El imperio euro-americano con la mosca en la oreja, avanza Chávez por el Oriente Próximo con la espada de sus claridades, levantando conciencia, en los preámbulos de la reunión del 25 de septiembre en la isla de Margarita. Álvaro Uribe hecho el enfermo espera los resultados de su reelección para continuar agrediéndonos, mientras Chávez mantiene la lucha de los pueblos por su independencia, por su dignidad. La grandiosa figura política del Comandante estremeciendo a tres continentes: América Latina, África y Asia. El imperio euro-americano con sus misiles mediáticos, todos apuntando contra Venezuela. El imperio euro-americano que hoy destroza a Afganistán, donde diariamente se destripan niños y se asesinan ancianos. Para el imperio basta con que se presente por todos los medios de comunicación a un señor afgano al cual unos supuestos talibanes le rebanaron la nariz, para a partir de allí poderse justificar mil matazones más de afganos.
Con todas esas visiones en el alma, ahora cuando Chávez visita a Siria, vuelven los sentimientos de mi reciente visita a Damasco. Todos los países del Oriente Próximo hoy luchan contra los inmensos obstáculos que el imperio euro-americano les impone a su desarrollo. Siria es una potencia económica que ha estado luchando sola para mantener su rumbo independiente de las grandes potencias. Andando por las calles vi a un pueblo pujante, amable, valiente y noble. Aquí reseño otra parte de mi encuentro en Damasco con otros espectaculares monumentos de su historia.
En el centro antiguo, a lo lejos, divisamos la amplia e inmensa bóveda del zoco Al-Hamidiyah, siempre nosotros echando de menos que no supiésemos nada del árabe. ¿Cómo es posible que en estos tiempos –nos preguntábamos- en una revolución socialista y bolivariana no contemos todavía con centros de estudios árabes, donde no se nos enseñe el árabe y podamos conocer la historia de estos países de los que brotó la civilización de la humanidad, y sobre todo donde se encuentran nuestros hermanos del oriente que han sufrido las más devastadoras guerras de las fieras imperialistas, sionistas? Aquí bien vale la pena hacer un profundo estudio de lo que se dio en llamar “orientalismo” en Occidente, que fue una gran farsa para demostrar que la cultura árabe deben adaptarse a lo que impone el imperialismo, toda una estrategia que forma parte del proyecto de dominación de Asia.
Encontrarse en el mercado Al-Hamidiyah es entrar en un vértigo de rostros, de niños que te toman de la mano para mostrarte los juguetes que venden; rostros de profetas, cargados de antiquísimos fuegos de todos los desiertos que han cruzado; los membrudos brazos que han levantado fuertes, muros y mezquitas; las manos curtidas en las labores del campo, cultivando el trigo con ese pan que está en todas partes. Pan nuestro de cada día que es el pan que también llevaron los cristianos de estos lares. La ría de los caravasares que por este zoco también pasaron con sus telas de seda, con sus perfumes y especias, con sus exquisitos dulces, con sus mares de amorosas peregrinaciones que van cantando sus plegarias hacia la mezquita Omeya.
Tantas fuentes, cantos por doquier del agua que corre. En ningún lugar de la Tierra el agua es más viva, es más pura y con tantos sabores profundos que aquí en Siria. Agua más bendita que todas las aguas por mí conocidas. Agua del Eufrates tan cristalina: mar de agua dulce, que puedes ver a docenas de metros debajo de ella la pureza también de sus rocas. Azul, estremecedoramente azul sus corrientes, su cielo. Al-Hamidiyah te abruman las simientes de mil culturas; de rostros que se hunden como fuego en tus venas. Lo cruzamos tantas veces y en cada ocasión es diferente; cada vez nos encontrábamos con ríos y ríos de pueblos diferentes: iraníes, iraquíes, sauditas. Y es el bullir de un canto que está en las raíces de tus más caros sueños: quisieras detenerte y apresarlo para siempre, hundirte porque temes perderte el llamado sublime o sagrado que en alguna vida oíste. No importa si avanzas dos pasos y luego te devuelves, y repasas los mismos sitios porque nunca sabrás si verdaderamente por allí alguna vez estuviste. Nada hay al azar, todo dispuesto para la oferta: no crees merecer ese bullir de pasos, ese festín de olores, de colores que estallan en vitrinas repletas de oro, de plata, cobre y exquisita filigrana. La danza del oro y de perlas preciosas que cuelga en casi todos los pechos de las mujeres; horas y horas por entre pasadizos infinitos en cada brazo de aquel extenso pulpo. Cada vez que terminas de pasarlo y llegas hasta la mezquita Omeya sientes que algo has dejado atrás y que debes volver a repasarlo. Son trazos todavía de visiones incompletas; que los sentidos por más finos que sean no pueden recibirlos todos a la vez. Nunca estarás allí lo suficiente. No se trata de la múltiple variedad de mercancía que se muestra, es la vida, son los rostros que sabes van como un río de luces, de cantos, de expresiones poéticas, siempre cambiante, siempre diferente.
Al llegar a la mezquita Omeya y avanzar hacia la tumba de San Juan Bautista, nuestro cicerone comentó: “Allí oraron el presidente Hugo Chávez y el canciller Nicolás Maduro. En esa ocasión acompañaba al presidente Chávez el ministro de Interior y Justicia Tarek El Aissami. En medio de las oraciones voy escuchando al guía: “Dios se encuentra hablando con Zacarías quien le dice: te tengo una buena noticia; va a nacer un niño y se va a llamar Khuan, (en árabe), que significa Juan, nombre el cual antes nadie llevaba; es la primera vez que alguien lleva este nombre y el personaje al que nos referimos es Juan Bautista, el que bautizó a Jesús.
La tumba de san Juan Bautista está llena de inscripciones en árabe que me nos van explicando nuestros amigos, Carlos y Hassam: “Sí algo de eso dice esa placa. En una parte del Corán, hay un párrafo como este, donde se reconoce a Juan Bautista y a Cristo como tal.”
El aquel inmenso espacio existió una construcción Romana para la oración, pero luego fue refaccionada a la manera islámica. Aquí, a su vez, hay una parte histórica muy importante, ya que cerca de este lugar se encuentra la Tumba de Saladino, el hombre que le dio una gran lección a las cruzadas. Cuando Saladino expulsó a los cristianos dijo que los mismo se irían para no regresar jamás, y cuando los franceses llegaron a Siria a principios del siglo XX, el comandante que dirigía la operación fue hasta la tumba de Saladino, y luego de pisotearla dijo, ¡hemos regresamos de nuevo!
Han regresado y siguen aquí. Las cruzadas no cesan de llegar. Acuérdate de Napoleón cuando entra en Egipto. Esa fue otra cruzada. ¿Y cuántas han hecho los ingleses? Entre las últimas tenemos las comandadas contra los palestinos, contra Irak y contra Afganistán, encabezada por todos los grandes imperialistas y asesino sionistas.
Esta imponente mezquita Omeya data Fue construida por el Califa Omeya al-Walid ibn Abdul Malek en el 705 d.d.C. Entonces Damasco era la capital del Imperio Árabe Islámico. Allí, a la entrada, estaba todavía el mercado Al-Hamidiyah, y en días como estos, lleno de caravasares llegados de todas partes: Bizancio, de los otomanos, mongoles, Grecia, Asia, la China. Esta mezquita tan hermosa se convirtió en modelo arquitectónico para muchas otras en el mundo.
¿Y estas preciosas y extensas alfombras que cubre el piso de la mezquita cuántos años tendrán?
Nos dice el guía: esas alfombras las reemplazan cada cierto tiempo.
Esto es un trabajo manual excepcional, con mármol, el artesonado, un magnífico trabajo. Esta arquitectura se encuentra en otros lugares como en Andalucía. España hoy no sería nada si no fuese por la cultura que dejaron los árabes. Yo creo que ni Cervantes hubiera existido. Todo se lo deben a los árabes. Pero son ingratos, los españoles.
Sí –nos interrumpe nuestro amigo-: es magnífica toda esa arquitectura. Fíjate en esa abertura en la pared, allí grupos de oradores se forman para rezar. El viernes a las 11, de igual forma como la misa de ustedes los cristianos, los domingos, grupos de árabes se reúnen en este lugar, en fila para orar llenándose el lugar hasta las afueras del mismo.
- ¿Todos musulmanes?
- Sí, todos son musulmanes.
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