Ponencia presentada en el IV Encuentro Iberoamericano sobre Derechos Laborales y Seguridad Social

El paro-saboteo patronal, una acción contrarrevolucionaria para derrocar al gobierno...

Nota de Aporrea: Esta ponencia, presentada en el Encuentro Iberoamericano sobre Derechos Laborales y Seguridad Social, recientemente realizado en Caracas, Venezuela, reflexiona sobre las lecciones del "triunfo obrero y popular" contra el llamado "paro cívico" y el sabotaje petrolero de 2002 - 2003, los cambios revolucionarios que generó o aceleró en el país. Examina cómo ha ido derivando la situación de los trabajadores de la industria petrolera hasta el momento actual, así como la situación de la cogestión en general.
Título completo de la ponencia:

EL PARO SABOTEO PATRONAL
Una acción contrarrevolucionaria para derrocar al gobierno
y cambiar el curso de la revolución en Venezuela


El 2 de diciembre del año 2002 se dio inicio a un golpe contra la economía, el gobierno del Presidente Chávez, las libertades democráticas y el nivel de vida de los trabajadores y el pueblo venezolano. Ese día los empresarios venezolanos agrupados en Fedecámaras, los medios de comunicación, los grandes propietarios de la tierra, el sector financiero, la burocracia sindical de la CTV, sus partidos políticos, todos ellos orientados desde Washington, tomaron la decisión de desatar un lockout patronal y un artero sabotaje contra la industria petrolera venezolana, médula espinal de nuestra economía.

Esta acción no era más que la continuidad del intento de golpe de estado fracasado del 11 de abril de ese mismo año. Y al igual que en aquella oportunidad, la reacción oligárquica, tuvo que enfrentarse con la población movilizada y en particular contra los trabajadores, que en PDVSA, en las industrias básicas, en el sector eléctrico, los servicios públicos, e incluso desde la empresa privada, luchaban a brazo partido para impedir la paralización económica del país.

Como resultado de ello, el país vivió dos meses de aguda confrontación directa. Escaseó el combustible; el sector bancario funcionó a media máquina; el transporte urbano e intermunicipal se desquició, los productos básicos de la canasta familiar comenzaron a desaparecer de los estantes de las grandes las cadenas de supermercados y los días de las alegres fiestas de diciembre, se convirtieron en un permanente peregrinar de los padres de familia en la búsqueda de alimentos y gas.

La suerte del gobierno y la salud de la revolución y de la economía no sólo se jugaba en las instalaciones petroleras. Al unísono, los empresarios de todo el país dieron la orden a los trabajadores de irse a sus casas, con la promesa de que una vez cayera el gobierno serían reincorporados al trabajo. El Grupo Polar, encabezando a los otros grandes consorcios nacionales, se mantenía firme en su decisión de paralizar la producción. Y los medios de comunicación privados, cual caja de resonancia multiplicaban hasta el hartazgo las consignas empresariales.

Carlos Ortega y un gran séquito de burócratas sindicales, desde lujosas instalaciones emitían permanentemente comunicados, en los que aseguraban que el 90% del país estaba paralizado. Con gran parafernalia presentaban a grupos de “dirigentes sindicales” de diversos sectores, informando al país que se sumaban al paro. Mientras tanto, en las comunas, en los barrios populares, en las estaciones de servicio y en las calles, empezaba desde abajo, una resistencia sin igual, que potenciaría a millones de venezolanos y los llevaría a enfrentarse mano a mano con los empresarios.

Fue una prueba brutal. Los empresarios, los terratenientes, el sector financiero y el imperialismo querían asegurarse esta vez, de no fracasar al igual que el 11 de abril. Por eso se jugaron a fondo la más importante de sus cartas: el control sobre PDVSA, con tal de doblegar al gobierno, derrotar a la población y por esa vía intentar contener el proceso revolucionario extendido por toda la geografía nacional.

A partir del 2 diciembre y hasta el 2 de febrero de 2003, la gerencia de PDVSA, la “meritocracia”, como coloquialmente se le conocía, quiso paralizar la industria. La mayoría de los gerentes, directores y administradores de la industria abandonaron sus puestos de trabajo, no sin antes sabotear físicamente las instalaciones y equipos en todas las áreas, obligando a los trabajadores a retirarse de las instalaciones petroleras.

Pasadas las primeras 72 horas del paro-saboteo empresarial, en las que reinó la confusión; los sectores clasistas y revolucionarios presentes en el movimiento sindical llamaron a los obreros a reincorporarse al trabajo desconociendo a los sacrosantos y supuestamente imprescindibles mandos superiores de la empresa. Fue así como el 90% de los trabajadores respondieron al llamado, enfrentando a los gerentes e iniciando una dura batalla por la recuperación y control de PDVSA y de muchas empresas cerradas en todo el país.

Durante dos meses, contra viento y marea, y contando con el apoyo de las comunidades organizadas, los trabajadores intentaron poner en funcionamiento, sin jefes ni directivos, la industria petrolera, enfrentando las amenazas de los meritócratas golpistas, superando los problemas técnicos y las acciones de sabotaje y terrorismo informático.

Nunca se vio tan nítidamente en el país, un enfrentamiento entre las clases sociales. Por una parte, los propietarios de los medios de producción, despojados de toda máscara y sin intermediario alguno, asumían la responsabilidad directa de la conducción del paro patronal. Mientras que los trabajadores, tratando de sacarse de encima a la burocracia cetevista, también optaban por acercarse hasta las instalaciones petroleras y de forma voluntaria incorporarse al proceso de recuperación de la industria. Los sindicatos clasistas orientaban a los trabajadores a no abandonar los puestos de trabajo y a enfrentar a la vigilancia de las empresas si era preciso con tal que éstas permanecieran abiertas.

En un esfuerzo sobre humano, el 80% de la actividad de la industria petrolera fue pasada a manual, para superar los sabotajes informáticos. Los puertos pasaron a control de los trabajadores de los muelles y los barcos traídos a puerto por los marinos que desalojaron a los oficiales que los tenían secuestrados en altamar. Las refinerías produjeron la gasolina y el gas que hacía falta a la población, y los sindicatos de camioneros garantizaron la distribución de combustible en todo el país. A finales de enero de 2003, era evidente que el paro petrolero había sido derrotado, y en febrero comenzó a recuperase progresivamente, y no sin dificultades, la normalidad en la industria petrolera.

En el extremo oriente del país, los obreros siderúrgicos, del aluminio, el acero y mineros, también empezaron a escribir su epopeya, marchando hasta Anaco, para impedir que el corte de gas afectara sus actividades. En las medianas y grandes ciudades, las comunidades cercaban las oficinas bancarias para impedir el cierre de las mismas.

Así, con uñas y dientes los petroleros, los trabajadores venezolanos y las comunidades derrotamos el sabotaje patronal. Nos sobrepusimos al lavado de cerebro que durante décadas la burguesía y la meritocracia nos había inculcado, de que los trabajadores no éramos capaces de dirigir y gestionar las empresas ni mucho menos una industria de alta tecnología como la petrolera. Ellos siempre pensaron y trataron de hacernos creer que éramos unos inválidos mentales, que debíamos aceptar sin chistar las órdenes y la verticalidad antidemocrática que nos imponía una casta de gerentes supuestamente infalibles, que por sus elevados conocimientos, tenía derecho a todo género de privilegios y a controlar la principal riqueza del país, propiedad de todos los venezolanos.

Aquella criminal acción contra el país produjo una caída de 29% del PIB en los dos meses de duración del paro. La economía venezolana cayó un 11% en el año 2003 y hoy se sabe que las pérdidas totales alcanzaron a 14 mil millones de dólares!!!

A raíz del paro-sabotaje petrolero, 250.000 trabajadores de otros sectores fueron despedidos por las empresas que criminalmente cerraron durante aquellos dos aciagos meses, tratando de descargar sobre los hombros de los trabajadores, las perdidas que les ocasionó la aventura golpista en la que se habían embarcado. A otra cantidad similar se le obligó a renunciar a sus beneficios contractuales o se les desmejoraron las condiciones de trabajo, violando con esto todo el entramado jurídico laboral del país. Es decir, más de medio millón de trabajadores pagaron los costos del irresponsable paro.


LECCIONES DEL TRIUNFO OBRERO Y POPULAR

Más allá del relato de la gesta gloriosa que los trabajadores y el pueblo venezolano desarrollamos para derrotar el paro, es conveniente que los trabajadores y pueblos latinoamericanos hagamos un alto en el camino, para intentar extraer todas las conclusiones que ha dejado la acción pro-imperialista del empresariado venezolano y las lecciones más importantes que debemos aprender los trabajadores, las comunidades y los revolucionarios. De manera sintética quiero relacionar aquellos aspectos que considero básicos para contribuir a la elaboración política sobre ese importante acontecimiento histórico que vivimos los trabajadores y las comunidades durante diciembre de 2002 y enero de 2003.

1. El paro saboteo empresarial de diciembre de 2002 tuvo eminentemente un carácter contra-revolucionario. No se trataba de una simple presión del empresariado sobre el gobierno para que les aceptara tal o cual solicitud. El imperialismo junto con la burguesía opositora, contando con el aval de la totalidad de los gobiernos latinoamericanos, se dieron a la tarea de destrozar la economía del país, con tal de derrocar al Presidente Chávez y cambiar para siempre el rumbo del proceso revolucionario en Venezuela y América Latina.

Ese fue el verdadero contenido de la acción del empresariado. Con el paro-saboteo patronal, se pusieron en tenaz enfrentamiento en todo el territorio nacional las fuerzas de la revolución y la contrarrevolución. Y como conclusión derivada de la anterior, se hizo evidente que no nos encontramos solamente en el marco de una revolución democrática, nacionalista o anti-imperialista.

2. Se produjo una revolución obrera y popular victoriosa. Sería inadecuado decir sencillamente que se derrotó el paro patronal. Ello sería insuficiente, ya que no permitiría comprender la magnitud de la conquista obrera y popular obtenida en esa nueva batalla. Desde mi punto de vista hubo una revolución que le arrebató el feudo que el imperialismo y la oligarquía tenían sobre PDVSA y varias industrias más; y la clase obrera ejercitó por varios días el Control Obrero sobre la producción, no sólo en PDVSA, sino también en las empresas básicas, el sector eléctrico y muchas más.

Sin lugar a dudas, son dos los argumentos claves en este proceso. El primero, es que la disputa fue violenta, día y noche, en las calles y en todo el país. Nunca estuvo planteado un vacío de poder, pero lo cierto es que el paro-saboteo patronal cuestionaba el conjunto del proceso revolucionario. Si ganaban ellos caía automáticamente el gobierno y por ende la revolución, si los derrotábamos, seguía abierta la posibilidad de continuar avanzando y profundizar la revolución en la perspectiva socialista.

El otro elemento, es que el imperialismo y la oposición golpista no entregaron de buena gana el control que tenían sobre PDVSA, sobre las empresas básicas. Se las arrebatamos. No estamos discutiendo que a la patronal le arrancamos un 10% de aumento salarial, ¡¡No!!, estamos diciendo claramente que en cierto modo le “expropiamos” las empresas que tuvieron secuestradas desde hace más de medio siglo. Nada más ni nada menos que se les arrebató el control sobre el 80% de la economía nacional. Si eso no es una revolución, que vengan entonces los especialistas en revoluciones a decirnos: ¿qué fue lo que sucedió entre diciembre de 2002 y febrero de 2003?

Este triunfo revolucionario ha sido el acontecimiento más importante que los trabajadores y el movimiento sindical han protagonizado como clase social, durante estos años de proceso revolucionario. Técnicamente no hubo cuestionamiento al gobierno, no hubo vacío de poder, en ese interregno, no hubo crisis revolucionaria, pero el resultado fue que los trabajadores le arrancamos por la vía de la confrontación y no de la negociación, la principal arma de los golpistas. En este momento, después de transcurridos dos años y medio de aquella experiencia, hay que retomar esa discusión porque es muy importante que el movimiento sindical, los dirigentes, los activistas y los trabajadores en general estén conscientes de la magnitud de lo alcanzado en aquellos dos meses de dura confrontación de clase.

3. Nos encontramos en el marco de una revolución de profundas raíces sociales, económicas y políticas, donde no sólo está en juego el carácter del gobierno o del régimen, sino esencialmente del sistema económico. La disyuntiva durante el paro era clara: ¿quién controla la economía e implícitamente ponía en discusión quiénes eran los verdaderos propietarios de los medios de producción?

Por eso no extraña, que finalizado el paro los trabajadores vean con total naturalidad que es posible cogestionar una empresa e incluso se planteen la perspectiva del control obrero como un ejercicio básico y necesario en su ruta, como forma de preparación para conducir en un futuro no muy lejano al conjunto de la nación.

4. Este nuevo triunfo revolucionario es parte de un proceso revolucionario abierto desde 1989. La oposición burguesa y el imperialismo arremetieron con todo para cuestionar el gobierno de Chávez y el curso de la revolución, y a pesar de que colocaron todos sus recursos no lo lograron. Además de la sólida resistencia obrera y popular, la explicación de esta nueva derrota del imperialismo y sus testaferros, es que permanentemente se equivocan en la lectura de la situación política y la realidad venezolana.

Pensaron -y muchos sectores de la oposición y del imperialismo lo siguen creyendo así-, que el arraigo que el Presidente Chávez tiene sobre la población es eminentemente carismático o exclusivamente psicológicas, de “identificación” y “apoyo” a un líder de extracción social popular. Con ello desconocen que el motor del proceso revolucionario es social, económico y político ha sido el cansancio de la población frente a un régimen político anti-democrático y excluyente que controló al país durante 40 años y el rechazo a un modelo económico basado en la entrega del patrimonio nacional a las multinacionales, al saqueo de los recursos naturales y la superexplotación de la fuerza de trabajo.

Estos elementos se hicieron presentes con toda fuerza desde la rebelión del “Caracazo” en el 89 y sigue siendo el motivo por el cual hoy la población se sigue movilizando. Los trabajadores aspiran a trabajo digno y genuino, salarios que les permitan vivir decentemente, educación, vivienda y disfrute de los ingresos de la renta petrolera, libertades democráticas y un sistema político que le permita ser parte protagónica. Intentar reducir el análisis de la situación política a la influencia que el Presidente Chávez tiene sobre la población, es intentar minimizar las perspectivas revolucionarias de la población.

5. Se ha abierto claramente una etapa de cuestionamiento al modelo capitalista y se vislumbra con mayor claridad la perspectiva socialista. Esta situación se ha generado por el proceso de tomas de fábricas por parte de los trabajadores, en su afán por defender el derecho al trabajo, los salarios y otras conquistas laborales. De este proceso de luchas surgió la Unión Nacional de Trabajadores, hija directa de la derrota del paro-sabotaje, tal como también lo son las Misiones, las cuales comenzaron a implementarse a partir del mes de julio del 2003.

La población comienza a identificar el sistema capitalista como la raíz de sus desgracias. Empieza a entender que ese sistema se basa en la propiedad privada y la explotación de la fuerza de trabajo; comprende que de ese sistema económico son hijas naturales la corrupción y el burocratismo. Y concluye que es parte consustancial de un sistema global, el imperialismo, contra el cual hay que librar la batalla a nivel mundial, si es que de verdad se quiere avanzar en un proceso revolucionario serio.

El socialismo, independiente del apellido que se le coloque, comienza a ser la esperanza de un pueblo, que ha dado lo mejor de si para enfrentar a la oposición burguesa y el imperialismo.

6. Los trabajadores debemos ver desde una nueva óptica la lucha política y sindical en Venezuela para inscribirnos en una perspectiva que nos conduzca a alcanzar un gobierno de los trabajadores. Los reclamos salariales, las mejores económicas siguen estando a la orden del día, por cuanto sobrevive la explotación capitalista. Nos sigue moviendo la idea de que hay que liberar definitivamente a los trabajadores de la CTV, enterrar esa estructura para siempre y sobre sus cenizas, erigir un monumento que recuerde a los compañeros asesinados, a los despedidos, a los que sufrieron en carne propia las consecuencias nefastas del golpe de abril y del paro-sabotaje petrolero, una leyenda que diga: Jamás, ninguna organización de los trabajadores podrá colocarse del lado de los empresarios y del imperialismo para asesinar a sus hermanos de clase y a su propio pueblo.

Pero eso no es suficiente. Pienso que todo el accionar de los trabajadores, de los dirigentes sindicales, es empezar seriamente a discutir las perspectivas de la revolución y su rol como clase social en un nuevo sistema, el socialismo, donde no exista explotación de la fuerza de trabajo y los trabajadores sean el sector fundamental de la sociedad.

Ello significa superar las limitaciones y barreras políticas e ideológicas de sectores que siguen empeñados en considerar que es posible construir un modelo donde se compaginen los intereses de los explotados y los explotadores. La historia de los dos últimos siglos ha demostrado la imposibilidad de que ello sea así. O triunfan los capitalistas y se mantienen el statu quo de la explotación o triunfamos los trabajadores, expropiamos a los empresarios y terratenientes y construimos una sociedad de iguales.

No es entonces un capricho personal, sino una exigencia del momento histórico, la necesidad de que los trabajadores y los sectores populares nos organicemos políticamente en nuestro propio partido revolucionario y socialista de tal forma que podamos presentarnos como alternativa política para la población que está sintonizada con profundizar el proceso revolucionario, pero que en los hechos ve que la mayoría de quienes le hablan de revolución, quieren quedarse a mitad de camino y gozar de los privilegios y prebendas que les permite estar en un cargo oficial.


¿Cuál es la situación, hoy, de los trabajadores y de PDVSA?

PDVSA no es todavía del pueblo y de los trabajadores, pero PDVSA difícilmente volverá a ser la misma de la IV República, por un hecho contundente de la realidad: la gente la hizo suya durante 63 días, se le arrebató el control directo que la oligarquía y el imperialismo tenían sobre ella; la puso en pie y a producir, y le quedó claro que lo pudo hacer y que lo volverá a hacer cuando la realidad y las condiciones nuevamente se lo planteen. Para los trabajadores y el pueblo venezolano quedó claro que es con la movilización, con la lucha, con la unidad obrero-popular como podemos lograr nuestras más sentidas reivindicaciones; es así como podemos profundizar la revolución hacia el socialismo. En esto últimos años, y muy especialmente durante los dos meses de paro petrolero, el pueblo ha aprendido lo que no pudo aprender en más de 40 años de democracia burguesa representativa.

En PDVSA, durante 63 días hubo control obrero, pero muy pocos en la industria lo reconocieron como tal. Derrotado el paro-saboteo patronal se “institucionalizó” la cogestión con el nombramiento de Chávez de dos “representantes” de los trabajadores; pero sin embargo, eso no pasó de ser la vieja fórmula de los directores laborales. Por eso fracasó y por eso hay que evaluar y confrontar el papel cumplido por los supuestos representantes de los trabajadores.

En PDVSA la cogestión sirvió para ratificar que la vieja dirigencia sindical no está ganada para luchar por el control de las empresas. Quienes fueron delegados en esa función, terminaron adaptándose a la tecno-burocracia y no están dispuestos a renunciar a los privilegios que esa ubicación les permite. Pero los trabajadores, más temprano que tarde cobrarán esa factura.

La experiencia de cogestión en PDVSA la podemos catalogar de retroceso y en eso nos cabe una gran responsabilidad a los dirigentes de la UNT, que no acompañamos, alentamos, ni alertamos sobre los problemas que nos podríamos encontrar a cada paso, así como haber apoyado a los trabajadores haciéndolos conscientes del tremendo avance, de la gran conquista que significó haber controlado el funcionamiento de una empresa de alta tecnología como PDVSA. No acompañamos el proceso, no apoyamos lo suficiente a los hombres y mujeres que se echaron a sus hombros la recuperación de nuestra principal industria; no supimos extender la experiencia al conjunto de la clase obrera. Si los trabajadores petroleros logramos gestionar una industria de alta tecnología como PDVSA, todos los trabajadores venezolanos pueden dirigir la industria nacional, y desde allí prepararse para dirigir los destinos del país.

Hay que volcarse a PDVSA para intentar superar el retroceso sufrido, luchando por el sindicato único y un nuevo proceso de cogestión democrático por la base, que nos permita enfrentar la grave situación que hoy se percibe y se vive. No podemos decir que la situación en PDVSA está bien, tranquila o controlada. En el control de PDVSA reside buena parte de la posibilidad de seguir profundizando la revolución.

Y a la UNT le cabe una gran responsabilidad. Asimilada la experiencia del paro-sabotaje petrolero, nuestra central debe acompañar y apoyar con todos sus recursos, la experiencia de cogestión revolucionaria, como la llaman los trabajadores, que hoy se desarrolla en Alcasa, irradiando a todo el movimiento obrero de Guayana. Así como la difícil situación que atraviesan los trabajadores eléctricos, enfrentados a una burocracia que no quiere que la cogestión se materialice.

No basta con construir o consolidar la UNT. Ya demostramos que somos capaces de dar la batalla para derrotar a la burocracia sindical, de construir nuevos sindicatos, nuevas federaciones. Ahora lo que tenemos que probar es si somos capaces de enfrentar las demandas que nos plantea la lucha por profundizar la revolución, por acabar de una vez por todas con el capitalismo, de construir el socialismo, que es la bandera cumbre de nuestra Central. Y para ello es fundamental impulsar los procesos reales que apuntan en esa dirección. La cogestión en Alcasa y en el sector eléctrico es una luz en el horizonte del control obrero sobre nuestra economía.

Si tuviera que hacer una definición en la actualidad, yo diría que en Alcasa hoy hay más control obrero que en PDVSA durante el paro saboteo-patronal. En aquella oportunidad en PDVSA, los trabajadores no conocieron los libros, no pudieron acometer la discusión del portafolio de negocios, del tipo de compromisos establecidos con los clientes o cosas por el estilo. El eje del Control Obrero fue impedir el paro, fue más en la parte operativa, de garantizar la producción, refinación y despacho. Eso explica de alguna forma porque rápidamente el control obrero degeneró y terminó en la adaptación de los “representantes” puestos por el presidente Chávez, a la fiesta de corrupción que todos conocen existe en PDVSA.

Tanto la cogestión que existe ahora en el sector eléctrico y algunas empresas básicas, como el control obrero que se operó en PDVSA cuando la época del paro-saboteo patronal, expresan esa disputa intensa entre obreros y empresarios por ver quien administra, controla o tiene el poder en las empresas, en el comercio, en las industrias, y por qué no, en el gobierno.

Ese es el problema de fondo, de “contenido”. Colóquenle el nombre que le coloquen, en el caso de Venezuela, tanto el control obrero como la cogestión, son hijas del proceso revolucionario, y por lo tanto, es una conquista histórica de la clase obrera llegar a esas instancias. Por supuesto que hay problemas, el proceso se puede pervertir. A nombre de la cogestión o del control obrero incluso, se pueden perder conquistas importantes. Fijémonos en lo que sucedió en Venepal, donde los trabajadores terminaron disolviendo el sindicato y están en peligro sus prestaciones sociales. Pero lo grandioso, lo inédito, es que se expropió. Con ese sólo hecho los trabajadores de Venepal le dijeron al pueblo venezolano y al mundo entero, que es posible acabar con la propiedad de los capitalistas, que podemos tomar sus empresas, que podemos ponerlas a producir en función social. Ese es el verdadero mensaje.

Y en el sector eléctrico, cada vez es más evidente, que la tecno-burocracia no resiste la convivencia, y tampoco los trabajadores van a resistir mucho, por eso allí se viene un gran conflicto y una gran disputa por la empresa.

Creo que estamos atrasados en reforzar sindicalmente el Estado Bolívar para acompañar la experiencia de cogestión en Alcasa y otras empresas de la CVG. Es urgente que la Coordinación Nacional de la UNT se vuelque a acompañar a los compatriotas de Fetraelec para asegurar la solidaridad del resto del movimiento sindical en estos momentos de aguda confrontación.

En la actualidad, un nuevo aire comienza soplar en el proceso revolucionario. El hastío frente a los funcionarios corruptos y burocráticos es la tónica que caracteriza la coyuntura política en el país. Junto a la cogestión en importantes sectores del movimiento obrero, se abre paso una evidente disposición a movilizarse de manera autónoma por reivindicaciones postergadas, de parte de diversos sectores sociales en lucha. Los campesinos se movilizan contra el sicariato y por una verdadera reforma agraria; los mineros, tildados de ilegales, se enfrentan a las grandes trasnacionales del oro; los indígenas se enfrentan a los planes carboníferos desarrollistas y depredadores. La revolución antiburocrática continúa en el movimiento obrero, mientras que arrecian las luchas de los trabajadores contra empresas beneficiadas con créditos otorgados por el gobierno. Esa es la situación actual. Sólo con la unificación de las luchas obreras y populares podremos lograr que la revolución se profundice y avance hacia el socialismo. A la UNT, a los trabajadores petroleros y al conjunto de los trabajadores venezolanos, les cabe una gran responsabilidad en esta tarea.


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Orlando Chirino (Coordinador Nacional de la UNT)


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