La hilaridad de la Hillary

Washington muestra su irritación por la “carrera armamentista de Venezuela”. Asunto siempre de meorroides. Ellos, lo del Departamento de Estado no pueden vivir sin estar irritados. Hoy lo está la Hillary, pero ayer lo estuvo Powel, después Rumfeld y también en su momento Kissinger. Y el tema que quieren otra vez poner sobre el tapete es el del terrorismo a sabiendas de que Estados Unidos es la representación suprema del más criminal de todos los terrorismos y de todos los fascismos del planeta. No se odian a los norteamericanos porque se les envidie sus fortunas, sus portaviones o la fortaleza de sus dólares. Los pobres del mundo les odian, porque son la madre de la injusticia social, porque sostienen y han sostenido en el poder a esas “democracias” asesinas que en nombre de la libertad ultrajan y humillan a los de abajo. Porque los gobiernos en América Latina tienen que solicitar el permiso de EE UU para subsistir, y es por lo que imponen sus leyes y acuerdos, siempre a favor de sus viles intereses económicos.

Contra el gobierno del Presidente Hugo Chávez Frías, los poderes nacionales dependientes del Norte han orquestado las más criminales conspiraciones. Están en pie de lucha contra la revolución bolivariana seres enfermos de inoculaciones transnacionales, de la cultura de goma de la mascar, de freesbe, de los adictos a las hamburguesas y a la coca cola, de los mayameros del “está barato dame seis”; cultivados en esa Venezuela de las huelgas eternas, de las manipuladoras mafias sindicales y patronales, de las trampas de los partidos, de los acuerdos cupulares y de la vieja tri-maldita CIA-Fedecámaras-IGLESIA. Toda una generación empollada por los dólares baratos del boom petrolero, las becas del pasado programa Gran Mariscal de Ayacucho, los cruceros por el Caribe, vacaciones a todo dar con vueltas por el mundo en las que hasta la nana y al perro se los llevaban, y otros, que para obtener un doctorado o una maestría regresaron amaestrados; oliéndoles mal todo y suspirando por el orden y la maravilla de los países desarrollados, y ahora les ha dado por gritar: ¡libertad de prensa! Y ¡y viva la autonomía universitaria.

Como eran seres, -en su inmensa mayoría incultos, desconocedores de la historia de nuestro país, débiles mentales (y muchos de ellos, adecos de corazón)-, que al ser amamantados por la diosa del consumo, sus débiles cerebros no pudieron sobreponerse al alucinamiento de los rascacielos y de las maravillas de las máquinas que veían. Al tiempo que gozaban de la manera más gratuita e inmerecida (porque no provenía del trabajo ni del sacrificio personal propio) de esa súbita avalancha de fortuna y de bienes, esa gente comenzó a ver con desprecio y asco el destino de los cubanos en su isla, que estaban soportando con dignidad el bloqueo gringo, y los acosos incesantes de esa poderosa cultura del sensualismo del capital y del consumo. Producto de la propaganda gringa, lo que había en Cuba, para ellos, era ese “bestial” castrocomunismo, la “tiranía roja”, la temible dictadura del proletariado.

Al llegar Chávez al poder, la canalla fascista pro-norteamericana, que había estado amamantando a esta pobre gente con sutiles y alucinantes encantos, destapó el asunto del castro-comunismo y en una incesantemente campaña de terror, día tras día, con los cuatro canales del Apocalipsis en cadena, mediante huelgas, sabotajes y penosas tensiones de levantamientos militares, salieron a mover el culo al son de los dictados programados para seres esclavizados por las transnacionales; como perros de Pavlov, con sus conciencias envilecidas, furiosas e incontenibles, salieron a defender los mandatos de sus sueños gringos y sus placeres importados: los de las banderitas de cada día, de los que blanden muñecos de Disney y van en patinetas, y llevan dentro y por fuera de la frente, la insolente bandera de las barras y estrellas.

Gente que no representa ni el cinco por ciento de la población venezolana, pero que tiene “caché” y cuyas marchas y organizaciones son subvencionadas por el gobierno de EE UU.

Y claro, y se auto-eligió al Tío Sam como “amigo de Venezuela” en las fulanas mesas de diálogo en la crisis que enfrenta nuestro país. Se auto-designó “amigo” para consolar a sus empollados lacayos, venezolanos de silicona. Está el Tío Sam sobándoles las testas asiliconadas, porque eran los que aquí manejaban a Pdvsa, los petroespías, los “izquierdistas” que trabajaban para la CIA, los maromeros de todas las horas que andan de canal en canal anunciando cataclismos políticos, “Trancazos”, “Septiembres negros” y “Octubres rojos”, “Firmazos”, “Batallas finales” y arremetidas sangrientas de “A La Carga”, “Desobediencias civiles y fiscales”, “Ciclomarchas”. Tales memeces, a quien se atreva someramente a practicarlas en el Norte, lo que menos que le sale es la silla eléctrica. No chillaron los gringos, cuando aquí se produjo el golpe de estado con Pedro Carmona Estanga a la cabeza, sino que salió con su hijo, el FMI, batiendo palmas porque había caído el “tirano”. ¿Dónde estaba la Hillary? No protestaron los yanquis contra los sucesivos saboteos a la industria petrolera y contra el terror a la población inducida por los criminales de la banca y de los empresarios que acapararon los alimentos de primera necesidad, y que sometieron a la población a una parálisis feroz, sin navidades, sin gas ni gasolina. A los gringos que sacan sus misiles para aplastar con furia a los afganos y al pueblo iraquí, les parece de maravilla y de gloria que los terroristas de la oposición venezolana nos mantengan en un permanente estado zozobra y de angustias, y que lo hagan mediante la metralla de esos cuatro canales del odio, del fascismo y de la más alta degradación moral, todo porque estos medios aquí constituyen los alcázares de sus abominaciones y de sus pestes consumistas… Por eso Hillary, ¿de qué te ríes?


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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