arremetida feroz de la traición…
Más que nunca, en este momento presente, no podemos ser indiferentes ante las sabias lecciones que siempre nos da la historia. Recuérdese que Obama, más fresco que una lechuga, dijo en la pasada cumbre de Trinidad, “no vengo a hablar del pasado sino del futuro”, algo “contra natura” como bien le replicó nuestro presidente al obsequiarle un ejemplar de Las Venas Abiertas de América Latina –libro por el cual, de existir la inquisición, Eduardo Galeano ya hubiese sido pasto de las llamas como en Fahrenheit 451- “Lo que más lamento es haber fusilado a un valiente como Piar… para tener que perdonarle la vida a un cobarde como Santander”, palabras más palabras menos el Libertador expresaba la desazón de su alma en aquellos terribles momentos de insidia y conspiración hacia el proyecto político de la Colombia anhelada.
De quienes han hecho de felonía y traición su acción principal nada más podemos esperar, tal es el caso de Santander, quien desobedeciendo a Bolívar invita al representante norteamericano al Congreso anfictiónico de Panamá; y cuántas veces -en su condición de presidente de la Gran Colombia- en la guerra de liberación de los pueblos del sur no le negó recursos y tropas al Libertador, así como su vituperable participación en el magnicidio frustrada de aquél, en septiembre de 1828.
Después de la Guerra de los Mil Días –magistralmente cantada por García Márquez a lo largo de la saga del coronel Aureliano Buendía en Cien Años de Soledad- la oligarquía conservadora colombiana que a veces se emparenta con la liberal, asesinó al general Rafael María Uribe Uribe, después de haber firmado un armisticio de guerra que nunca se cumplió. Recordemos que aquel general colombiano defendió exitosamente la plaza de San Cristóbal, lo que se llamó La Batalla de Las Pilas, ante la invasión de un ejército mercenario colombiano a través del Táchira en 1901, promovido por factores transnacionales y oligárquicos, acaudillado por el reaccionario Carlos Rangel Garbiras, con el propósito de derrocar al triunfante gobierno de la Revolución Restauradora, encarnado en la figura nacionalista y Bolivariana de Cipriano Castro.
De traicionera tradición vende-patrias la oligarquía colombiana vende parte de su propio país, el actual Panamá, al emergente imperio que, inspirado en su Doctina Monroe y exornado de águilas y halcones, hoy constituyen los “Estados Unidos de América”, sospechosamente, único país, que desafecto a las toponimias, no cuenta con un nombre verdadero que lo vincule a la tierra y al origen.
Tras la lucha de resistencia que el Pueblo Colombiano ha librado históricamente, surge la figura de Jorge Eliécer Gaitán, líder que hace temblar a esa oligarquía de la democracia liberal burguesa y conservadora a la vez, con un nuevo proyecto político de inclusión social. Ante su inminente triunfo electoral, en complicidad con la CIA norteamericana logran asesinar al hombre pero no al sueño colectivo de redención social. Después de generar tal estado conmoción social y rebelión, para defenderse de la represión militar, desde el pueblo más humilde surgirán las guerrillas campesinas –auténticas autodefensas, no la aberración actual-, germen de futuras organizaciones guerrilleras en el contexto de la guerra fría después, hoy narcoterroristas en el contexto de la globalización.
No sólo en los años sesenta, para una sociedad que se ufana en tener una de las democracias más sólidas de América Latina con tantos millones de desplazados dentro y fuera de sus fronteras, explican el despiadado bombardeo a Marquetalia y a toda tentativa de liberación. En aquellas remotas tierras de nadie, ante la indiferencia y la desidia oficial, cultivadas en el esfuerzo del trabajo colectivo, pronto fueron vistas como objetivos de transnacionales petroleras, de terratenientes y latifundistas entre comparsa de militares y paramilitares en sembradíos de muerte e imposición de su ley, encubierto bajo el próspero negocio del narcotráfico internacional.
¿No prefigura la muerte de Guadalupe y de Camilo ese perenne culto a la traición y al canibalismo político consumado y reeditado en la masacre de Raul Reyes, también? ¿Acaso todo esto no lo refleja el asesinato selectivo de toda una generación de jóvenes políticos de la Unión patriótica, acogidos a las sempiternas propuestas de pacificación del gobierno, buscando por vía democrática y electoral sus legítima aspiración de ciudadanos garantizadas en la reciente constitución? Lo que reafirma que sólo mediante el terror, ese mismo del Plan Colombia que invocan para salvar la democracia, sistemáticamente desde la desintegración de la Gran Colombia, ha podido mantenerse esta casta política gobernante, aliada de las oligarquías dominantes, incondicionales a los intereses de la Casa Blanca y el Pentágono.
Como Frankestein engendrado y concebido en un laboratorio clandestino del Cartel de Medellín, la “nueva” clase política neogranadina, aliada del Tío Sam y sus diabólicos instituciones del complejo militar industrial y sus simpares en el sector financiero, además del apoyo del Mosad israelí en la instauración de un estado narco-paramilitar, para el conjunto de sus países vecinos no es nada halagador en sus propósitos expansionistas de geopolítica imperial, adosado a su modelo de la explotación capitalista y terror.
“Los Estados Unidos que parecen destinados por la Providencia para plagar de miserias la América a nombre de la libertad”, más claro no canta un gallo, y ese fue el Libertador. Desde hace doscientos años, tal revelación, aún todavía, no se le perdona al romántico caraqueño que liberó cinco países, no para conquistarlos ni someterlos, sino para hacerlos grandes y prósperos en la construcción de una América libre y solidaria al resto de las naciones. No nos quede ninguna duda, las Santas Alianzas mudarán el pellejo nuevamente, grande será el precio que tengamos que pagar los hombres de estos pueblos dispuestos a mantener la llama libertaria de la Doctrina Bolivariana en el portal del siglo XXI como ayer lo fue.
Con la misma cara regia del bronce y helada del mármol con que Francisco de Paula de
Santander avalaría las bases militares norteamericanas en Colombia, harto malinche, guapo y apoyao, con voz chillona y melodramática, Álvaro Uribe Vélez, ventrílocuo del capo yanki, en la pasada cumbre de UNASUR fue a gritar: ¡Levanto el hacha de la guerra y qué!
Luego de su triunfo pírrico en Irak, el imperio comienza a mostrar sus dientes feroces en su patio trasero que por momentos olvidó, reactivación de la Cuarta Flota, presencia militar en Colombia para garantizar y controlar el negocio de la coca como el de la heroína en Afganistán.
Preocupa enormemente al imperio norteamericano el avance de la izquierda y el despertar de los pueblos en nuestra región, acudiendo a su política de gran garrote y razzia macartista otra vez; por eso con sus corifeos de la canalla recurrirán al viejo y gastado guión de la mentira goebbeliana de que somos un país narcoterrorista: “!Ladrón… ladrón, agarren al ladrón!”, gritarán con gran alboroto, lanzando la turba mediática en contra nuestra, mientras descarada e impunemente intentarán quedarse con nuestra cartera una vez más..
Reciclar nuevos escenarios de guerra es hacer malos cálculos hoy. Contra el Plan Colombia Made in USA reivindiquemos siempre la Doctrina Bolivariana expandiendo las bases de paz.
fredy.araque@gmail.com