Las demandas de la clase trabajadora y sus organizaciones hoy se centran fundamentalmente en dos aspectos: salarios dignos y control de precios. Las medidas anunciadas por el presidente Maduro responden parcialmente a lo primero. ¿Y qué pasa con la segunda demanda?, pues seguimos igual, el gobierno bolivariano ha demostrado que a través de los mecanismos del Estado tiene pocas capacidades para mantener una política sostenida de control efectivo de los precios. Y de hecho el presidente Maduro lo reconoció al afirmar que los precios acordados solo se habían mantenido cuarenta de los cien días que ocupó su balance. La dirección escogida en el Plan es hoy es seguir dialogando con los empresarios y empresarias y brindarle beneficios (acceso a divisas, pago se salarios, dispensas fiscales, entre otros). Nicolás Maduro declaró que detrás de esa elección hay un análisis en el cual han participado los "asesores de primer nivel nacionales e internacionales" (chinos, rusos y europeos) que la respaldan. Ahora bien ¿Qué explica el rol de la clase trabajadora y sus organizaciones en este estado de cosas?.
En el ejercicio de derecho se afirma que no se puede alegar la torpeza propia en la defensa propia. Digo esto porque nuestro rol en este estado de cosas se explica porque nuestras organizaciones no han logrado la fuerza necesaria para tener una condición beligerante y en consecuencia capacidades de incidir. Otros actores sí que tiene influencia, uno de ellos es un sector que se ha vendido como burguesía bolivariana, en palabras de nuestro ilustre Wilmer Castro Soteldo.
En los últimos meses en las calles se han desarrollado una serie de manifestaciones de trabajadores y trabajadoras espontáneos u organizados en varias coaliciones (Alianza Nacional Intersindical, Frente Nacional de Lucha de la Clase Trabajadora, entre otros), fundamentalmente denunciando un pacto gobierno-empresarios y exigiendo la mejora del ingreso de quien trabaja. Por otro lado, la Central Socialista Bolivariana de Trabajadores y otros actores han mostrado apoyo al gobierno y realizado tímida peticiones. Estas manifestaciones se dan en un momento donde una de las debilidades en el seno de las organizaciones de los trabajadores y trabajadoras es la dispersión, que es mas grave que la división.
Existe un sector emergente que pretende acumular fuerzas, calentar la calle y sumar, pero esta reducido a aquellos trabajadores y trabajadoras del sector público que se movilizan debido al irrespeto de las convenciones colectivas por parte del patrón y en consecuencia dejaron de percibir beneficios que los colocaba sustancialmente por encima de la media de los demás trabajadores y trabajadoras en el país. Por otro lado, tenemos a quienes promueven la resignación y que nos dejemos en manos del gobierno bolivariano. Dicho de otro modo, estamos entrampados en el dilema del "peón" de la hacienda: sumiso o contestatario. El primero espera que por gracia de algo divino "el señor" se conmueva de su situación y haga algo y el segundo clama para que "el señor" le mejore la ración y lo trate mejor.
Se requiere construir la unidad en el seno de las organizaciones de trabajadores y trabajadoras, para estar en condiciones de afectar la correlación de fuerzas vigentes, es decir ser sujetos en este estado de cosas. Esta unidad solo es posible construirla conflictivamente. La unidad de los sindicatos, delegados y delegadas de prevención, cajas de ahorros y cooperativas es esencial para lograr ser un interlocutor firme que permita afectar las tomas de decisiones. Ahora, ¿eso es suficiente? ¡No!, tenemos otro obstáculo: falta de un proyecto en función de los intereses de clase.
No se observan deliberaciones en torno a la construcción de un proyecto alternativo al estado de cosas que se critica. Sin ánimos de descalificar los discursos que, en las distintas manifestaciones existentes, estos fácilmente pueden constituir una lista de deseos o necesidades. La construcción de un proyecto alternativo supone no solo definir claramente el estado de cosas conveniente para la clase trabajadora, sino también definir los roles de los actores de la sociedad venezolana, así como las relaciones oportunas para el cumplimiento del proyecto. Esta falencia puede que tenga su causa en el grado de conciencia que tenemos como clase en Venezuela, que quizás nos permite articularnos hoy hasta la defensa de la capacidad de consumo.
Se puede terminar estas líneas con arengas de una victoria pronta, sencilla y obra de un milagro posible gracias al grito de nuestras consignas, solo que me parece engañoso y similar al comportamiento de actores del sistema político, que los ha llevado a descrédito; por otro lado, aquí presento dos problemas presentes en el movimiento de trabajadores y trabajadoras y se requiere examinar otros. Así no nos queda más que hacer lo que hay hacer: organizarnos, articularnos y asumir un proyecto como clase trabajadora. No hacerlo significa seguir transitando de manera pasiva el rumbo de conciliación de clase que lleva adelante el gobierno en franca contradicción con su discurso de "construcción del socialismo". Conscientes de un proceso de largo plazo, conflictivo a lo interno y muy amenazado desde lo externo, como mínimo.
Un comentario para finalizar:
Luego de los recientes anuncios en materia laboral, alguien cercano preguntó ¿Y el cesta ticket que?, ¿No lo van a aumentar?. Debo decir que reaccione rápidamente y con cierta agresividad, puesto que ese es uno de los aspectos que desde varias organizaciones se venía demandando: la eliminación de la estrategia de bonificar el salario. Quizás la persona que hizo la pregunta no escuchó toda la alocución del presidente Maduro, que comenzó haciendo un balance de estos cien días del Plan de Recuperación Económica y entre los elementos que presentó existe uno que hasta ahora no le había escuchado. Reconoció que por largo tiempo la política del gobierno bolivariano fue la bonificación del ingreso y que en consecuencia la estrategia del Plan en cuestión era la salarización del ingreso, y es por ello que se aumentaba el salario en una drástica proporción nuevamente, entre otras cosas como contribuir a recuperar la capacidad de consumo de quienes laboramos. La salarización del ingreso es una demanda de las organizaciones de los trabajadores y las trabajadoras debemos mantener e incluso exigir que se elimine el concepto de cesta ticket, para que no se conserve como una carta bajo la manga del patrón en el futuro. Mientras esta nota reposaba unos días, el ministro Eduardo Piñate anunció que el monto mínimo correspondiente a la cesta ticket es el diez por ciento del salario básico nacional.