Hace 15 años, un 11 de enero del año 1994, fallecía en Caracas, Cruz Villegas, uno de los más importantes y legendarios dirigentes obreros que haya conocido la historia del movimiento sindical venezolano.
Desde muy joven, Cruz Villegas se dedicó en forma honesta y combativa a defender los derechos de los trabajadores enarbolando las banderas de la unidad del movimiento sindical, la solidaridad de clase, el internacionalismo proletario, la ética sindical y reivindicando los ideales políticos y programáticos del Partido Comunista de Venezuela.
Tuve el honor de compartir con él muchas tribunas de lucha, manifestaciones, paros y huelgas de trabajadores y a pesar de las profusas diferencias políticas y programáticas que nos separaron, siempre tuve y aún conservo, una gran admiración y respeto por su honestidad intelectual, política y moral a toda prueba.
Su militancia en el Partido Comunista de Venezuela contrastaba con mi compromiso con el Programa para la Revolución Socialista elaborado por León Trotsky, lo que continuamente nos contrapuso en debates políticos y teóricos apasionados, muchas veces acalorados, pero nunca faltos de respeto y fraternidad, tan difíciles de lograr hoy en día.
No eran cuestiones menores las que nos separaban. Debatíamos intensamente sobre el carácter social y político de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas; el porvenir de la revolución cubana; el significado del surgimiento de la Central Sindical “Solidaridad” en Polonia; los alcances y las limitaciones de la revolución sandinista en Nicaragua; los métodos para la reorganización del movimiento sindical; el programa para la venidera revolución en Venezuela y muchas otras cuestiones de vital interés.
Pero ni bien terminábamos un debate y se adoptaba una posición política mayoritaria en las filas de la CUTV, de inmediato salíamos hermanados a promover la lucha de los trabajadores y a defender sus intereses, enfrentando al imperialismo, a los patronos, a los dirigentes sindicales corruptos y a los gobiernos del régimen puntofijista.
A 15 años de su muerte, debemos reconocer que los tiempos han cambiado. De aquél respeto, fraternidad y solidaridad que siempre nos distinguió a los dirigentes sindicales clasistas de aquella época, hoy sólo queda la caricatura siniestra de falsos dirigentes disfrazados, que han hecho de la lucha sindical una fuente de corrupción, de enriquecimiento ilícito, de extorsión e irrespeto a los trabajadores.
Si Cruz Villegas aún viviera, con seguridad estaría comprometido con el proceso de transformaciones que vive el país y probablemente seguiría militando en las filas del Partido Comunista de Venezuela dada la firmeza de sus ideales; seguramente la esencia de nuestras divergencias políticas se mantendrían y hasta se podrían haber profundizado; pero con toda certeza puedo asegurar que estaríamos hermanados en una cruzada a nivel nacional para derrotar el envilecimiento y la degeneración que hoy padece la dirigencia del movimiento sindical venezolano.
No dudo que Cruz Villegas estaría encabezando junto con los sectores clasistas y revolucionarios la lucha para que se cumplieran las miles de órdenes de reenganche emanadas del Ministerio del Trabajo, de las cuales el 90% obligan al patrón-Estado a reinstalar a trabajadores y empleados en sus puestos de trabajo. Estaría recorriendo de Sur a Norte y de Este a Oeste el país, exigiendo al gobierno nacional el cese a la arbitrariedad y la dilación en la negociación del Contrato Marco para los trabajadores de la administración pública. Su puño estaría en alto repudiando las reestructuraciones de instituciones que desconocen los derechos de los trabajadores. Y la fuerza de su voz retumbaría llamando a los trabajadores de la industria petrolera a movilizarse en forma unificada para defender su derecho a la negociación del contrato colectivo.
Estaría denunciando las prácticas divisionistas de los enemigos de los trabajadores que ha conllevado a la fragmentación de la Unión Nacional de Trabajadores y el surgimiento de un “aparatejo gobiernero” fantasmagórico. Hubiese llorado junto a nosotros por el asesinato de nuestros queridos camaradas Richard Gallardo, Luis Hernández y Carlos Requena y estaría preguntándose a viva voz ¿dónde están los “dirigentes sindicales” que son diputados de la Asamblea Nacional que no se han pronunciado frente a esta criminal acción de sicarios contratados por patronos y burócratas sindicales?
No le temblaría el pulso para señalar a los burócratas sindicales que hoy pretenden desconocer la autonomía del movimiento sindical o proyectan doblegar el espíritu revolucionario de los trabajadores al obligarlos a apoyar causas innobles que no tienen nada que ver el socialismo revolucionario, como aquellas de apoyar las empresas mixtas con multinacionales, la flexibilización de la mano de obra a través de las cooperativas, la amnistía a los golpistas de abril de 2002 o las supuestas alianzas estratégicas con los patronos que sabotearon la producción durante 63 días.
Desgraciadamente Cruz Villegas hoy no está con nosotros. Lamento profundamente esta terrible realidad, pero en honor a su memoria, a su ética sindical, a su moral proletaria, quiero a comienzos de este crucial año 2009 renovar mi compromiso de defender los intereses de los trabajadores cualesquiera sean las circunstancias, tal como lo hizo Cruz Villegas. La persecución, la arbitrariedad política, las campañas de desprestigio que se desarrollen en mi contra y de nuestra corriente no me amilanarán. Por el contrario, ellas redoblan mi compromiso con la lucha sindical clasista y revolucionaria y la tarea de construir la herramienta política para luchar y dirigir una auténtica revolución socialista que permita que los trabajadores asumamos el poder e instauremos la dictadura del proletariado, que no es otra cosa que la imposición de la genuina democracia de la mayorías.
Quiero terminar este corto reconocimiento a Cruz Villegas, enviando mis mejores saludos a Mario, Ernesto y Vladimir, insignes hijos del legendario dirigente sindical comunista, quienes han heredado de su padre la honestidad y la integralidad intelectual, a pesar de las diferentes opiniones políticas que cada uno de ellos defiende.